El pasado 26 de abril se presentó el libro La frontera salvaje, de Washington Irving, que he traducido para la editorial Errata Naturae.
Publicado en 1834, e inédito hasta la fecha en castellano, este libro
vendió 80.000 ejemplares en su primera edición y se convirtió de inmediato en
un clásico de la literatura norteamericana.
Tras casi dos décadas viviendo fuera de Estados Unidos, en 1832 Irving
decidió regresar a casa, convertido ya en una auténtica celebridad literaria.
Pero su carácter no era precisamente sedentario: de inmediato volvió a
embarcarse en un gran viaje, esta vez por los territorios más remotos de su
país. En pleno recrudecimiento de las guerras indias, se incorporó a una
expedición de los rangers más allá de la frontera jamás pisada por el hombre
blanco, en los territorios de caza de los temidos guerreros pawnis. A medio
camino entre la novela de aventuras, la crónica de viaje y el dietario del
naturalista, Irving relata con un tempo narrativo ágil y vivo las peripecias y
riesgos de su periplo, al tiempo que da cuenta de la belleza primigenia y aún
intacta de los grandes paisajes norteamericanos. Muy pocos escritores habían
descrito aquellas sublimes inmensidades salvajes, pobladas todavía por
auténticas miríadas de osos, lobos, coyotes, bisontes o pumas, y por los pocos
hombres que habitaban la frontera: pioneros y colonos, cazadores y
cazarrecompensas, tramperos y rangers, que Irving retrata con maestría
excepcional. Pero esa frontera no sería tal sin los nativos norteamericanos,
sus verdaderos moradores, a los que el hombre blanco afrenta con su política de
conquista. Irving, sin embargo, denuncia la actitud injusta, despótica y
prepotente de los suyos, los recién llegados, y defiende el modelo de «vida
salvaje» de los nativos, en perfecta armonía con una naturaleza igualmente
indómita y en clara oposición al empuje imperialista que llegaba del gobierno.
Igualmente, el viaje se convierte para el escritor en una progresiva toma de
conciencia del modo en que los hombres devastan a su paso la naturaleza:
finalmente Irving no puede sino hundirse en la tristeza al dar caza y desposeer
de la vida a su primer y único bisonte.
En este enlace podéis leer las primeras páginas del libro.