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martes, 8 de enero de 2019

Las almortas asesinas de Alaska y la muerte de Supertramp (2)

Flor de la almorta, Lathyrus sativus. Foto.

Recapitulemos. En 1992, un grupo de cazadores descubrió en la taiga de Alaska los restos de Christopher J. McCandless, alias Alexander Supertramp. Las primeras indagaciones, presentadas por el periodista Jon Krakauer en un artículo titulado Death of an Innocent (Muerte de un inocente) atribuyeron el extremado grado de debilidad de McCandless al error de haber confundido la supuestamente tóxica Hedysarum mackenzii con la supuestamente inocua H. alpinum. Krakauer, que había hecho algunas indagaciones, creía que las semillas de H. mackenzii eran venenosas y que el joven virginiano había cometido un trágico error en la identificación de la planta.
En 1996, Jon Krakauer publicó Into the Wild, un libro en el que se retractaba de su idea inicial y creía que era poco probable que McCandless, que llevaba consigo una reputada guía de plantas silvestres comestibles de Alaska, hubiera confundido las dos especies, y que, contrariamente a lo que decían los nativos y el saber popular, las semillas del inocuo H. alpinum podrían contener un alcaloide tóxico. Envió muestras a la Universidad de Alaska para su análisis. En 2008, el análisis bioquímico demostró que ninguna de ambas especies contenía alcaloides tóxicos, lo que parecía descartarlas como causa de muerte de McCandless.
Así estaban las cosas en el verano de 2013, cuando en un artículo titulado The Silent Fire (El fuego silencioso), publicado en una web dedicada a McCandless, Ronald Hamilton abrió una nueva pista sobre su muerte. Hamilton recordó que, durante la Segunda Guerra Mundial, en la ciudad de Vapniarca (Ucrania) hubo un campo de concentración. En 1942, como un experimento macabro, un oficial nazi de Vapniarca comenzó a alimentar a los prisioneros judíos con pan hecho de semillas de almorta, Lathyrus sativus, una leguminosa común que se conoce desde la época de Hipócrates como tóxica, especialmente entre los jóvenes.
«Rápidamente, escribió Hamilton en El fuego silencioso, el doctor Arthur Kessler, un médico judío recluso en el campamento se dio cuenta de lo que esto implicaba, especialmente cuando, al cabo de unos meses, cientos de jóvenes prisioneros comenzaron a cojear y a usar los bastones como muletas para impulsarse. En algunos casos, los presos solo podían gatear para abrirse camino a través del complejo [...] Una vez que los internos habían ingerido suficiente cantidad de la planta culpable, era como si se hubiera encendido un fuego silencioso dentro de sus cuerpos. No había vuelta atrás en ese fuego; una vez prendido, quemaría hasta que la persona que había comido la arveja quedaba finalmente paralizada [...]  Cuanto más habían comido, peores eran las consecuencias, pero en cualquier caso, una vez que los efectos habían comenzado, simplemente no había manera de revertirlos [...]  La enfermedad se llama, simplemente, neurolatirismo, o más comúnmente, latirismo».
La almorta, almorta, chícharo, guija, pito o tito, una legumbre con aspecto de garbanzo aplastado, es bien conocida en España porque con sus semillas se elabora la harina para las gachas manchegas, que, durante la Guerra de la Independencia, fueron uno de los alimentos básicos de la población. De hecho, existe un grabado de Goya en su serie Desastres de la Guerra con el nombre de Gracias a la Almorta
En España, la historia del descubrimiento de la toxicidad de la almorta comenzó gracias a la publicación en junio de 1941 de un artículo en la Revista Clínica Española en el que los doctores Emilio Ley y Carlos Olivera de la Riva relataron la existencia de una epidemia de latirismo en Cataluña. Su aportación duplicó la estadística mundial, ya que en aquellas fechas solo existía en la literatura médica un caso con estudio anatómico documentado en Rusia. En el estudio epidemiológico realizado por ambos en un grupo de pacientes afectados, entre otros síntomas, de parálisis en el tren inferior que fueron diagnosticados en primera instancia como afectados de esclerosis múltiple, los doctores comprobaron que lo que unía a todos ellos era una dieta prácticamente carente de proteínas y basada en la ingesta de almortas [1].  
Semillas de almorta. Foto.
La neurotoxina responsable del latirismo es un aminoácido, el ODAP (acido s-N-oxalyl-diamino-propionico). Según el texto de Spencer & Schaumburg, Neurotoxicología Experimental y Clínica los factores asociados con la enfermedad del latirismo son el agotamiento, los escalofríos, la desnutrición y, a veces, la fiebre; todos esos síntomas aparecen con mayor frecuencia en hombres jóvenes y se ajustan exactamente a la situación de McCandless. Sendos análisis de las semillas de H. alpinum y H. mackenzii realizados en la Universidad de Indiana y en unos laboratorios de Ann Arbor, demostraron que el aminoácido causante del latirismo estaba presente en ambos y, de hecho, en concentraciones más altas que las encontradas en las almortas.
Teniendo en cuenta que los niveles de ODAP potencialmente dañinos se encuentran en las semillas de H. alpinum, y dados los síntomas que McCandless describió y atribuyó a la ingesta de las mismas, hay razones más que suficientes para creer que McCandless contrajo el latirismo al comerlas en exceso. La ingesta de semillas no lo mató, pero lo debilitó tanto como para que al final se sintiera «extremadamente débil», «demasiado débil para salir», y tuviera «muchos problemas solo para mantenerme en pie». No estaba realmente hambriento, sino que se iba paralizando lentamente.
La última foto que se tomó Alexander Supertramp. Foto.
No fue su arrogancia lo que acabó con él, sino la ignorancia. Si la guía de plantas comestibles que McCandless llevó con él hubiera avisado de que que las semillas de Hedysarum alpinum contienen una neurotoxina que puede causar parálisis, probablemente McCandless habría salido de Alaska a finales de agosto sin mayores dificultades de las que había tenido cuando llegó en abril, y aún estaría vivo. Si hubiera sido así, Alexander Supertramp tendría ahora cincuenta años.




[1] Durante la Guerra Civil y el franquismo las gachas de almorta constituyeron un plato básico en la alimentación de las familias causado por la escasez y por el aislamiento internacional del Régimen. De hecho su producción y comercialización fue promovida por el franquismo. En 1944, tras ocultar los efectos tóxicos por la falta de alternativas alimenticias, se prohibió su consumo y se  retiraron las existencias de harina de almorta ante la extensión de la enfermedad. La prohibición quedó plasmada en 1967, cuando se aprobó el primer código alimentario español. Hasta la fecha, a pesar que numerosos artículos de ese código han sido derogados a lo largo de los años, la prohibición para consumo humano de las semillas de almortas y sus derivados no ha sido levantada. Es decir, está prohibido venderlas para consumo humano aunque todavía continúen vendiéndose etiquetadas como “pienso”. En 2010, un comité científico español que estudió la toxicidad de Lathyrus sativus consideró que el consumo de almortas solo puede ser esporádico. De hecho, aún pueden comerse gachas de almorta en algunos restaurantes del ámbito rural español.