martes, 14 de agosto de 2018

Mieles que matan


Rhododendron maximum

Viajando el verano pasado por los Apalaches, un lugareño que vendía productos locales en una tienda que ya era vieja cuando se unieron los Beatles, me habló de una especie de arbusto local, el “rosebay” que tenía la peculiariedad de producir néctar tóxico. Para alabar la calidad de su miel, el buen hombre me dijo que él nunca colocaba sus colmenas cerca de una mancha de rosebay por temor a la llamada "miel loca". Naturalmente, huelga decir que la cosa me intrigó y, tras aplicarle un tercer grado botánico al amable melero, salí en busca del arbusto, que resultó ser una especie de rododendro o azalea (Rhododendron maximum), que, dada su espectacular floración, no le habrá pasado desapercibido a cualquiera que haya pasado en primavera por los Apalaches.
Rhododentron luteum. Foto.

La producción de néctar tóxico no es un fenómeno nuevo. Los seres humanos han sabido del néctar tóxico desde hace miles de años. De hecho, la miel elaborada por las abejas melíferas a partir de especies europeas como Rhododendron luteum y R. ponticum se ha usado más de una vez durante tiempos de guerra. Galos, lombardos, sajones y britanos colocaban colmenas que contenían miel tóxica a lo largo de los caminos por los que pasaban los soldados romanos quienes, después de consumir el dulce y aparentemente inocuo alimento, pasaban a mejor vida un tanto estupefactos por los cólicos repentinos.
Pero vamos a lo que vamos. La presencia de néctar tóxico parece bastante confusa. A fin de cuentas, la función principal del néctar es servir como recompensa para los animales polinizadores. Así las cosas, ¿por qué entonces una planta bombea hasta sus flores sustancias potencialmente dañinas para quienes vienen a hacerle un servicio de primera?
Se ha demostrado que el néctar de Catalpa bignoniodes repele a algunas hormigas y mariposas, pero no a los abejorros.

Hay que mencionar en este punto que los Rhododendron no están solos. Una multitud de especies de plantas producen néctar tóxico. Los productos químicos que los hacen tóxicos, aunque poco conocidos, varían casi tanto como las plantas que los producen. Aunque ha habido investigaciones repetidas sobre este fenómeno, las razones exactas siguen siendo difíciles de conocer hasta el día de hoy. Aún así, los investigadores han sacado a luz algunos datos interesantes y muchas bonitas hipótesis destinadas a explicarlo.

Las primeras investigaciones sobre el néctar tóxico dieron origen a la hipótesis de la fidelidad de los polinizadores. Los investigadores se dieron cuenta de que muchas abejas parecen ser más resistentes o menos sensibles a los alcaloides tóxicos del néctar que algunos lepidópteros. Eso llevó a la especulación de que tal vez algunas plantas introducen compuestos tóxicos en su néctar para disuadir a los polinizadores ineficientes, lo que lleva a una mayor especialización entre los insectos polinizadores que pueden manejar las toxinas.
Se cree que el néctar de Cyrilla racemiflora es tóxico para algunas abejas. Foto.

Otra hipótesis es la del ladrón de néctar. Esta hipótesis, surgida de investigaciones sobre los catalpas americanos, unos árboles muy cultivados en todas las ciudades del mundo y que contienen un potente arsenal de sustancias venenosas que son letales para casi todos los herbívoros, es bastante similar a la hipótesis de fidelidad del polinizador, excepto que se extiende a todos los organismos que podrían robar el néctar de una flor sin proporcionar ningún servicio de polinización. Como tal, se trataría de una respuesta defensiva de planta.
Cuando la africana Spathodea campanulata es invasora, su néctar causa una mayor mortalidad en las colmenas de abejas nativas. Foto.

Finalmente, podría ser que el néctar tóxico no tenga ningún beneficio para la planta en absoluto. Tal vez el néctar tóxico es simplemente el resultado de la selección de compuestos de defensa en otras partes de la planta y, por lo tanto, se expresa en el néctar como resultado de la pleiotropía. En biología, la pleiotropía es el fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos distintos y no relacionados. Un ejemplo es la fenilcetonuria, para la cual un único gen modifica la producción de una enzima y eso produce deficiencia intelectual, problemas en la coloración de la piel, y otros síntomas. Otro caso conocido es el de la talasemia, en la que la mutación génica de un nucleótido convierte la hemoglobina normal en tipo S, lo que afecta de múltiples formas al organismo (cambio de forma en eritrocitos, fuertes dolores por todo el cuerpo, cierta resistencia a la malaria...). 
Si ese fuera el caso, entonces el néctar tóxico podría no estar sujeto a presiones de selección tan fuertes como lo es la defensa general contra los herbívoros, porque las plantas puede que no sean capaces de controlar qué compuestos acaban por depositarse en su néctar. Siempre que la defensa contra herbívoros supere los costes impuestos por el néctar tóxico, las plantas pueden no tener la capacidad de evolucionar evitando tales rasgos en todos sus órganos y tejidos.

Entonces, ¿adónde nos lleva la ciencia con estas hipótesis? ¿Los datos apoyan alguna de ellas? Aquí es donde las cosas se nublan como si uno hubiera ingerido miel de rododendro. A pesar del gran interés, las evidencias que apoyan las distintas hipótesis escasean. Algunos experimentos han demostrado que, de hecho, cuando se les ofrece una opción, algunas abejas prefieren el néctar tóxico al no tóxico. Además, el néctar tóxico parece inducir a que las hormigas dejan de visitar las flores; sin embargo, muchos experimentos no han demostrado ningún efecto apreciable sobre las abejas o las hormigas. Además, al menos una investigación descubrió que la cantidad de compuestos tóxicos dentro del néctar de ciertas especies varía significativamente de una población a otra. Lo que eso significa para la polinización es algo por descubrir.

En pocas palabras, todavía es demasiado pronto para decir si el néctar tóxico es adaptativo o no. Es muy posible que no imponga un efecto negativo suficiente en la aptitud de la planta para evolucionar. Se necesita profundizar más en el tema. Si alguna vez busca un proyecto de tesis doctoral, ahí existe una magnífica oportunidad. Mientras tanto, hágase un favor y no coma miel loca.
©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca
Bibliografía recomendada

[1] En biología la pleiotropía (del griego pleíōn, "más", y trópos, "cambio") o polifenia (término menos usado) es el fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos o caracteres distintos y no relacionados. Ejemplo de ello es la fenilcetonuria, para la cual un único gen varía la producción de una enzima, y esto produce deficiencia intelectual, problemas en la coloración de la piel, etcétera. Otro caso conocido es el de la talasemia, o anemia de células falciformes, en la que la mutación génica de un nucleótido convierte la hemoglobina normal en tipo S, lo que afecta de múltiples formas al organismo (cambio de forma en eritrocitos, fuertes dolores por todo el cuerpo, cierta resistencia a la malaria...). El albinismo de los animales tiene un efecto pleiotrópico en sus emociones, porque los hace más reactivos a su entorno, algo que parece ser consecuencia de la afectación del sistema visual.
Fuente original: Traducida, adaptada y editada a partir de: http://www.indefenseofplants.com/