Un tejedor baya (Ploceus philippinus) prepara su nido. Foto. |
Se ha descrito una nueva forma de dispersión de semillas. La llevan a
cabo las aves, pero en una nueva modalidad. Mucha gente sabe que las aves
dispersan semillas y frutos de las plantas ornitócoras y lo hacen previa
ingestión o transportándolos enganchados al plumaje o en el barro que se fija
en las patas de las aves acuáticas. Pero una hierba invasora, el zacate japonés
(Microstegium
vimineum), una poácea,
acaba de hacer su aparición estelar en el original y maravilloso escenario de
la coevolución entre animales y plantas.
Mientras trabajaba en su jardín, el doctor Robert Warren, profesor de
Biología en la Universidad de Nueva York en Buffalo, observó un manchón de zacates que crecía
en el dintel de una ventana a unos dos metros del suelo. El zacate japonés es
una planta extraordinariamente invasora, pero sus semillas no están adaptadas a
la dispersión vertical. Ahora bien, para reproducirse sexualmente, el zacate
usa un sistema de apareamiento mixto compuesto de flores normales (casmógamas) situadas en el
extremo de las espigas y de flores cleistógamas cuyas
semillas permanecen en el tallo. Warren se subió a una escalera y descubrió que
la hierba crecía alrededor de un nido de pájaros. Parecía que los tallos de zacates
que contenían semillas se habían incorporado como material de construcción al
nido y germinaron al año siguiente. De esa observación casual surgió una
investigación más profunda sobre las relaciones de semillas y nidos.
Microstegium vimineum. Foto. |
En colaboración con investigadores de la Universidad Yale y del
Servicio Forestal de Estados Unidos, se propuso calcular la frecuencia con la que
aparecen semillas en nidos de aves. Recolectaron nidos de 23 especies diferentes
y las extendieron sobre bandejas de semillas. Después de descartar las semillas
de posibles fuentes de contaminación (excrementos, viento, etc.), regaron los
nidos para ver qué germinaba. Los resultados fueron más que notables.
Germinaron más de 2.000 plantas pertenecientes a 37 familias. En total,
144 especies diferentes. Las semillas procedían de diversos materiales
vegetales, pero también del barro utilizado para construir los nidos. Es más,
casi la mitad de las semillas que encontraron provenían de plantas cleistógamas.
Las aves cuyos nidos contenían las mayores cantidades de semillas fueron el
robin americano (Turdus migratorius)
y el azulón (Sialia sialis). En
el artículo de la revista Plant Ecology en el que han dado a conocer sus resultados,
los autores han acuñado el término “caliocoria", del griego "calio" (nido) y "coria" (dispersión) para denominar
a este mecanismo de dispersión seminal.
Se ha asumido desde hace mucho tiempo que la reproducción cleistógama
mantenía a las semillas cerca de la planta madre. El nuevo descubrimiento sugiere
que la realidad podría ser bastante diferente de lo que se suponía. Es más, las
cifras obtenidas del análisis de una muestra tan pequeña de nidos sugieren que
este método hasta ahora desconocido de dispersión puede ser mucho más común de
lo que cabría esperar. Todavía queda por demostrar si las plantas han
evolucionado en respuesta a tales métodos de dispersión. Sin embargo, teniendo
en cuenta la diversidad de las aves, sus hábitos de anidación y la
disponibilidad de diversos materiales vegetales, el trabajo de Warren y sus
colaboradores abre toda una línea de investigación para avanzar en el conocimiento
de las relaciones mutualistas entre plantas y animales como mecanismos
coevolutivos multiplicadores de la biodiversidad. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.