Kakapo adulto. Foto de Shane Mcinnes. |
Hace unos 300 millones de años, la sección de la corteza terrestre que millones
de años después se convertiría en Nueva Zelanda comprendía una gran depresión
submarina que se hundía rápidamente. Esta depresión, conocida como el geosinclinal
de Nueva Zelanda, estaba situada en latitudes antárticas frente a las costas
orientales de lo que se convertiría en Australia y la Antártida, que en ese
momento formaban parte de un supercontinente mucho más grande, Gondwana.
Durante unos 200 millones de años, los materiales procedentes de la
erosión de la masa terrestre de Gondwana se depositaron en el geosinclinal neozelandés
formando acumulaciones inmensamente gruesas. Hace unos 150 millones de años, comenzó
la orogenia de Rangitata que continuó durante aproximadamente 50 millones de
años. Lo que antes tendía a hundirse, comenzó a levantarse. La corteza
terrestre comenzó a plegarse hacia arriba hasta que surgió una nueva masa de
tierra, una Nueva Zelanda ancestral. El clima era similar al que prevalecía
hoy.
Esa Nueva Zelanda primigenia, más grande que la actual, fue colonizada
por plantas y animales que ya existían en la vecina Gondwana y en las islas
volcánicas que rodeaban el antiguo geosinclinal. Entre los animales migrantes
se encontraban los antepasados de algunos de los elementos más distintivos de
Nueva Zelanda; las ranas de la familia Leiopelmidae (las únicas que no pasan por
etapa de renacuajo de vida libre) y algunas aves no voladoras como el extinto moa,
el kiwi y el único loro no volador del mundo, el kakapo (Strigops
habroptilus). Los bosques estaban dominados por helechos arborescentes y
por los antepasados de las coníferas modernas, incluidos los podocarpos (Podocarpaceae)
y los kauris (Araucariaceae). En esos lejanos tiempos debió comenzar a
fraguarse una estrecha relación entre los kakapos y unas podocarpáceas
endémicas que explica que los loros caminantes de Nueva Zelanda estén en
peligro de extinción.
La difícil situación del kakapo es una tragedia. La que una vez fue la
tercera ave más común de Nueva Zelanda ha visto reducido su número a menos de
150 ejemplares. De hecho, durante algún tiempo se pensó que se había extinguido.
Actualmente se está haciendo un gran esfuerzo para intentar recuperar esta
especie al borde de la extinción. Los kakapos son los únicos loros del mundo
que, como los urogallos por citar un ejemplo, tienen una reproducción
poligámica del tipo lek.
Los machos se apiñan suavemente en un terreno y combaten para atraer a las
hembras y emparejarse. Las hembras observan la exhibición de los machos y
eligen una pareja según la calidad de la exhibición; no son perseguidas
abiertamente por los machos. Las parejas se forman únicamente para la
reproducción, y después se separan. Estos pájaros sólo tienen cría una vez cada
10 años.
Desde hace algún tiempo, los investigadores de la biología del loro se
habían dado cuenta de que su reproducción estaba ligada a la fenología de
ciertos árboles, pero recientes investigaciones (1,
2)
sugieren que un árbol en particular puede ser la clave para la supervivencia de
la especie. El kakapo comparte sus lugares de nidificación con un puñado de
coníferas tropicales de las familias Podocarpaceae y Araucariaceae. De estas
coníferas tropicales, una especie es de particular interés para aquellos que se
ocupan de la conservación in situ del loro: el rimu (Dacrydium cupressinum), un árbol de hoja perenne que puede representar
una de las fuentes de alimentos más importantes para la cría del kakapo. Antes
de ocuparnos de ello, vale la pena conocer un poco mejor al rimu.
Los rimus son árboles de crecimiento lento. Son endémicos de Nueva
Zelanda, donde constituyen una parte considerable del dosel del bosque. Al
igual que muchas especies de crecimiento lento, los rimus pueden ser mu
longevos. Antes de que se promoviera la tala comercial que diezmó los mejores
ejemplares, no eran raros los individuos de 800 a 900 años de edad. Además,
pueden alcanzar tamaños inmensos. Los relatos históricos hablan de árboles que
alcanzaron más de sesenta metros de altura. Hoy en día, los más grandes miden
entre 20 y 35 m.
Conos femeninos maduros del rimu. |
El rimu es dioico, lo que significa que los individuos son machos o
hembras. El rimu se poliniza gracias al viento (es anemófilo) y los conos
femeninos pueden tardar más de 15 meses en madurar completamente después de ser
polinizados. El rimu es una de las coníferas raras en el hemisferio norte (como
el tejo, Taxus baccata), pero
abundantes en el sur, que evolutivamente ha convergido para formar conos
semejantes a frutos que los hacen apetecibles para los animales, quienes se
encargan de la dispersión de sus semillas (son especies zoócoras). A medida que
los conos femeninos maduran, las escamas (que se vuelven leñosas en cipreses o
pinos, por citar unos ejemplos) comienzan a hincharse gradualmente y se vuelven
rojas. Una vez que está completamente maduro, la "pseudofruta" roja y
carnosa muestra una o dos semillas negras en la punta. Son estas "pseudofrutas"
las que captaron la atención de los conservacionistas del kakapo.
Como decía más arriba, se había observado un hecho que en, biología
reproductiva, se conoce como vecería, que, en el caso que nos ocupa, se refleja
en que los kakapos solo tienden a reproducirse cuando árboles como el rimu
experimentan un auge reproductivo, lo que ocurre de cuando en cuando o “de vez
en vez”, de donde procede el término “vecería”. Los “pseudofrutos” y las
semillas que producen son un componente importante de las dietas no solo de las
hembras de loro, sino también sus polluelos. El problema con la cría del kakapo
en cautiverio con fines conservacionistas era que los alimentos que les daban no
los inducía a reproducirse. Aquí es donde entran en juego los "pseudofrutos"
del rimu.
Un kakapo devora conos de rimu. Foto |
Las aves reproductoras necesitan dosis extraordinarias de calcio y
vitamina D para la producción adecuada de huevos. Por eso en la naturaleza buscan
dietas ricas en esos nutrientes. Cuando los investigadores observaron más
detenidamente los "pseudofrutos" del rimu, la atracción del kakapo
por estos árboles adquirió todo su sentido. Resulta que las escamas carnosas
que rodean las semillas del rimu son excepcionalmente altas, no solo en calcio,
sino en varias formas de vitamina D que se creía que solo producían los
animales. La calidad nutricional de estas "pseudofrutas" proporciona
una maravillosa explicación de por qué la reproducción del kakapo parece estar
vinculada a la reproducción del rimu. Las hembras pueden atiborrarse de ellas,
lo que las induce a condiciones fisiológicas de reproducción. Luego, como
buenas madres preocupadas por la alimentación de su progenie, continúan
alimentando con ellas a sus polluelos en desarrollo. Para un loro que no vuela,
de crecimiento lento, la cosecha de semillas en el suelo es una bendición.
Un kakapo en el programa de cría en cautividad del zoo de Auckland. |
Los investigadores creen que el rimu es la pieza que faltaba en el
rompecabezas de la cría del kakapo en cautividad, una técnica que es clave para
la supervivencia a largo plazo de estos extraños loros pedestres. Al garantizar
la producción y la supervivencia de las futuras generaciones de kakapo, los
conservacionistas pueden convertir la tragedia de su anunciada extinción en una
verdadera historia de éxito. Además, estas investigaciones subrayan la
importancia de comprender la ecología de los organismos que intentamos salvar
desesperadamente. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.