sábado, 18 de marzo de 2017

Apriétense el cinturón

Esquema del cinturón de asteroides. Fuente.
En mi entrada anterior comenté la bajísima probabilidad de que un meteorito impactara con un avión comercial haciéndolo estallar. Ahora mire la figura adjunta y observe ese anillo que se sitúa entre las órbitas de Marte y Júpiter. Es el cinturón de asteroides. Alberga multitud de objetos de formas irregulares, denominados asteroides, y al planeta enano Ceres. Denso, ¿verdad? Ese sí parece un lugar peligroso para atravesarlo con una nave espacial. Trataré de explicar por qué navegar en ese lugar del espacio es tan seguro como volar una cometa en una apacible tarde de primavera.
En otra entrada comenté que el primer día de 1801 el astrónomo napolitano Giuseppe Piazzi descubrió el primer asteroide conocido, al que bautizó con el nombre de Ceres. Ceres es uno de los cinco objetos de mayor masa del cinturón de asteroides. Completan el quinteto Palas, Vesta, Higia y Juno. Ceres, el más masivo de todos, tiene un diámetro de 950 km y una masa del doble que Palas y Vesta juntos. Pero la mayoría de cuerpos que componen el cinturón son mucho más pequeños, del tamaño de pelotas y guijarros. Pero a primera vista asustan, entre otras cosas porque un simple pedrusco le bastó al pequeño David para abatir al gigante Goliat. Así que, ¿es seguro o no cruzar el cinturón?
La primera vez que se programó que una sonda espacial lo cruzara, algunos científicos estaban seriamente preocupados ante la posibilidad de que la nave tuviera que surcar un espacio poblado por tal densidad de objetos. El primer paso a través del cinturón de asteroides se produjo a comienzos de la década de 1970, cuando las naves Pioneer 10 y Pioneer 11 viajaron más allá de Júpiter. El número de objetos en el cinturón aumenta mucho a medida que decrece el tamaño, pero, aun así, las Pioneer sólo recibieron contados impactos de cuerpos micrométricos durante su paso, muchos menos que los mosquitos que impactan en el parabrisas de su coche durante cualquier viaje.
Giuseppe Piazzi, descubridor de Ceres,
el objeto más grande y masivo del cinturón de asteroides
. Fuente.
El peligro no estriba en chocar contra un objeto de grandes dimensiones. De hecho, se trata de un riesgo minúsculo porque entre Marte y Júpiter media una cantidad inmensa de espacio y porque, en relación, los objetos que pululan por él son minúsculos. Aunque hubiera un millón no ya de asteroides pequeños sino de planetoides con diámetros superiores a un kilómetro, la probabilidad de que una nave se topara con uno en el cinturón de asteroides seguiría siendo insignificante.
A comienzos de la década de 1990 la NASA quería que la nave Galileo se encontrara con un asteroide cuando atravesara el cinturón en su viaje hacia Júpiter. No resultó fácil localizar algún objeto que se pusiera a tiro de la ruta de la Galileo. Para alcanzar ese cuerpo hubo que modificar expresamente la trayectoria de la sonda espacial, pero gracias a ello se consiguieron las primeras imágenes cercanas de un asteroide, el bautizado como Gaspra.
Puede decirse que el cinturón de asteroides está en realidad más vacío de lo que nos gustaría. Si el cinturón albergara 100.000 planetoides, y la cantidad real se estima en unas diez veces menos, la separación media entre ellos rondaría los cinco millones de kilómetros, casi doce veces la distancia que separa a la Tierra de la Luna. Si, como el Principito en la Luna, nos encontráramos en uno de esos planetoides y miráramos hacia arriba, no veríamos un cielo repleto de rocas, sino que nuestros vecinos se revelarían tan pequeños que haría falta mucha suerte para ver siquiera uno, y no digamos ya cientos.
Esquema de la Pioneer X. Fuente
Sin embargo, esto no significa que un planeta grande como la Tierra no cuente con una probabilidad apreciable de recibir un impacto a lo largo de un periodo dilatado de tiempo. El riesgo procede de los fragmentos que dejan las colisiones entre miembros del propio cinturón; tras fragmentarse, algunos de los pedazos adoptan trayectorias dirigidas hacia la Tierra debido al influjo gravitatorio de Júpiter. La probabilidad de que la Tierra choque con un objeto de un tamaño aproximado de un kilómetro es de una entre 5.000 en el transcurso de una vida humana.
Hace 65 millones de años, un asteroide de unos doce kilómetros de diámetro chocó contra la Tierra y exterminó a cerca del 90% de los animales, entre ellos los dinosaurios. Esos impactos catastróficos constituyen acontecimientos muy raros, pero la probabilidad aumenta con objetos menores. Un objeto de un kilómetro de anchura es lo bastante grande como para causar una catástrofe mundial debido a la enorme cantidad de energía que liberaría en el impacto: al menos un millón de veces la potencia de la bomba arrojada sobre Hiroshima en 1945. ©Manuel Peinado Lorca