Cuando conduzco sin necesidad de llegar a una hora determinada a
algún sitio concreto, me gusta pararme donde me da la gana. Conozco gente que está
tan inmersa en su navegador que no ve nunca el territorio por el que pasa, y
otros que, después de haberse trazado una ruta, se aferran a ella como si
estuvieran encajados con ruedas de pestaña en unos raíles. Así que cuando conduzco
entre Nashville y Kansas City, cruzo el Ohio y me detengo en el área de descanso
que rodea el centro
de visitantes del Camino de las Lágrimas, cerca de Anna, Illinois. Después
de un tórrido verano continental, las hojas de los arces, las pacanas y los
tulíperos, una maraña tupida y agobiante en aquella área de descanso, colgaban
inertes esperando que la primera helada les diese un golpe de color y la
segunda las arrancase de las ramas poniendo fin a su temporada anual.
En el aparcamiento del centro de visitantes hay una lápida en
memoria de un tal King Neptune, un
cerdo mascota de la Marina. El locuaz encargado, encantado de darme a conocer
la mayor atracción de ese poblachón perdido entre campos de soja y maíz, me da
las instrucciones para llegar a la tumba original en el que fue enterrado el cochino patriota. Si tiene ocasión de conducir por allí, haga lo que hice yo siguiendo
las instrucciones del encargado: hay que desviarse más o menos un kilómetro
por la carretera local 146 tomándola desde su intersección con la interestatal
I-57: luego mire a su derecha, hacia un estacionamiento de camiones. Verá una vieja
lápida de piedra que cubría la tumba de un cerdo de 350 kilos.
Corría el año 1943 y la carne de cerdo, como muchas otras cosas, estaba
racionada. En Anna residía Don C. Lingle, un hombre que se había alistado en la
Marina con objeto de ver mundo, pero que fue destinado como reclutador en
Marion, Illinois. Un amigo de Lingle, un tal Boner, granjero de la vecina West
Frankfort, le dijo que en cuanto tuviera ocasión le regalaría carne de cerdo. Lingle
esperaba chuletas. Lo que recibió fue un cochinillo gritón que era el benjamín
de una excelente camada de doce sonrosados cerditos Hereford. Lingle llamó al
cerdo Rey Neptuno, un nombre
apropiado para un cerdo que iba a servir en la Armada, porque el reclutador
tuvo la idea de subastar el cerdo para ayudar a construir un destructor, el USS Illinois,
que por entonces era poco más que un armazón de acero en los astilleros
militares de Filadelfia.
Poco después de que se hiciera con Rey Neptuno, Lingle se puso en contacto con L. Oard Sitter, un
subastador de Anna, para que vendiera el animal. En esos días estaba programada
una subasta para recaudar bonos de guerra en Marion. Lingle se presentó allí
con el cerdo cubierto con una manta azul de la Marina y lo puso como un objeto
más de la subasta. El rey fue subastado por piezas. Una pata valía 100 dólares
en bonos; un jamón, 500 y una paletilla, 300. Cuando terminó la subasta, el
puerco marinero había recaudado 11.200 dólares en bonos de guerra.
Los compradores devolvieron el cochino a Lingle y Rey Neptuno inició su imparable camino a
la fama. La siguiente vez que entró en escena iba vestido con su manta azul
marino y tocado con una corona dorada y unos aretes de plata donados por un
club de mujeres. Recaudó más de 50.000 dólares. En su tercera aparición recaudó
más de medio millón. Ya era tan popular que el animal fue elegido socio
perpetuo de los Elks, un club ciudadano de Illinois.
´La vieja y vandalizada lápida original de la tumba de King Neptune. |
En 1963, la construcción de la interestatal I-57 obligó a reubicar
la tumba en un terreno que Lingle donó en la carretera 146 al este de la I-57. La
fracturada lápida todavía permanece allí, pero se instaló un nuevo hito en el
área de descanso de la I-57, junto al centro de visitantes del Camino de las
Lágrimas, que es visitada por cientos de viajeros cada día.
Entre ellos me cuento. Como no tengo a mano un buen jamón serrano,
abro una Bud y me zampo un sándwich
de york en recuerdo del Rey Neptuno,
monarca, si no de los mares, sí de los océanos de hierba verde que son las
praderas del Midwest. Me despido de mi improvisado cicerone, le invito a
visitar Alcalá, arranco y sigo mi camino. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.