Bonn
acogerá del 6 al 17 de noviembre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
cambio climático (COP23). Antes de la apertura, comienzan los rumores y se
fijan posiciones.
Bonn,
que ya fue sede de una conferencia en 1999 en la que se
apremió a cumplir los compromisos del Protocolo de Kioto, acogerá la COP23
a la que asistirán en torno a 25.000 personas de todo el mundo para tratar de
impulsar la acción climática y el desarrollo sostenible, reforzar el
cumplimiento de las metas y objetivos del Acuerdo contra el cambio climático
firmado en París en 2015 y avanzar en las directrices para su aplicación sin la
aportación de Estados Unidos.
A
lo largo de 2017, los firmantes del Acuerdo de París han proyectado una
sensación de normalidad en respuesta al desprecio del presidente de los Estados
Unidos frente al cambio climático finalmente plasmado el 1 de junio de 2017,
cuando Trump anunció la retirada de Estados Unidos del Acuerdo. Así las cosas,
solo Siria y Estados Unidos, por razones muy diferentes, permanecen al margen
de la lucha contra el cambio climático. La primera por la pertinaz guerra; la
segunda por la voluntad política de su presidente, dadas sus promesas de
campaña en pro de los intereses económicos de su país y en un vano intento de
conseguir la “independencia energética”, un viejo ideal del sueño americano que
más que una utopía amenaza con convertirse en una distopía a escala global.
En
estos tiempos críticos, la unidad de la comunidad internacional ha sido la
norma. Todos los países del mundo reiteraron su compromiso y comunicaron que no
se iban a retirar del Acuerdo, aunque Estados Unidos lo hiciese. Pero el
próximo lunes los negociadores climáticos deben ingresar en las salas de debate
y resolver los problemas reales en los que muchos países están decididos a no
ceder.
La
COP23, auspiciada por la Secretaría de la Convención Marco de Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático (CMNUCC), se centrará en fomentar la sostenibilidad
en todos los niveles de la sociedad, un deseo formulado por Nazhat Shameem
Khan, representante de la presidencia de la Cumbre, Fiji, que ha hecho un
llamamiento a la comunidad internacional para que Bonn se convierta en
"una cumbre visionaria" para reafirmar la acción climática. Según
manifestó la Secretaria Ejecutiva de la CMNUCC, Patricia Espinosa, el 27 de
julio pasado, la cooperación será clave en esta conferencia, en la que aspiraba
a que la comunidad internacional tome conciencia de la vulnerabilidad de todas
las naciones en general y de las islas en particular.
Antes
de empezar la Cumbre, comienzan a fijarse algunas posiciones. Las naciones
pobres anuncian que necesitan que en Bonn se ponga más dinero sobre la mesa. Pero,
además, un alto funcionario africano, Emmanuel Dlamini, que lideró el grupo africano
en las negociaciones de París, decía en una
entrevista concedida el pasado 2 de noviembre que los países en desarrollo más
que dinero necesitan expertos para usarlo. Porque ahora mismo, decía, una gran
cantidad de dinero vuelve a los países ricos a través de los bolsillos de los
consultores occidentales.
Desde
Estados Unidos, los observadores dicen que a pesar de la Trumplandia en la
que vive su líder, los negociadores del Departamento de Estado avanzan como si
estuvieran al otro lado del espejo, de manera que en Bonn impulsarán
discretamente las posiciones que han mantenido durante años. Aprovechando
el hueco dejado por la decisión de Trump, es muy posible que en Bonn se asista a
las primeras conversaciones sobre clima lideradas por China. Con el cambio
climático como tema
central del discurso de Xi Jinping en el XIX Congreso del Partido Comunista
Chino del mes pasado, el país más grande del mundo parece tomar las riendas.
Mientras
tanto, India ha fijado sus posiciones. Fuentes del Gobierno indio lanzaron
una advertencia al mundo rico de que si no se cumplen las promesas de
reducir las emisiones de carbono y de pagar el dinero comprometido antes de
2020, las conversaciones serían inútiles. Fiji ha intentado aliviar las
tensiones con un nuevo formato de debate, pero India y China insisten en que no
aumentarán sus compromisos hasta que vean una mayor acción por parte de los
países responsables de la mayor parte del calentamiento global.
Aunque
la Unión Europea sigue siendo una defensora abierta de la acción climática y
presionará a otros en estas conversaciones, internamente el bloque permanece
dividido por intereses nacionales, una cuestión que se detectó la semana pasada
en
una reunión entre lobistas alemanes de la industria del automóvil y
funcionarios de la UE, en la que los primeros presionaron para que se retirarán
las sanciones previstas en una directiva europea para el caso de que la
industria no cumpliera con los objetivos previstos de desarrollo de los coches
eléctricos.
Y,
por último, en abierta contradicción con sus compromisos, los australianos
siguen haciendo todo lo posible para construir una de las mayores minas de
carbón del mundo. El proyecto impulsado por Adani Carmichael sufrió un gran
revés el viernes pasado cuando la primera ministra de Queensland, Annastacia
Palaszczukun, anunció
su veto a la propuesta de un préstamo federal de 900 millones de dólares que
es imprescindible para sacar adelante el proyecto.
En
cualquier caso, aunque el Acuerdo de París sigue siendo un marco sin directrices
para su cumplimiento, todavía hay un gran margen para que los países debatan en
grandes negociaciones encaminadas a que las reglas queden establecidas en la
COP24, que se celebrará en Polonia a finales de 2018. Que así sea. ©Manuel Peinado
Lorca. @mpeinadolorca.