La semana pasada el
Ayuntamiento de Alcalá presentó un plan de movilidad que implica la moderada remodelación
del tráfico rodado en algunos puntos del centro de la ciudad. Sin que sea, ni
de lejos, una solución definitiva, es un paso en la buena dirección. Como no
podía ser menos, no han faltado las reacciones negativas que incluyen el
recuerdo que algún político inane y la caverna que lo rodea ha hecho al plan de
peatonalización que impulsé en mi etapa al frente del Consistorio, cuya
suspensión me parece que no ha hecho sino agravar los problemas de congestión,
contaminación y deterioro de nuestro centro monumental
En 2001, cuando yo
era alcalde, en el mundo se fabricaba un coche nuevo cada segundo. En 2017 la
cifra se había triplicado. Las fábricas de todo el mundo produjeron 97,3
millones de vehículos, lo que representa una progresión del 2,4% en comparación
con los 95 millones de unidades contabilizadas en 2016. En definitiva, en 2017
se produjeron 265.000 vehículos al día; tres por segundo. Una noche te duermes
y, a la mañana siguiente, se han fabricado 90.000 coches nuevos. El aumento en
la tasa de fabricación ha hecho que el parque automovilístico mundial se haya más
que duplicado entre 2001 (550 millones) y 2017 (1.200 millones).
Según los datos que recopiló
en 2010 la fundación Carnegie
Endowment for International Peace, con sede en Washington DC, España es el
cuarto país del mundo desarrollado con más coches por cada 1.000 habitantes,
con 480 vehículos. Asumiendo el porcentaje español, el número de vehículos que
nos toca en Alcalá de Henares es de unos cien mil. Las matriculaciones de
turismos en España el pasado abril crecieron un 12,27% respecto al mes de abril
de 2017. En total, en abril se matricularon 113.816 turismos y en los últimos
doce meses se han vendido 1.279.772 automóviles de pasajeros, un 9,33%, más que
el año anterior.
Fábrica de Hyundai, en Ulsan (Corea del Sur), la mayor fábrica de automóviles del mundo. |
Para lo que aquí nos
trae, el problema no es ya el incremento en la producción de vehículos a motor,
sino su concentración en las ciudades. El hombre es ya una especie animal
predominantemente urbana: más de la mitad de la población mundial vive en
ciudades de más de 300.000 habitantes, y además su crecimiento se ha acelerado
desde mediados del pasado milenio. Por primera vez en la historia más de la
mitad de la población mundial vive en ciudades. En 1950 sólo el 30% de la
población mundial vivía en ciudades. Hoy día, el porcentaje mundial de
urbanitas asciende al 54%. Con esa tasa, se prevé que en el 2050 este
porcentaje alcance ya al 70% de la población mundial: siete de cada diez
personas vivirán en entornos urbanos dentro de 30 años.
Para afrontar los
retos que plantea esta urbanización sin precedentes, debemos actuar y poner nuestra
salud y bienestar en el centro del diseño urbano. En 1990 las ciudades
consumían menos de la mitad del total de la demanda energética total, hoy en
día consumen dos tercios. Debido a este consumo, las ciudades emiten el 70% de
las emisiones antropogénicas de dióxido de carbono con sus consiguientes efectos
sobre el cambio climático y, a su vez, van a sufrir el grueso de los problemas
derivados del mismo. El incremento del uso de energía implica el aumento de la
contaminación atmosférica en las ciudades, un 90% de las cuales ya tienen
concentraciones de inmisión que sobrepasan los niveles recomendados por la OMS.
Todo ello implica, entre
otras cosas, que la transición energética se debe concretar en los municipios,
y especialmente, en las ciudades. Además, esta transición energética puede ser
una oportunidad para repensar, renovar y transformar el espacio urbano y los
usos ciudadanos y podrá convertirse en el vector de cambio urbano e integración
territorial. Además, y todavía más importante, mejorar la calidad del aire en
las ciudades debe ser prioridad absoluta para gobiernos, ayuntamientos y
planificadores urbanos. La ciencia es clara: la vida urbana es nociva para la
salud. Más de 135.000 artículos científicos hablan sobre contaminación del aire
y salud, según recoge Pubmed,
la mayor base de datos de publicaciones biomédicas. La evidencia científica es
clara: la vida urbana actual lleva asociados graves impactos negativos para
nuestra salud. Pero el simple hecho de vivir en una ciudad no debería implicar
estos riesgos, sobre todo porque son perfectamente evitables.
¿Cómo podemos
trasladar esta emergencia de salud pública a la ciudadanía y a la toma de
decisiones políticas? Tenemos un doble reto por delante: hacer comprensible
esta información para la opinión pública, es decir, para las personas de la
calle que no son científicas, y como objetivo último, trasladarlo a la toma de
decisiones políticas.
ISGlobal
ha elaborado el informe digital interactivo las #CiudadesQueQueremos,
que
pretende resumir y adaptar la información científica sobre vida urbana y salud
para que sea comprensible para un público general. Científicos y comunicadores se
han puesto a trabajar juntos para explicar con palabras sencillas, vídeos e
ilustraciones las claves para construir ciudades más saludables y sostenibles. Durante
la elaboración del informe, uno de los mensajes clave que lanzaron los científicos
es que se trata de una emergencia de salud pública mundial a la que se puede
hacer frente desde hoy mismo: hay muchas medidas disponibles para diseñar
ciudades saludables. Es decir, la situación es muy grave, pero hay soluciones.
Las ciudades deben
ser rediseñadas para las personas: espacios con buena calidad del aire, escasos
niveles de ruido y sin islas de calor. Entornos urbanos con más espacios verdes
y que promuevan niveles saludables de actividad física. El automóvil, concebido
desde su aparición como un instrumento favorecedor de la libertad, se ha
convertido en justamente lo contrario: en una pesada carga que, lejos de
favorecer la comodidad de los usuarios, los aherroja y los atrapa,
aprisionándolos en una cárcel mecánica que está convirtiendo a las ciudades en
complejos circuitos automovilísticos y a sus calles y plazas en inmensos
aparcamientos. Casi el 70% de los espacios públicos urbanos está consagrado a
los vehículos, dejando el resto para los usuarios peatonales de las vías
públicas, los cuales, por otra parte, son la inmensa mayoría.
Con el paso del
tiempo, la cultura del automóvil se ha convertido en una subcultura irracional
contraria al interés de la mayoría de los ciudadanos y que trae consigo
elevados costes compartidos en términos de salud, inseguridad vial y deterioro
ambiental. Septiembre tras septiembre, cada convocatoria del Día Sin Coches nos
muestra que es posible disfrutar de nuestra ciudad con mayor calidad de vida,
con mejor empleo de nuestro tiempo, con menos contaminación y ruido, con menos
accidentes, con sostenibilidad en definitiva; cada año nos damos cuenta de que
la ciudad puede y debe ser para los ciudadanos y no para un automóvil que
utilizado de forma torpe y generalizada resulta ser uno de los más peligrosos
depredadores de nuestro medioambiente y de nuestro futuro.
La peatonalización de
cascos históricos monumentales es una medida adoptada con éxito en otras
ciudades europeas cuyo ejemplo es bien conocido. Pese a las controversias
generadas –toda acción genera una reacción y más cuando abundan los
reaccionarios demagogos y quienes defienden intereses mezquinos que no son los
del común de los ciudadanos- los planes de peatonalización han demostrado ser
medidas extraordinariamente positivas en las que todos han tenido mucho que
ganar, incluyendo a quienes se mostraban desde sus inicios más contrarios a la
implantación de los planes peatonales.
A quienes argumentan
que cerrar las calles al tráfico rodado es constreñir la libertad se les
podrían dar muchas razones en contra, pero la más rotunda es que no, que
cuantos menos coches ocupen calles y plazas, mayor será la libertad de todos,
porque mayor será el espacio disponible para compartir en común y no a
conquistar insolidariamente entre unos pocos. En definitiva, no es una cuestión
de libertad, sino de racionalizar el uso y de evitar el abuso de unas máquinas
que pueden hacernos más libres, pero también más esclavos frente a otras
alternativas más solidarias, sostenibles y saludables.
La iniciativa que
ahora emprende el Ayuntamiento de Alcalá es un pequeño paso, pero un paso hacia
delante en la buena dirección de una utopía que de momento se concreta en la
realidad de unas elementales y nada traumáticas medidas de restricción del
tráfico rodado. De cualquier modo, se trata del inicio de un largo camino que
estará empedrado de resistencias y de incomprensiones, pero es una senda
inexorable que hay que recorrer.
Y hay que hacerlo
entre todos, con nuestro esfuerzo solidario en favor de una iniciativa
municipal que nos hará tener una ciudad mejor. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.