jueves, 23 de marzo de 2017

Clavelitos

Flor de Dianthus caryophyllus. Fuente.
Lo confieso: no me gustan nada los claveles reventones, esas flores estériles producidas por la mano del hombre que se venden por docenas en las floristerías de todo el mundo. Pero bueno, las plantas no tienen la culpa de lo que hacemos con ellas, y lo que yo quiero hacer ahora es un pequeño homenaje a los claveles silvestres de los que se han originado una legión de mutantes en mi opinión poco agraciados. 

Cuando hablamos de claveles nos referimos a cultivares del género Dianthus, un género de plantas perteneciente la familia Caryophyllaceae, nativo de Europa y Asia, con unas pocas especies que se encuentran en el norte de África, y una especie (D. repens) en la franja ártica de Norteamérica. Coloquialmente se conocen como claveles y clavelinas. El nombre Dianthus procede de las palabras griegas deos («dios») y anthos («flor»), la «flor de los dioses», como la llamó Teofrasto.

Los cultivares más vistosos que vemos hoy se originaron a partir de D. caryophyllus. Es difícil señalar el origen nativo de esta especie, porque se ha cultivado en toda Europa y Asia durante casi dos mil años. Sin embargo, se piensa que el clavel silvestre es nativo de una franja de la región Mediterránea que abarca Grecia e Italia. D. caryophyllus es una más de las 330 especies de claveles que se han descrito, cada una de ellas con su propia ecología y distribución. Algunas son herbáceas de pequeño tamaño y otras pequeñas matas que nunca alcanzan un gran tamaño.

Los claveles salvajes son más elegantes que sus congéneres cultivados. Son plantas de tamaño modesto que producen flores con cinco pétalos de márgenes serrados o finamente divididos que cuyo color oscila entre el blanco y el rosa. Las flores son proterándricas, lo que significa que las partes masculinas (los estambres) maduran y liberan el polen antes de que lo hagan las partes femeninas. Eso ayuda a reducir la endogamia. Los nectarios se localizan en la base de la flor, por lo que solamente algunos himenópteros y lepidópteros dotados de largas probóscides pueden actuar como polinizadores.

Cápsulas erectas de Dianthus, mostrando la apertura
apical por la que escaparán las semillas. Fuente.
Después de la polinización, los pétalos comienzan a producir etileno, lo que provoca el colapso casi completo de las flores en las siguientes 24 horas. Es un proceso de ahorro energético: ¿Para qué desperdiciar energía en costosas piezas florales cuando ahora los esfuerzos energéticos deben ser dirigidos a la producción de semillas? Al madurar, el fruto, que es una cápsula seca se rompe en la parte superior y abre una puerta a las semillas. Como está situado en el extremo del tallo, que es extremadamente flexible, hay una combinación entre la dispersión balística y la diseminación de las semillas por el viento. A medida que la cápsula se balancea de un lado a otro con la brisa, las diminutas semillas son lanzadas desde la cápsula como la metralla desde una catapulta.

Los mutantes de pétalos múltiples que se han seleccionado artificialmente apenas funcionan como plantas reproductoras. En la naturaleza, los claveles son perennes y producen de una a seis flores por temporada y cientos de semillas. Como lo que se busca en floristería es la apariencia y la renovación constante, los claveles cultivados son plantas de una sola temporada. Además, la duplicación de pétalos impide que los insectos puedan llegar al interior para obtener el polen o el néctar. Como consecuencia, las flores se quedan sin polinizar. ©Manuel Peinado Lorca

Quienes deseen profundizar en el conocimiento del género Dianthus, pueden pinchar en este enlace.