Los rincocéfalos
(Rhynchocephalia) incluyen un solo género actual,
Sphenodon endémico de Nueva
Zelanda. Foto.
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Al completar el mapa de todos los vertebrados terrestres gracias a una investigación
publicada el pasado lunes en la revista Nature
Ecology & Evolution, un equipo internacional de científicos ha dado un enorme
empuje al “Atlas de la Vida”, un proyecto planificado hace más de diez años, cuyos primeros
resultados fueron publicados en 2006 en Nature.
Nuestro conocimiento de la distribución geográfica de una amplia
variedad de organismos ha mejorado mucho en la última década, lo que ha supuesto
una gran contribución a los esfuerzos para conservar la biodiversidad y para mejorar
significativamente nuestra comprensión de los procesos evolutivos y ecológicos
a escala global. Sin embargo, aunque los reptiles representan un tercio de las
especies de vertebrados terrestres, el conocimiento de su distribución seguía
siendo pobre y asistemático. Eso significaba un vacío importante en la
comprensión de la estructura global de la biodiversidad y de nuestra capacidad
de conservar la naturaleza.
Históricamente, los esfuerzos a gran escala para la protección de los
vertebrados terrestres (y, por tanto, también de los reptiles) se han basado
principalmente en datos de plantas, aves, mamíferos y, en menor grado, de anfibios.
En el trabajo publicado ahora por científicos de Oxford y Tel Aviv, se presentan
las distribuciones globales a nivel de especie de casi todos los reptiles existentes
conocidos: 10.064 especies (el 99% de las conocidas), que incluyen a Sauria (6.110),
Ophidia (3.414), Testudinae (322), Amphisbaenia (191), Crocodylia (24 especies)
y Rhynchocephalia (1 especie).
Este conjunto de datos completa la cartografía de distribución mundial de
todos los vertebrados terrestres descritos existentes (Figura), unas 31.000
especies, que hasta ahora incluía 5.000 mamíferos, 10.000 aves y 6.000 anfibios,
y proporciona información que ha estado ausente de gran parte de los programas
de planificación de conservación global y de los esquemas de priorización
construidos en los últimos veinte años. Los peces son todavía una asignatura pendiente.
El análisis ha ayudado a identificar la fragilidad de la biodiversidad
en algunas regiones como la Península Arábiga, las zonas áridas del sur
africano, las estepas asiáticas, los desiertos del centro de Australia, los
matorrales brasileños y las zonas altas de los Andes. Los desiertos y las zonas
secas son precisamente los centros de actividades modernas como grandes
proyectos de regadío o de nuevos centros de energía solar, una situación que hace
muy difícil la conservación de los organismos que los habitan. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca