Para asaltar con éxito la trinchera de la lucha contra el cambio
climático, la segunda semana de noviembre de 2014 fue
una buena semana para el planeta: Estados Unidos y China desvelaron un
acuerdo en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) por
el cual se planificó una marcha atrás en la contaminación de los gases de
invernadero (GEI) entre los años 2025 y 2030. La importancia excepcional de aquel
acuerdo derivaba del hecho de que era la primera vez que China, la segunda
economía del mundo por el volumen de su PIB, se comprometía a una reducción de
sus GEI. Entre Estados Unidos (todavía la primera potencia) y China son
responsables de cerca de la mitad (el 45% del total) de las emisiones totales
de dióxido de carbono, que es, junto con el metano, el principal de los GEI.
De hecho, la base del Acuerdo de París 2015 se basó en gran medida en
la cooperación entre los Estados Unidos y China en materia de energía limpia y
reducción de emisiones. Aunque desde la conferencia de Bonn están llegando indicios
de que los negociadores estadounidenses hacen como si no se hubieran
enterado de la posición de Trump, ahora que Estados Unidos ha anunciado su
retirada del Acuerdo, ¿quién lo reemplazará? Antes de la conferencia de Bonn,
que se cerrará la próxima semana, la atención se centra en Alemania para cubrir
la vacante y parece que existe un terreno sólido sobre el cual chinos y alemanes
pueden colaborar para mostrarle al mundo una imagen positiva de una transición energética
baja en carbono. Si trabajan juntos en energías renovables, en sistemas de
transporte sostenibles y otras políticas eficaces, ambas naciones podrían animar
el escenario global que conduce a bajas emisiones de carbono.
Hace una década, Alemania y la Unión Europea (UE) invirtieron mucho en
energía eólica y solar. Ese impulso cambió el rumbo de las energías renovables
a nivel mundial, poniendo a la energía eólica y solar al frente de la tendencia
principal en el sector eléctrico. Hoy, China está trabajando activamente para
promover nuevas tecnologías y avanzar en su transición energética. El entorno
político en China es ahora mucho más favorable para desarrollar vías bajas en
carbono basadas en energías renovables. La nueva capacidad instalada de
generación de energía solar y eólica en China ha ido aumentando anualmente y hoy
representa más del 40% del total mundial. Alemania, que estuvo en la vanguardia
de la transición energética (Energiewende),
ahora corre el peligro de quedarse atrás.
El sector del transporte ofrece excelentes oportunidades para cooperar
en la descarbonización. Alemania ha prometido recortes de emisiones de
alrededor del 40% en el sector para 2030. Sin embargo, las emisiones de
transporte de Alemania son ligeramente más altas que en 1990, y a los vehículos
eléctricos les está costando más de lo previsto emerger en el sector. Mientras
tanto, China ha establecido una cuota para vehículos eléctricos y está
considerando la prohibición de los automóviles con motor de combustión. Esas
medidas presionan a Alemania para que fabrique vehículos eléctricos para el
mercado chino. China es líder en la fabricación de baterías y también está
desarrollando tecnología de pilas de combustible de hidrógeno para vehículos o
aviones, otra área propicia para la cooperación. Aún más cruciales son los
conceptos de movilidad alternativa; la cooperación mutua sobre ciudades
inteligentes, incluido el uso compartido de bicicletas (un modelo en el que
China es líder), o sobre el sistema de transporte público (Alemania ostenta el
liderazgo en este campo), que ofrecen más oportunidades de cooperación.
Pero la transición baja en carbono es más que tecnología. Instrumentos políticos
como el establecimiento de precios para las emisiones de carbono, los modelos
de apoyo a la energía renovable y las medidas de eficiencia energética no solo
orientarían las inversiones en la dirección correcta, sino que también
cambiarían el comportamiento del consumidor. Ambos países, junto con la UE,
tienen una rica experiencia en políticas climáticas, y ya está establecida la
cooperación para intercambiar experiencias de comercio de emisiones. Para hacer
visible a nivel mundial sus respectivos avances, la investigación conjunta
sobre la evaluación sistemática ex post
de estas políticas ayudaría a ambos países a comprender mejor las oportunidades
y los obstáculos para llevar a cabo medidas específicas. Eso requiere que los
datos sobre las emisiones se recopilen y notifiquen de forma transparente. Por
eso mismo, un camino muy prometedor sería que ambos emprendieran una iniciativa
conjunta para recopilar datos y desarrollar indicadores que podrían ayudar a
los investigadores de todo el mundo a evaluar qué instrumentos han funcionado y
cuáles podrían funcionar en otros países.
No faltan las disputas entre ambos países, por ejemplo, sobre
cuestiones comerciales y de competencia en los mismos mercados. Sin embargo, en
general, una cooperación chino-alemana más sólida en la transición hacia las
bajas emisiones de carbono podría no solo ayudar a la Energiewende de Alemania, sino que sería también un paso crucial
para la política climática internacional cuando los dos asuman un mayor
liderazgo en foros multilaterales como el G20. ©Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.