Gráfica 1. Fuente. |
A pesar de las buenas expectativas de crecimiento y de la satisfactoria
evolución económica de Europa, lo cierto es que la economía global atraviesa
por un momento que los economistas describen como vulnerable. Las tensiones
geopolíticas, el ascenso insólito del proteccionismo y la subida del petróleo
presionan intensamente sobre el flanco débil de la deuda.
El pasado mes de abril el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó una
nueva e inquietante advertencia sobre el
crecimiento de la deuda mundial. Ese aumento, favorecido por los bajos
tipos de interés, constituye una debilidad grave de la economía global que
puede interpretarse como un riesgo elevado de que se aproxime una nueva crisis
financiera.
Mientras que los analistas económicos y los medios financieros se autoengañan
e intentan vendernos la moto de que generar deuda es una simple e inevitable
consecuencia del bussines as usual,
del hacer negocios, nos estamos ahogando en un maremoto de trampas: la economía
global (estados, empresas y familias) acumula un volumen de deuda de 237
billones de dólares. Esta cantidad constituye en sí misma una amenaza de
inestabilidad, sobre todo en el caso de que los estados no dispongan de
programas razonables para reducirla. Y no solo son riesgos financieros. Con un
volumen de deuda así, cualquier aceleración en el ritmo de subida de tipos de
interés tendría consecuencias nefastas para el equilibrio económico global y
desde luego facilitaría una nueva crisis económica de magnitudes desconocidas.
Por supuesto que un hundimiento en toda regla de la economía global puede
que no ocurra este año ni el siguiente, pero a medida que pasa el tiempo, la
situación continúa deteriorándose de manera exponencial. Por lo tanto, la
fiesta de los precios altos de acciones, bonos y bienes raíces continuará, pero
llegará un momento en que décadas de deudas crecientes y de apalancamientos favorecidos
por los bajos tipos, griparán el motor de la economía una vez por todas.
Algo que ni los analistas financieros, ni los gobiernos, ni los bancos
centrales, ni el FMI tienen en cuenta es la energía. El economista típico hoy
en día mira los mercados globales de la misma manera que un niño que está
esperando que el ratoncito Pérez le cambie un diente por un billete de cinco
euros. Los economistas convencionales simplemente miran las fuerzas del
mercado, los porcentajes y los valores en una hoja de cálculo. Cuando la
actividad económica comienza a disminuir, intentan encontrar la causa y
remediarla con una solución. La mayoría de las veces, las soluciones pasan por
imprimir más dinero, aumentando la deuda, cambiando las tasas de interés o los
porcentajes de impuestos. Y hasta ahí llegan.
En la hoja de ruta de los economistas no figura la energía. Para el
economista típico, la energía siempre estará ahí y si hay algún problema futuro
con la oferta, entonces, por supuesto, el precio resolverá el problema. Como en
la universidad los economistas no reciben formación, ni siquiera somera, de
Física, toda la profesión es una farsa completa cuya ignorancia que explica los
estrepitosos fallos de sus previsiones.
Desgraciadamente, ni los premios Nobel de Economía ni los alumnos más
ilustrados de las mejores escuelas de negocios logran comprender la importancia
de la Termodinámica. En cambio, solo se les enseña cómo la oferta y la demanda de
bienes y servicios influyen en los precios. Aunque las fuerzas de la oferta y
la demanda afectan el precio, solo lo hacen en un corto período de tiempo. Sin
embargo, el factor principal que determina el precio (para la mayoría de los
bienes, servicios, productos básicos, metales y energía) es el coste de la producción.
La oferta y la demanda solo aumentan el precio por encima o lo empujan por
debajo de la línea del coste total de producción.
Veamos el caso de la economía estadounidense que, es con diferencia, la
mayor del mundo. En estos momentos, la deuda de Estados Unidos asciende a 18
billones de dólares, lo que significa que, en números redondos, cada
estadounidense adeuda 57.000 dólares. Como puede verse en la Gráfica 2, la
deuda del país (por dólar de crecimiento del PIB) se dispara como un misil.
Los días de emitir un dólar deuda para obtener uno o dos de crecimiento
económico se han terminado. Muchos podrán creer que esto procede de una gran
conspiración de las élites para controlar a las masas. Sin embargo, es más una
función de la tasa de retorno energética (TRE), es decir, de la disminución de
la energía obtenida por la inversión, y de la termodinámica del agotamiento del
petróleo. Como el coste de producir petróleo es energéticamente cada vez más
caro, la solución es la de los manuales de Economía: emitir más deuda para
cubrir los costes.
Gráfica 1. Incremento de la deuda de Estados Unidos por cada dólar de incremento de su PIB. |
El gráfico anterior se muestra la relación entre la deuda total de los Estados
Unidos (pública y privada) comparada con el PIB nacional. La deuda de todos los
sectores se muestra en azul, mientras que el PIB está en marrón. Notarán que la
deuda total y el PBI de 1950 a 1970 se mantuvieron bastante a la par. Después
de 1970 la deuda aumentó más que el PIB. Eso se debió a dos razones
principales: a que el país alcanzó su pico de producción de petróleo convencional
de 1970, y a que la TRE del petróleo cayó en picado a partir de ese año.
Para contrarrestar la caída en la producción de petróleo y el descenso
en la TRE, la economía de los Estados Unidos se vio obligada a sumar más deuda
por cada dólar de crecimiento del PIB. En la década de 1970, la deuda se incrementaba
una media de 1,5 dólares por cada dólar de crecimiento del PIB, un
endeudamiento que se incrementó a tres dólares por dólar de crecimiento del PIB
en la década de 1980. La cosa no había hecho más que empezar. La escalada de la
deuda despegó a marchas forzadas después de 2000.
Según los datos publicados por el FRED, el Banco de la Reserva Federal
con sede en San Luis, el PIB estadounidense
aumentó desde 10 billones en 2000 a 19,7 billones a finales de 2017. En el
mismo periodo, la deuda total (todos los sectores públicos y privados) aumentó
desde 27,2 billones a unos asombrosos 68,6 billones. Por lo tanto, la deuda
total de Estados Unidos aumentó 41 billones frente a aproximadamente 10
billones de crecimiento del PIB. Eso significa un incremento de cuatro dólares de
deuda por cada dólar de crecimiento del PIB.
Pero no perdamos de vista el pago de los intereses anuales. A una tasa
de interés del 2%, el pago de intereses de esos 68 billones de deuda son aproximadamente
1,4 billones. Se me escapa el cálculo de cuál es la tasa de interés promedio
sobre 68,6 billones de deuda y pasivos, pero si la tasa de interés promedio
aumentara al 5%, entonces el gasto de interés anual se elevaría a 3,4 billones.
Como se suele decir, un billón por aquí y otro por allá, ... suma y sigue.
Desgraciadamente, Estados Unidos no tendrá en el futuro energía barata
disponible para pagar esa deuda. Por lo tanto, a medida que la deuda estalle,
también lo hará el PIB. Además, si tuviéramos que ajustar el PIB por el crédito
y la deuda adicionales, sería muchísimo más bajo que su valor actual. Pero, por
supuesto, las cifras del PIB son calculadas por los mismos economistas a
quienes se les enseña a ignorar la energía en sus estudios de mercado en la
universidad.
Gráfica 3. Evolución (1970-2017) del incremento de la deuda en comparación con el aumento del PIB mundial. |
Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la
deuda global alcanzó un nuevo récord de 237 billones en 2017, un aumento de
21 billones con respecto al año anterior. Ahora, compare eso con el crecimiento
del PIB mundial de 3,9 billones en 2017 (75,4 billones en 2016 a 79,3 el año
pasado). Si dividimos los 21 billones de nueva deuda global por 3,9 billones de
crecimiento global del PIB, resultarán 5,4 billones adicionales por cada dólar
de crecimiento del PIB global (Gráfica 3).
Sin embargo, el gasto de interés anual sobre la deuda global de 237
billones tiene que ser un infierno de mucho cuidado. Una vez más, no tengo ni idea
de cuál es la tasa de interés promedio de esa deuda, pero incluso si asumimos
un conservador 2%, es decir, 4,7 billones, ¿cómo podría el mundo pagar 4,7
billones de intereses si el aumento en el PIB global fue de tan solo 4 billones
el año pasado?
Si la deuda global está aumentando, también lo hará el gasto por
intereses para pagar la creciente cantidad de deuda. Cuando el pago de la deuda
compite con el crecimiento del PIB mundial, entonces tenemos un problema grave.
Y con el impacto de la disminución de la TRE y la termodinámica del agotamiento
del petróleo, el crecimiento global del PIB probablemente comenzará a
estancarse en los próximos años.
Algunos analistas del mercado de metales preciosos dicen que si se
permitiera que el sistema bancario diese en quiebra (ya que, de hecho, lo está),
después del dolor, la economía podría crecer otra vez. Pero eso nunca sucederá.
¿Por qué? Porque esos analistas cometen el mismo error que los generalistas entrenados
en la universidad: están analizando y pronosticando el futuro de los mercados
sin considerar la energía.
Lamentablemente, cuando la deuda masiva finalmente estalle, reducirá
los valores de la mayoría de las acciones, bonos y bienes raíces. Esto no es
una cuestión de "si", es una cuestión de "cuándo". Y a
juzgar por cómo evoluciona la deuda en relación con el PIB, parece que el
cuándo se nos viene encima. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.