Lagartija balear Podarcis lilfordi. Foto. |
Los ecosistemas insulares del Mediterráneo se
caracterizan por una baja disponibilidad trófica y, en consecuencia, por un
número reducido de vertebrados terrestres. Además, las islas mediterráneas
tienen un pequeño número de depredadores autóctonos, al menos antes de la
llegada humana durante el Holoceno.
La
lagartija endémica balear Podarcis lilfordi es el único vertebrado terrestre que vive sin interferencias
significativas de depredadores y / o competidores en varios islotes costeros de Baleares. Esa situación promueve el
aumento de un conjunto variado de rasgos demográficos y biológicos limitados en
algunos casos a una o más poblaciones. P. lilfordi se parece mucho a otras lagartijas.
Pasa los días tomando el sol para calentarse y cazando insectos. También tiene
tendencia a alimentarse de néctar y polen, lo que les convierte en importantes
polinizadores de un puñado de especies vegetales de las islas como el perejil
de mar Crithmum maritimum y la
lechetrezna Euphorbia dendroides. También
se ha demostrado su papel como dispersor de semillas (Saurocoria). Pero hay una interacción
mucho más compleja entre el aro atrapamoscas (Helicodiceros muscivorus = Dracunculus muscivorus) y la lagartija P. lilfordi, una relación descrita en la Isla Aire
(Menorca) por Pérez
Mellado et. al. (2009).
Aro atrapamoscas Helicodiceros muscivorus. Foto. |
Si se organizara un campeonato mundial de
plantas estafadoras, el drago atrapamoscas subiría al podio. Es también una
campeona de la supervivencia. Durante millones de años sufrió mutaciones
adaptativas que han ido transformando su aspecto hasta lograr la perfección actual.
Es una reliquia del Mioceno que en la actualidad puebla las costas rocosas de
las islas e islotes que hace unos 6 millones de años conformaban la región
Tirrénica: las Islas Baleares, Córcega y Cerdeña, siempre cerca de las colonias
de gaviotas.
Sus típicas hojas carnosas están provistas de
un pecíolo alado y de una lámina con un largo lóbulo anterior y dos lóbulos
posteriores. La planta surge de un gran tubérculo globoso (14 x 7), profundamente
enterrado entre las grietas de las rocas calcáreas litorales. El tubérculo
permite que la planta se reproduzca vegetativamente generando pequeños
tubérculos alrededor del principal.
Sección longitudinal de la inflorescencia de H. muscivorus. 1: flores femeninas; 2:empalizada inferior; 3: flores masculinas; 4: empalizada superior; 5: apéndice estéril del espádice; 6: espata. Esquema propio a partir de dos fotos. |
La inflorescencia (espádice) es la propia de
otros miembros de la familia Araceae y está formada por una densa espiga de
numerosas flores pequeñas empacadas alrededor de un eje carnoso (un espádice), que
puede ser estéril en el ápice, y que usualmente tiene por debajo una gran
bráctea como una hoja o un pétalo (una espata). En el caso del aro
atrapamoscas, la inflorescencia, que dura un solo día, se asienta sobre un largo pedúnculo (12-16 cm) parcialmente
enterrado. La espata por su cara externa es de color verde con manchas que
recuerdan la piel de una serpiente, mientras que por su cara interna muestra un
llamativo color púrpura pálido de apariencia cárnea que luce abundantes pelos
purpúreos. La parte inferior de la espata está enrollada en forma de tubo y
alberga las flores masculinas y femeninas situadas en la parte inferior del largo
espádice, que puede alcanzar en caso extremos los 40 cm y que como media tiene
unos 25.
Detalle de la embocadura de la espata. Foto. |
Antes de seguir, déjenme decir que los
ingleses llaman a esta planta “dead horse”
por razones olfativas que ahora explicaré. En conjunto, la inflorescencia se
asemeja la zona perianal de un mamífero muerto y produce un olor fétido durante unas pocas horas después de la salida del sol. La inflorescencia engaña a las
moscas por la vista y el olfato. La superficie peluda color carne de la espata
imita a un animal muerto en descomposición y el extremo de la espádice se
parece a la cola peluda de una rata con sus tricomas purpúreos muy oscuros
dispuestos en una especie de escobillón para limpiar probetas. La flor emite un
intenso hedor a carne putrefacta que atrae a las escasas moscas carroñeras que
sobreviven en las costas rocosas alimentándose de los cadáveres de gaviotas, ratas y cabras asilvestradas.
Pero a esta consumada estafadora no le basta
el doble trile del olor y la textura. También genera su propio calor. El
apéndice que sobresale de la espádice exhibe un fuerte episodio de termogénesis
asociado a la producción del olor, alcanzando un máximo de 30 °C cuando la
temperatura ambiente es de unos 15. Las flores masculinas son altamente
termogénicas y mantienen temperaturas estables de cerca de 24 °C. La
termogénesis del apéndice no depende de temperatura ambiente, sino de las
flores masculinas que aumentan la temperatura con la disminución de temperatura
ambiente. Se sabe como estas plantas regulan física y fisiológicamente el
fenómeno de la termogénesis, pero no como funciona la base molecular para el
control de la temperatura, aunque cada vez hay más evidencias de que la misma
está ligada a unas proteínas desacopladas que no completan el proceso de
síntesis de ATP mitocondrial cuyo resultado es el la creación de una energía
que se disipa en forma de calor. [1]
Mosca carroñera sobre el espádice. Foto. |
Otras moscas han caído también en la trampa y
algunas de ellas ya han sido engañadas previamente por otra flor y llevan polen
adherido a su cuerpo. En su desesperación por salir pasan una y otra vez sobre
las flores femeninas y las polinizan. Cuando H. muscivorus detecta que sus flores femeninas ya han sido
fecundadas, madura rápidamente las flores masculinas que se cubren de polen. Al
mismo tiempo deshidrata los pelos descendentes y los pelos radiales que dejan
de hacer de barrera y permite que salgan las moscas, pero al hacerlo pasan por
encima de las flores masculinas y se llevan con ellas el polen que es muy
pegajoso. Una vez fuera y desesperadas por el hambre son atraídas con engaño
por las inflorescencias de otros ejemplares y vuelve a empezar el proceso de la
polinización.
Inflorescencia fructificada. Foto |
Y ahora volvamos a las lagartijas. Como era
de esperar, la termogénesis llama la atención de los reptiles. Atraídos por la
fuente de calor, las lagartijas que toman el sol en la espata se dan cuenta
rápidamente de que la planta es también un cazadero de primera. Las moscas
atraídas y atrapadas por las flores son piezas fáciles. Esto puede parecer
contraproducente para nuestro aro,
porque ¿para qué le sirve un animal que se come a sus polinizadores?
Y es que el mutualismo no termina atrapando
moscas. En algún momento, algunas lagartijas se dieron cuenta de que los frutos son también una comida muy nutritiva. Este comportamiento se extendió
por toda población hasta el punto de que P.
lilfordi es actualmente un consumidor de las bayas carnosas del aro y un
dispersor de sus semillas. Las semillas que han pasado a través del tracto
intestinal de una lagartija tienen el doble de probabilidades de germinar. Esta
función ha quedado demostrada al intentar germinar semillas en macetas: las que
han pasado previamente por el tubo digestivo de una lagartija tienen un índice
de germinación cercano al 100%, mientras que si se siembran los frutos
directamente sin retirarles la pulpa no germinan o lo hacen en un bajísimo
porcentaje.
A pesar de que las lagartijas se comen a sus
polinizadores, los aros de la isla Aire se han beneficiado de las interacciones
con sus camaradas de sangre fría. Lamentablemente, esta nueva relación puede no
durar mucho tiempo. La introducción de gatos y ratas en las islas ha reducido
drásticamente la población de las lagartijas hasta el punto de que la UICN los
ha considerado como una especie en peligro de extinción. Queda por ver si los
aros atrapamoscas siguen el mismo camino. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.
Mira este vídeo.
[1] Ito, K., Yukie, A. Johnston, S. D., Seymour, R.S., Ubiquitous expression of a gene encoding for uncoupling protein isolated from the thermogenic inflorescence of the dead horse arum Helicodiceros muscivorus. J. Exp. Bot. (2003) 54(384): 1113-1114.doi: 10.1093/jxb/erg 115. http://jxb.oxfordjournals.org/content/54/384/1114.short
Mira este vídeo.
[1] Ito, K., Yukie, A. Johnston, S. D., Seymour, R.S., Ubiquitous expression of a gene encoding for uncoupling protein isolated from the thermogenic inflorescence of the dead horse arum Helicodiceros muscivorus. J. Exp. Bot. (2003) 54(384): 1113-1114.doi: 10.1093/jxb/erg 115. http://jxb.oxfordjournals.org/content/54/384/1114.short