Majungasaurus crenatissimus, un depredador terrestre de la Formación Maevarano. Imagen. |
Hace setenta millones de años, bandadas de saurópodos de cuello largo,
terópodos feroces, cocodrilos, lagartos y aves del tamaño de cuervos acudían a
calmar la sed en un río que se estaba secando rápidamente. No lograron escapar
de lo que resultó ser una trampa mortal. Todos, grandes y pequeños, quedaron
sepultados en el lecho del río, formando lo que ahora es una espectacular serie
de yacimientos fosilíferos de la Formación Maevarano
del noroeste de Madagascar. La semana pasada, un reportaje en la sección News de Science apuntaba a que las responsables de esa masacre pudieron
ser las floraciones de algas tóxicas en el agua que había atraído a los
animales.
Una floración de algas es el resultado visible de la multiplicación y
acumulación en cuestión de horas o días de organismos fitoplanctónicos (algas y
cianobacterias), que se produce en condiciones ambientales tales como el
aumento de temperatura, el aumento de nutrientes disponibles o inmovilidad de
la masa de agua que producen eutrofización. Tales floraciones pueden producir
alteraciones a la salud humana, la vida marina o la economía del área afectada.
Estas proliferaciones generalmente provocan cambios en la coloración del agua
de mar, por lo que han recibido el nombre de “mareas rojas".
Marea roja en las costas de Chile. Foto. |
Pocos fenómenos naturales marinos a lo largo de la historia han
despertado tanta curiosidad, asombro y temor como los cambios de color en el
mar y la bioluminiscencia nocturna. Esos acontecimientos se encuentran asociados
a las floraciones de microalgas que, en ocasiones pueden ser altamente tóxicas.
Desde tiempo inmemorial, las poblaciones humanas costeras han asociado esos
procesos a la toxicidad de los organismos marinos que constituían su ingesta
habitual. Por todo el mundo, esos pueblos han acuñado términos que identifican
claramente a estos fenómenos: "purga do mar" (Galicia), "eau
rouges" (Francia), "tacqua rossa" (Italia), "akashiwo"
(Japón), "red tides" o "red water" (paises angloparlantes),
"tingui" (Cuba), "turbio" (Venezuela). Los registros de
intoxicaciones de seres humanos por consumo de peces y mariscos o por contacto
accidental con organismos marinos son tan antiguos como la Humanidad. Hay quien
sostiene que probablemente el registro más antiguo de los efectos tóxicos de
microalgas aparece en el Antiguo Testamento, cuando las aguas de Egipto se
transformaron en "sangre", que provocó la muerte masiva de peces.
Los yacimientos masivos como el de Madagascar siempre han sido un
misterio: ¿Por qué murieron la vez tantos animales? Las inundaciones y los
volcanes son las causas que se invocan más frecuentemente, y durante años los
investigadores sospecharon que fue la sequía la que mató a los animales cuyos
fósiles se acumularon en la formación Maevarano. Las lluvias torrenciales surgidas
de cuando en cuando durante prolongados períodos de sequía podrían haber creado
ríos turbulentos cargados de enormes cantidades de sedimentos que enterraron a los
animales y dejaron a sus esqueletos intactos.
Beelzebufo ampinga. Imagen |
Maevarano es una formación de rocas sedimentarias del Cretácico
superior situada en la provincia de Mahajanga, en el noroeste de Madagascar. De
edad Maastrichtiense, consiste en sedimentos de un ambiente fluvial semiárido y
estacional, cuyos ríos poseían una tasa de descarga muy variable. Es un
yacimiento paleontológico con fósiles como el dinosaurio terópodo Majungasaurus, dos géneros de
titanosaurios (Rapetosaurus y Vahiny), el noasáurido Masiakasaurus, la rana gigante Beelzebufo ampinga, y al menos 5 tipos de aves muy parecidas a dinosaurios. Majungasaurus, con sus 6-7 metros de
largo fue el principal depredador terrestre. Los crocodyliformes eran muy
abundantes y diversos. En un estudio publicado en la revista Journal
of Vertebrate Paleontology, que resumía dos décadas de investigaciones, se
informaba del hallazgo de 1200 ejemplares en un solo yacimiento del tamaño de
una cancha de tenis.
Con el tiempo, el equipo de investigación comenzó a poner en duda que
la sequía fuese la causa de la muerte masiva. Los animales grandes y pequeños yacen
reunidos unos junto a otros, lo que sugiere que los cuerpos fueron enterrados
donde murieron y que cualquiera que fuese la causa afectó a todo tipo de
animales sin discriminación alguna. Además, lo que mató a esos animales fue
algo extraordinariamente rápido y sucedió una y otra vez, como demuestran
múltiples capas de lechos óseos. En el congreso
anual de la Society of Vertebrate Paleontology celebrado en Calgary la
última semana de agosto de este año, Raymond Rogers, firmante del mencionado
artículo, apuntó varios indicios que sugieren el envenenamiento por algas: la
postura arqueada de los animales muertos indica convulsiones en el cuello; una
costra inusual de carbonato, similar a las dejadas por algas en otros
sedimentos; y el gran número de aves muertas. Considerados en conjunto, dice,
estas pistas sugieren que los asesinos fueron con casi absoluta seguridad las
floraciones de algas tóxicas, que se pudieron producir repetidamente en el
mismo lugar a finales del verano.
Pareja fosilizada de tortugas copulando en el Pozo Messel. Foto. |
No es la primera vez que las floraciones de algas tóxicas han sido consideradas
las responsables de muertes masivas. En 1878, un artículo
de Nature apuntó a una peculiar
postura de hiperextensión de cuello en ganado muerto cerca de un lago
australiano similar a las posturas de los animales de Maevarano; las pruebas
confirmaron que los animales habían ingerido cianobacterias tóxicas. En un
artículo publicado en 2014 en Proceedings
of the Royal Society, B, Pyenson y colaboradores sugirieron que desde hace
once millones de años las algas tóxicas mataron periódicamente a centenares de
ballenas y otros animales marinos en la costa del desierto de Atacama, en lo
que es ahora Chile.
Las algas incluso podrían estar implicadas en el famoso Pozo Messel de Alemania. Messel
es el mejor sitio fosilífero del mundo para conocer el medio ambiente del
Eoceno, el periodo geológico que se inició unos 57 millones de años antes de
nuestra era y finalizó unos 21 millones de años después. El sitio proporciona
una información única en su género sobre las primeras etapas de evolución de
los mamíferos, de los que se encuentran fósiles excepcionalmente bien
conservados, desde esqueletos perfectamente articulados hasta contenidos de sus
estómagos.
Esa serie de fosas comunes del Eoceno está llena de pájaros y
murciélagos, lo que descarta una explicación clásica que apuntaba a emanación repentina
de dióxido de carbono en un antiguo lago. Se pensaba que durante el Eoceno el
área que rodeaba el yacimiento era tectónica y geológicamente activa, lo que permitió
emitir la hipótesis de que emanaciones como la del lago Nyos (1986) pudieran
explicar la gran cantidad de especies no acuáticas. La inversión periódica de
las capas de agua podría haber liberado grandes cantidades de gases reactivos
(como dióxido de carbono o sulfuro de hidrógeno) en el lago y sobre los
ecosistemas cercanos, matando a los organismos más vulnerables. Las aves y los
murciélagos que volaban cerca de la superficie durante esas erupciones podrían
haber caído al agua, y los animales terrestres podrían haber muerto cuando se
encontraban al borde del lago.
Sin embargo, esa hipótesis no explica por qué algunos animales habían
muerto todos en la misma época del año, pero en diferentes años. El equipo del
paleontólogo Wighart von Koenigswald encontró indicios de una toxina producida
por las cianobacterias en los sedimentos de Messel. A partir de entonces,
dedujeron que las muertes en la misma época del año se debían a un
envenenamiento estacional del agua causado por el florecimiento de las
cianobacterias. Además, los lechos incluyen tortugas atrapadas en plena cópula y
yeguas preñadas, lo que sugiere que las muertes ocurrieron durante la temporada
de apareamiento en diferentes años.
En Madagascar y en otros yacimientos falta aún confirmar la hipótesis
del envenenamiento masivo por algas, pero Rogers y su equipo planean buscar
trazas químicas o biomarcadores de algas en las rocas y en los fósiles. Si tal
evidencia se encuentra en Madagascar, esa sería la prueba del nueve. ©Manuel
Peinado Lorca. @mpeinadolorca.