Un factor crítico en el ciclo vital de las
plantas es el alejamiento de las semillas de la planta que las produce, la
planta madre. Alejar a los hijos de las madres es importante porque, en
organismos inmóviles y fijos al sustrato, los recursos son limitados, así que
para evitar la competencia, las plantas han ideado métodos muy diferentes para
dispersar las semillas. Unas se valen del viento (anemócoras; del griego anemos, viento, y choras, dispersión), otras de los animales (zoócoras) y otras del
agua (hidrócoras). Pero hay algunas que se bastan por sí solas, son autócoras.
Entre ellas destacan las que usan presiones internas: son las maravillosas
plantas ballócoras (literalmente dispersión balística).
Uno de los ejemplos más extraños se encuentra en una planta mediterránea, el
pepinillo del diablo o pepinillo con propulsión a chorro, Ecballium elaterium.
No hay que buscar muy lejos para encontrarlo.
Cualquier medio frecuentado por el hombre o los animales en el que abunden los
nitratos puede ser el hogar de esta curiosa planta. Escombreras, barbechos,
muladares, vertederos, bordes de caminos y carreteras, alrededores de
viviendas, apriscos y solares son los hábitats en los que hay que buscarlos. No
hay que insistir mucho, con poco esfuerzo aparecerán estos curiosos miembros de
la familia Cucurbitaceae, la misma de calabazas, pepinos y melones.
El nombre de pepinillo del diablo alude a su
toxicidad. Ya era utilizado en el Antiguo Egipto, como se recoge en numerosos
papiros. Se usaba como purgante drástico. Toda la planta en conjunto es tóxica,
porque contiene elaterina, un tóxico de una acción muy purgante que afecta
mucho al tubo digestivo y que en dosis elevadas puede llegar a producir la
muerte.
Flores masculinas |
El pepinillo del diablo tiene tallos
rastreros, hojas acorazonadas de forma triangular, gruesas e irregularmente
dentadas, cuyo envés es áspero por sus duros pelos, desagradables al tacto pero
no espinosos. Cuando se encuentra algún ejemplar hay que comprobar si se trata
de un macho o de una hembra, porque, como nosotros, muchos pepinillos tienen
sexos separados: tiene las flores masculinas en un pie de planta y las
femeninas en otro. A veces, también aparecen plantas con flores de los dos
tipos.
Las flores son amarillentas, ligeramente
acampanadas, de unos 2,5 cm de diámetro, con cinco sépalos verdosos y cinco
pétalos. Las masculinas tienen cinco estambres, uno libre y los otros cuatro
soldados de dos en dos. Las flores femeninas tienen cinco carpelos, situados
inmediatamente debajo del cáliz (disposición ínfera). Cuando está maduro, el
fruto (una pepónide especial llamada sarcoelaterio), es ovoide y péndulo, muy
característico, de 4 a 5 cm de longitud, sostenido por un largo pedúnculo.
Cuando el fruto va madurando, los tejidos que
rodean las semillas comienzan a descomponerse. La descomposición crea una gran
cantidad de líquido mucilaginoso que va incrementando la presión hidrostática
interna. Y cuando digo presión, digo mucha presión. Algunas mediciones han
revelado que en el momento de máxima maduración, las presiones internas pueden
llegar a más de 27 atmósferas, que es 27 veces la cantidad de presión
atmosférica que experimentamos al estar de pie al nivel del mar. Para hacernos
una idea cabal, la presión de los neumáticos de un vehículo convencional ronda
las dos atmósferas.
Flor femenina y frutos |
Conforme se alcanza la presión máxima, el
punto de unión del pedúnculo comienza a debilitarse. Con toda esa presión empujando,
no pasa mucho tiempo antes de que comience el espectáculo, es decir, el momento
estelar por el que algunos lo llaman pepinillo de propulsión a chorro. El fruto
se ha ido hinchando poco a poco hasta que la presión interior lo rompe. Por el
orificio que queda al separarse en una fracción de segundo la base del fruto
del pedúnculo, todo el mucilago presurizado sale disparado hacia atrás llevando
el precioso cargamento de semillas con él. Cuando el fruto está maduro, el más
mínimo roce provoca su estallido por la presión hidrostática.
El resultado es sorprendente. Disparadas como
balas, las semillas pueden alcanzar seis metros de distancia de la planta
madre. Alejarse del entorno competitivo que rodea inmediatamente de sus
progenitores es el primer paso en el éxito de cualquier planta. El pepinillo
del diablo hace precisamente eso. No es de extrañar que sea una planta que
abunde por todas partes.© Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.