miércoles, 29 de agosto de 2018

Mimetismo y camuflaje: pruebas inequívocas de la evolución


Vean la foto que encabeza este artículo. Está tomada en una roca de los Alpes. La roca está colonizada por (al menos) dos líquenes diferentes, uno anaranjado (Xanthoria elegans) y el otro gris (Brodoa intestiniformis). Sobre este último hay una polilla del mismo color, que se camufla perfectamente sbre el fondo liquénico.
Cuando no te mueves por los escalones superiores de la cadena alimenticia y no puedes confiar en el cerebro o en la fuerza muscular para evitar que te devoren, hay que emplear algunos trucos. Existen muchos mecanismos de defensa en el mundo animal, pero algunos de los más maravillosos son el mimetismo y su pariente, el camuflaje.
El mimetismo es una habilidad que ciertos seres vivos poseen para asemejarse a otros organismos (con los que no guardan relación) y a su propio entorno para obtener alguna ventaja funcional. El objetivo principal del mimetismo es engañar a los sentidos de los otros animales que conviven en el mismo hábitat, induciendo en ellos una determinada conducta. Los casos más conocidos afectan a la percepción visual, pero también hay ejemplos de mimetismo auditivo, olfativo o táctil.
El objetivo del mimetismo puede ser la cripsis (camuflaje) pero, aunque muchos de los mejores ejemplos lo son a la vez de ambos fenómenos, no deben confundirse ambos conceptos. La diferencia radica en que en el mimetismo un ser vivo se asemeja a otros de su entorno y en la cripsis el ser vivo se asemeja al propio entorno donde vive. Ambos sirven para asegurar su supervivencia. Los insectos, que son despensas de proteínas fáciles de conseguir para las aves y otros depredadores, son maestros del mimetismo y el camuflaje.
El extremo de esa pequeña oruga inofensiva imita la cabeza de una serpiente venenosa.
Muchos ortópteros (orden Orthoptera) y algunos fásmidos (orden Phasmatodea) tropicales parecen hojas, lo mismo que hacen algunas mariposas; el aspecto típico de los Phasmatodea (insectos palo) es el de una ramita o paja. Las orugas de las mariposas de la familia Geometridae se posan con el cuerpo rígido adoptando el aspecto de una pequeña rama o pecíolo foliar seco. Pero entre mis favoritos se cuentan un pajarito que pretende ser una oruga tóxica y espinosa, y diez pequeñas orugas que parecen serpientes grandes y aterradoras.
Con el camuflaje, el objetivo es simplemente desaparecer. Una herramienta útil que se consigue a través de generaciones de adaptación, permite que los organismos se mezclen con su entorno. Vamos con ello.
Un jardín de hepáticas sobre el dorso de ese gorgojo del bosque húmedo chileno. Foto.
Muchos de nosotros estamos familiarizados con organismos como los cangrejos decoradores que utilizan pedazos de su entorno, especialmente anémonas de mar vivas, como una forma de camuflaje y protección. También conocemos sobrados ejemplos de insectos terrestres que unen partes de líquenes a su cuerpo para camuflarse. Sin embargo, hay al menos dos grupos de artrópodos que hacen de su camuflaje el cultivo de jardines minúsculos en sus cuerpos.
Poco se sabe acerca de estos artrópodos que crecen en el jardín. Hasta la fecha, estos jardines en miniatura solo se conocen en algunas especies de gorgojos del género Gymnopholus, así como en una especie de milpiés llamado Psammodesmus bryophorus. Este tipo de simbiosis epizoica ajardinada es una forma de protección que camufla a los “jardineros” en su entorno.
Briófitos creciendo en el dorso de un ejemplar macho del milpiés Psammodesmus bryophorus, del bosque andino de Colombia. Foto
De hecho, ambos grupos de artrópodos frecuentan áreas expuestas. Lo más notable de esta relación es que la plantas no se colocaron en el exoesqueleto arrancándolas de algún lugar del entorno. No: han estado creciendo activamente allí desde el principio. Una inspección más detallada de la cutícula de estos artrópodos revela adaptaciones estructurales únicas, como cavidades y pelos que proporcionan microclimas favorables para que las esporas germinen y crezcan.
Las comunidades de plantas consisten principalmente en musgos y hepáticas. Al menos están representadas cinco familias diferentes de hepáticas y una de musgos. Aún más notable es el hecho de que incluso estas pequeñas comunidades vegetales son suficientes para sustentar un ecosistema en miniatura propio. Los investigadores han encontrado numerosas algas como diatomeas, líquenes y una variedad de hongos que crecen en medio de los musgos y las hepáticas. Estos a su vez son compatibles con pequeñas comunidades de ácaros. Parece que hay todo un ecosistema ignoto que vive sobre el dorso de estos misteriosos artrópodos.
Base elíptica de Gymnopholus (Niphetoscapha) nitidus con exudados (39). Figuras 40 a-b. Gymnopholus (Niphetoscapha) inexspectatus, espécimen vivo con incrustaciones de algas y líquenes. Foto
Aún queda mucho por aprender sobre esta relación simbiótica. Aunque el camuflaje es la hipótesis principal, no se ha hecho ningún trabajo para investigar realmente los beneficios que estos artrópodos reciben del crecimiento activo de estos jardines en miniatura sobre sus dorsos. Los misterios todavía abundan. Por ejemplo, en el caso del milpiés, los jardines se encuentran con mayor frecuencia en las espaldas de los machos que en las espaldas de las hembras. ¿Podría ser que los machos pasen más tiempo buscando en su entorno y así se beneficien del camuflaje adicional? Solo la investigación lo dirá.
Veamos ahora un caso extraordinario de camuflaje enmarañado y carnavalesco que realiza un saltamontes longicorne de la familia Tettigoniidae, que incluye más de 6.400 especies. En general son de colores crípticos, y muchos de ellos se mimetizan como hojas. La mayoría son nocturnos y producen llamadas estridentes. Es común oírlos en las noches de verano y comienzos de otoño. Se diferencian de los saltamontes comunes por sus largas antenas, que pueden ser más largas que el resto del cuerpo.
Markia hystrix caminando sobre líquenes filamentosos. La fotografía pertenece al vídeo de abajo.  
Entre estos ortópteros longicornes se cuenta un maestro que se mimetiza con un liquen filamentoso y al mismo tiempo se camufla entre la maraña formada por el propio liquen. Se trata de Markia hystrix, el liquen katydid, de América Central y del Sur. Es un herbívoro y vive en el dosel del bosque. En estado de ninfa, el ortóptero es la viva imagen de un liquen que abunda en su hábitat. El detalle es tan específico que incluso el cuerpo sólido oscuro está grabado con líneas que se parecen a los líquenes, creando la ilusión de que esto no es más que un extraño mechón etéreo de filamentos liquénico, aunque sea un mechón con seis patas y un buen par de antenas.
El fotógrafo de vida silvestre David Weiller tomó algunas imágenes del extraordinario liquen katydid en la provincia de Cartago, Costa Rica. Vea por usted mismo en este vídeo cómo esta criatura viaja tranquilamente a lo largo de su liquen protector y verá que resulta difícil decir dónde terminan los líquenes y dónde comienza el insecto. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.


Bibliografía recomendada
Gressitt, J. L. et al. 1968. Moss growing on Living Papuan Moss-forest Weevils. Nature, 217: 765–767.
Gressitt, J. L. y  Sedlacek, J. 1970. Papuan Weevil Genus Gymnopholus: Second Supplement with studies. in Epizoic Symbiosis. Pacific Insects 12 (4): 753-762.
Martínez-Torres S. et al. 2011. Meeting between kingdoms: discovery of a close association between Diplopoda and Bryophyta in a transitional Andean-Pacific forest in Colombia. International Journal of Myriapodology, 6: 29-36. doi.org/10.3897/ijm.6.2187.