Como combinan propiedades funcionales
inigualables y costes de producción bajos, los plásticos se han convertido en
el material omnipresente de la economía moderna. Su uso se ha multiplicado por
veinte en el último medio siglo y se espera que vuelva a duplicarse en los
próximos 20 años.
Quien quiera que lea esto habrá usado una
botella de plástico hoy mismo. Y si no ha sido una botella habrá sido un
envase. En las últimas décadas, el plástico se ha convertido en un elemento
básico de la vida moderna. Y la modernidad significa también la incorporación
al mercado de zonas enteras del mundo, como Asia, que han disparado el consumo
de agua embotellada habida cuenta del mal estado, cuando no de la ausencia, de
depuradoras de agua potable.
Desde que nos despertamos por la mañana y nos
lavamos los dientes hasta que cerramos el mando de televisión al final del día,
estamos rodeados de plástico. Hasta nos resulta difícil imaginarnos salir del
supermercado sin por lo menos un producto que contenga plástico. Pero no ha
sido siempre así. De hecho, todavía hay
gente en el mundo que vive sin plásticos. ¿Qué es lo que produjo este cambio?
Hay algunas historias que explican cómo
comenzó la demanda de plásticos en el mundo. La que más me gusta dice en la
segunda mitad del siglo XIX la industria de las bolas de billar tuvo que
encontrar un material sustituto para el marfil. En esos momentos, los seres
humanos ya estaban consumiendo al menos medio millón de kilos de marfil
poniendo en peligro inmediato de extinción a los elefantes. Así fue como
comenzó la carrera por encontrar un nuevo material que reemplazara al marfil.
Durante varias décadas, químicos de Europa y Estados Unidos buscaron
soluciones. Después de años de prueba y error, descubrieron el plástico, un
derivado del petróleo, tal como lo conocemos hoy.
Incremento del consumo de plásticos entre 1850 y 2010. Fuente. |
A principios del siglo XX la gente podía
utilizar bolas de billar, peines, y botones que ya no estaban hechos de marfil.
A pesar de este descubrimiento, aún no había bolsas de plástico dando vuelta
por las ciudades o animales marinos atrapados por redes de plástico. ¿Qué es lo
que impulsó la explosión del plástico en nuestras vidas? Dos factores: el
primero fue el descubrimiento de las líneas de montaje a gran escala. Antes de
esto, las fábricas necesitaban mucho trabajo manual para producir un solo
producto y esto hacía que el plástico fuera imposible de trabajar.
El segundo factor fue la segunda Guerra
Mundial. El plástico comenzó a ser utilizado de muchas otras formas: desde armas
hasta componentes para aeronaves. Entre 1939 y 1945, la producción de plásticos
a nivel mundial creció por lo menos cuatro veces. Cuando terminó la guerra, las
compañías que fabricaban plásticos necesitaban seguir generando ganancias. Esto
fue lo que hizo que cambiaran el foco de la producción y pasaran de productos
militares a cepillos de dientes. El plástico era barato, cualquiera podía
adquirirlo: contenedores de plástico, muebles, vajillas, juguetes.
Pero lo que en su momento fue una solución
ahora es un problema. El plástico permanece en la Tierra mucho tiempo.
Cualquier pieza de plástico que se haya generado alguna vez en la historia
todavía existe, todavía no se ha degradado. Y lo peor es que continuará
existiendo por lo menos por 500 años más. Para que se entienda, si Colón
hubiera tirado al mar una botella de plástico, todavía no se habría degradado. Ya
sé que a escala temporal geológica, 500 años no son significativos y que a
alguno se le podría ocurrir que lo mejor es dejarlas para que se vayan degradando
naturalmente. Sin embargo, hay dos problemas importantes: Como no hay síntomas
de que el consumo de plástico disminuya, el reloj de la degradación se reinicia
constantemente. En segundo lugar, y lo que es más importante, hay entender que
el aumento en los residuos de plástico a nivel mundial afecta dramáticamente a
otros ecosistemas.
Todos los días se produce más y más plástico
que se utiliza y se tira a la basura. Cada año llegan al océano ocho millones
de toneladas de plástico. Se consume tanta cantidad de este material que en el
norte del Océano Pacífico hay un zona más grande que Francia formada por
desechos plásticos (1,
2).
El 50% de las tortugas marinas y el 90% de las aves han consumido plástico
alguna vez. Pero no solo se trata de la cantidad de plástico que se produce (3).
Todo lo que esté relacionado con el plástico está dañando el planeta: desde el
impacto de la extracción de combustibles fósiles utilizados para producir
plásticos, las toxinas que se liberan al ambiente cuando se incinera y el
impacto devastador de este material sobre la vida marina.
Varios informes recientes han subrayado la
grave situación creada por el uso del plástico en el mundo. Destaco dos de
ellas. Uno
de ellos indica que los seres humanos consumimos un millón de botellas de
plástico por minuto. Sí ha leído bien: 60 millones de botellas a la hora; 1440
millones al día; más de medio billón al año. Al final de la década, esa cifra
se habré incrementado en un 20%. En
el segundo informe puede leerse que el 91% de todo el plástico no se
recicla. Es un desafío abrumador responder al crecimiento exponencial de
productos potencialmente reciclables pero finalmente poco o nada reciclados.
Se
estima que en 2050 el océano contendrá más toneladas de plástico que de
peces. El plástico que va a parar a los océanos plantea inevitablemente el
riesgo de ingestión por las aves marinas, peces, mamíferos marinos, etc. Cada
vez es más frecuente encontrar animales marinos muertos con cantidades
significativas de plástico en el estómago. Compruébenlo por ejemplo, con esta
ballena.
Si bien estos impactos pueden parecer cosa de
poco y no guardar relación con el pescado que acaba de comprar, no es así. Los
microplásticos no los vemos pero están ahí (4,
5).
Estudios recientes apuntan a cantidades crecientes de microplásticos dentro de
los pescados y mariscos que comemos de manera regular. Un
análisis de la Universidad de Gante en Bélgica, por ejemplo, encontró que
las personas que comen regularmente pescado o marisco ingieren hasta 11.000
pequeños trozos de microplástico cada año. Otro
estudio de la Universidad de Plymouth dice que uno de cada tres los peces pescados
en el Reino Unido contenían diminutas piezas de plástico.
Una herramienta
interactiva de software desarrollada por Plastic Drift le dirá adónde irá a
parar el plástico arrojado al mar en cualquier lugar del mundo. Si la arrojo
donde estoy ahora, en la costa de Alicante, la botella podrá acabar
tranquilamente en Estambul. Y si la tiro en Algeciras, quizás se la encuentre
Julio Iglesias en su mansión de Miami. Abran y vean. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.