Blossfeldia liliputana. Foto. |
Hablemos de los cactus, de los más grandes y
de los más pequeños. Cactus es un nombre genérico que agrupa a muchas plantas
que tienen en común un conjunto de adaptaciones a medios áridos, la más vistosa de
las cuales es la acumulación de agua en sus tejidos, lo que les confiere unos
tallos gruesos y carnosos (suculentos), que suelen venir acompañados de
espinas. Aunque ese tipo de adaptación se presenta en varias familias de
plantas que tienen una notable semejanza con los cactus y que, frecuentemente,
son así llamadas en el lenguaje corriente. Sin embargo, esto se debe a la
evolución paralela o convergente (similares presiones selectivas resultan en
morfologías parecidas), ya que ninguna de ellas está estrechamente emparentada
con las cactáceas. La característica identificativa más clara de la familia de
los cactus es la areola, una estructura especializada de donde surgen las
espinas, los vástagos nuevos y, en muchas ocasiones, las flores.
Los verdaderos cactus se incluyen en la
familia cactáceas (Cactaceae), que apareció sobre la Tierra hace unos cuarenta
millones de años. Bueno, más que sobre la Tierra, debería decir en América,
porque las cactáceas son exclusivamente americanas. El continente americano
estaba unido a los demás, pero se fue separando progresivamente por la deriva
continental. Las especies endémicas del Nuevo Mundo debieron desarrollarse
después de esta separación; la separación más significativa tuvo lugar en los
últimos 50 millones de años. Esto podría explicar la inexistencia de cactus en
África: estos evolucionaron en América cuando los continentes ya se habían
separado.
Carnegeiea gigantea. Saguaro National Monument. Tucson, Arizona |
Los cactus son unos organismos perfectamente
adaptados para la vida extrema de los desiertos. Las adaptaciones son tanto
fisiológicas como anatómicas. Empecemos por alguna de las primeras, la
principal de las cuales es su ritmo diurno. Recuerden una cosa: la mayoría de
las plantas realizan la fotosíntesis de día (fabrican sus alimentos) y respiran
de noche (consumen sus alimentos). Tanto la fotosíntesis como la respiración
requieren intercambio de gases. En el primer caso, la entrada de dióxido de
carbono (CO2), y en el segundo el consumo de oxígeno. En ambos casos, el
intercambio de gases se hace a través de unos poros llamados estomas. Recuerde
también que los estomas son como nuestros poros: si se calienta la epidermis, el agua escapa
por los estomas y la planta se deshidrata. Si uno quiere vivir en los
desiertos, o se pone en la sombra, o cierra sus poros. Nosotros no podemos
hacerlo, pero las plantas tienen la capacidad de abrir y cerrar sus estomas.
Muchas plantas crasas y los cactus tienen el
llamado metabolismo CAM (Metabolismo Ácido de las Crasuláceas, por sus siglas
en inglés). Cierran los estomas en las horas de máxima insolación y los abren
al amanecer y al anochecer, y de esta forma "ahorran" agua. Es una
gran estrategia que les ha servido para sobrevivir en ambientes hiperáridos. Lo
que distingue al CAM del metabolismo del resto de las plantas es que separan la
fotosíntesis en dos etapas, independientemente de la respiración.
Las plantas normales fotosintetizan azúcar a
partir del CO2 directamente, de una vez. Eso implica que cuando hay luz deben
tener los estomas abiertos. Las plantas CAM usan un ácido orgánico, el málico, como
intermediario. Es decir, por la noche incorporan CO2 formando malato a partir del
ácido málico, un proceso que no requiere luz, y por el día generan azúcares a
partir del malato sin necesidad de tener los estomas abiertos. Por eso los
cactus saben ácidos por la noche y dulces por el día.
Pachycereus pringlei. Desierto El Vizcaíno, Baja California. |
Las hojas de las plantas sirven para fotosintetizar,
pero en su epidermis se acumulan los estomas, lo que significa que son unos
órganos que favorecen a deshidratación. Para quien quiera vivir en un desierto,
las hojas sobran. Por eso los cactus no las tienen: las han transformado en espinas, con lo que
tienen una doble ventaja: reducen la superficie de deshidratación y tienen unos
elementos disuasorios de primera frente a los herbívoros. Como no tienen hojas,
la fotosíntesis se lleva a cabo en los tallos; por eso los tallos de los cactus
son verdes. Además, los cactus acumulan
agua en los tejidos hidrófilos de los tallos, lo que les convierte en una
especie de “cantimploras”, capaces de resistir
sequías extremas.
Hablemos ahora del tamaño de los cactus, de los
más grandes y del más pequeño. El saguaro o sahuario (Carnegiea gigantea), como comúnmente se conoce a esta
planta, es el cactus columnar típico del Desierto de Sonora, que habrán visto
en decenas de películas. El saguaro tiene un característico tallo columnar, que
por los general alcanza los 12 m de
altura, aunque algunos ejemplares pueden llegar a los 18, e incluso se ha
registrado uno de 23,8 m [1]. Tampoco le van a la zaga los cardones
endémicos de la península de Baja California, México. A tan sólo 50 km
al sur de La Paz, en el Santuario de los Cactus
de El Rosario, vive protegido otro de los cactus más grandes del mundo,
el cardón gigante columnar, Pachycereus
pringlei, algunos de cuyos ejemplares pueden llegar a medir
hasta 19 metros, con un tronco que alcanza fácilmente el metro de diámetro.
Blossfeldia liliputana. La moneda, un centavo estadounidense, tiene 19 mm de diámetro. Foto. |
Y ahora vamos con los cactus liliputienses, uno
de los cuales lleva el muy acertado nombre científico de Blossfeldia liliputana [2], la especie de cactus más pequeña del mundo. Con un diámetro máximo de solo 12 mm, esta maravillosa suculenta es
difícil de encontrar escondida entre los rincones y grietas de los
afloramientos rocosos. Pero si su tamaño es interesante en sí mismo, la
biología de B. liliputana también es
francamente original.
B. liliputana es nativa
de las regiones áridas comprendidas entre el sur de Bolivia y el norte de
Argentina. Parece que prefiere crecer acuñada entre las grietas de las rocas, ya
que estas son generalmente los lugares donde el suelo se acumula lo suficiente
como para echar raíces. La formación de raíces, no obstante, no tiene lugar durante
bastante tiempo. La mayoría de las veces, los nuevos individuos surgen
directamente de la planta madre. No emergen de la base, sino de los tejidos
apicales, otra característica única de este cactus. Además, B. liliputana no produce
espinas. En cambio, sus numerosas areolas están cubiertas por una densa capa de
tricomas (pelos ramificados en forma de estrella) que forman una especie de
fieltro.
Ejemplares de Blossfeldia liliputana creciendo en hileras en la fisura de una roca, cerca de Purmamarca, Argentina. Foto. |
Como no podía ser menos, B. liliputana pasa desapercibida hasta que llega el momento de
florecer. Imagine un ramo de pequeñas flores de cactus de color blanco a rosado que sobresalen de una grieta. Es un espectáculo asombroso. A pesar de la
apariencia vistosa de sus flores, se cree que la mayoría se autofertilizan sin
necesidad de ningún animal polinizador, lo que es una ventaja en un medio donde
la vida escasea.
A diferencia del resto de las cactáceas, que
regulan perfectamente su equilibrio hídrico (son estenohídricas), B.
liliputana es un organismo poiquilohídrico, lo que significa que no tiene
la capacidad de regular su contenido de agua interno. Los investigadores han
descubierto que pueden perder hasta un 80% de su peso en agua y pueden mantener
ese estado durante dos años sin ningún efecto negativo; por eso, las colonias
de estos pequeños cactus a menudo parecen encogidos o aplastados. Una vez que
llegan las lluvias, recupera su forma redondeada original sin
problemas. Sorprendentemente, una cantidad significativa de absorción de agua
ocurre a través de las areolas vellosas que cubren su superficie; por lo tanto,
la planta no necesita tener raíces durante mucho tiempo.
Hablando de la regulación del agua, B. liliputana tiene otro récord: tener
la menor densidad de estomas de cualquier planta vascular autótrofa terrestre. Como
los estomas son los poros por los que las plantas regulan el intercambio de
agua y gases, tener tan pocos podría tener algo que ver con el porqué esta
especie pierde y obtiene agua a un grado tal que mataría a la mayoría de las
demás plantas vasculares.
Otra cualidad peculiar de este cactus son sus
semillas. A diferencia de todos los demás cactus, cuyas semillas son duras y
relativamente lisas, las de B. liliputana
son peludas. Cada semilla produce una pequeña estructura carnosa llamada arilo,
que ayuda a su dispersión. Como resultado, B.
liliputana usa a las hormigas como sus principales dispersores de semillas.
Atraídas por el arilo carnoso, las hormigas arrastran las semillas a sus nidos,
extraen y comen el arilo, y luego descartan la semilla. Esto es una buena
noticia para el cactus porque sus semillas terminan en lugares ricos en
nutrientes protegidos tanto de los elementos como de los depredadores de las
semillas, en unas condiciones mucho más adecuadas para la germinación.
No hace falta decir que B. liliputana es un poco rara con respecto a otros cactus. Sus
características morfológicas y anatómicas, junto con su extraña biología, han
hecho que sea difícil para los taxónomos establecer su relación con el resto de
la familia cactáceas. Sin duda, se merece su propio género, del cual es la única
especie; por lo demás, los análisis genéticos más recientes sugieren que es lo
suficientemente original como para formar su propia tribu (Blossfeldieae) dentro
de las cactáceas. También es un buen ejemplo de que los mejores perfumes vienen en frascos pequeños. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.
[1]
Arizona-Sonora Desert Museum Press (2000). A Natural History of the Sonoran
Desert. University of California Press. p. 628.
[2] El
nombre "liliputana" es una referencia a la isla ficticia de Liliput,
de los Viajes de Gulliver cuyos
habitantes se decía que eran enanos.
Bibliografía recomendada
Barthlott,
W. y Porembski, S. 1996. Ecology and Morphology of Blossfeldia liliputana
(Cactaceae): a Poikilohydric and almost Astomate Succulent. Plant Biology, 109 (2): 161-166. https://doi.org/10.1111/j.1438-8677.1996.tb00556.x.
Butterworth,
CH. 2006. Resolving “Nyffelr’s puzzle” – The intriguing taxonomic position of
Blossfeldia. Haseltonia 12 :3-10. https://doi.org/10.2985/1070-0048.(2006)12[3:RNPITP]2.0.CO;2
Gorelick, R.
2004. Resolving the phylogenetic placement of Blossfeldia liliputana
(Cactaceae): reticulate evolution, chloroplast inheritance, and graft-chimeras.
Bradleya 22:9-14. https://doi.org/10.25223/brad.n22.2004.a2.