Murciélago y Marcgravia evenia. Fotografía de Ralph Simon. |
Los fenómenos de coevolución nunca dejan de sorprendernos. Los
siguientes son algunos de los ejemplos más significativos de la coevolución
entre murciélagos y plantas.
Marcgravia evenia es una
liana endémica de Cuba y una más de las 62 especies que, distribuidas en ocho
géneros, componen la familia Marcgraviaceae. Como otras especies de su género, M. evenia confía en los murciélagos para
polinizarse. La quiropterofilia
es relativamente común en los trópicos, pero lo que resulta excepcional es la
estrategia con la que marcgravias y murciélagos forman un perfecto dúo. La
mayoría de las plantas que utilizan a los murciélagos como vectores de polen
tienen por lo general flores olorosas que exhalan potentes fragancias
características para aprovechar el sentido del olfato de los murciélagos. M. evenia es diferente: explota el más
extravagante de los sentidos de los quirópteros, la ecolocación, de la que me
ocupé en
otra entrada.
Inflorescencia de M. evenia. (A) Hoja. (B) anillo de flores en fase masculina con las anteras produciendo polen. (C) Nectarios acopados Foto. |
En un artículo
publicado en Science, un equipo
de investigación anglo-germano demostró cómo una extraña hoja en forma de plato
situada por encima de las inflorescencias de M. evenia atrae a los murciélagos polinizadores, que encuentran en
los grandes nectarios abarquillados un néctar muy nutritivo. ¡La hoja funciona
como un reflector para el sonar de los murciélagos! Los experimentos
demostraron que los quirópteros tenían el doble de probabilidades de encontrar
plantas con estas hojas en forma de plato de las que hallaban cuando les
amputaban dichas láminas foliares.
Se trata una inmejorable adaptación coevolutiva, porque como las lianas
son raras en la naturaleza, cualquier mecanismo que aumente la probabilidad de
una visita del murciélago polinizador supone una ventaja selectiva
considerable. Las hojas en forma de plato hacen precisamente eso. Según los
autores del artículo, «los ecos de la hoja cumplen los requisitos para funcionar
como un reclamo eficaz, es decir, eran fuertes, multidireccionales y tenían una
reconocible rúbrica sonora inconfundible para el murciélago».
Como pueden suponer, Marcgravia
no es la única planta que ha desarrollado una antena para radares. En los
densos bosques tropicales de Borneo hay otra especie completamente diferente
que interactúa con los murciélagos: Nepenthes
hemsleyana.
Nepenthes, género que da
nombre a la familia de plantas carnívoras Nepenthaceae, conocidas popularmente
como plantas jarra o copas de mono, es un género oriundo de las regiones
tropicales del Viejo Mundo. La mayor diversidad se encuentra en Borneo y
Sumatra, donde viven muchas especies endémicas. El nombre “copas de mono” con
el que conocen en Borneo se refiere a que se ha visto simios bebiendo agua de
lluvia en sus curiosas hojas en forma de jarra.
Normalmente, las Nepenthes
tienen un sistema radicular superficial y un tallo trepador o postrado de
varios metros de longitud (15 o más) con un grosor que varía entre unos
milímetros hasta 1 cm. De este tallo surgen hojas alternas, en forma de espada
de color verde de unos 30 cm de longitud y con márgenes enteros. Una extensión
en la punta de la hoja forma el zarcillo, que ayuda a que la planta trepe, y en
cuyo extremo, coronada por una tapa, se forma la trampa jarra que contiene un
fluido acuoso almibarado producido por la propia planta donde los insectos,
atraídos por el olor que producen las glándulas de néctar de la boca y la tapa
del odre, caen y son digeridos.
N. hemsleyana produce dos
tipos de jarras-trampa. Las situadas más cerca del suelo son las típicas que
cabría esperar de una planta especializada en comer insectos. Son perfumadas,
resbaladizas y están llenas de fluidos digestivos viscosos. Estas jarras son
muy diferentes de las que produce la planta arriba, en el dosel arbóreo, que son
considerablemente más estrechas, menos perfumadas, contienen menos líquidos
digestivos y apenas capturan insectos. Para hacerlas aún más diferentes, en la
parte trasera de la hoja hay una estructura de forma parabólica muy conspicua.
Esquema de las hojas-jarra de Nepenthes hemsleyana. Modificada de Biological Lettter. |
Estas jarras aparentemente inservibles confundieron inicialmente a los
investigadores durante meses. ¿Por qué la planta producía trampas aparentemente
inútiles? Luego, un día encontraron un murciélago dentro de una de esas extrañas
jarras. De repente, todo tenía sentido; continuaron observando y experimentano
hasta que, finalmente, publicaron sus
resultados en Biological Letters,
una de las publicaciones de la Royal
Society. Conclusiones: N. hemsleyana
es otra planta que ha formado una relación mutualista con los murciélagos. Los implicados
son los murciélagos lanudos de Hardwicke (Kerivoula
hardwickii), con los que la planta ha formado un increíble mutualismo único
entre las carnívoras tropicales.
¿Qué buscan los murciélagos en el interior de las jarras?: Refugio. Las
jarras superiores proporcionan un albergue maravilloso, perfecto para que un
par de murciélagos duerman a patagio suelto. Las jarras se estrechan para
formar una especie de cintura que impide que los murciélagos resbalen hacia
dentro y se conviertan en comida para las plantas, a lo que contribuye también
que las jarras produzcan bajos niveles de líquidos digestivos. Para pagar el
alquiler, los murciélagos defecan regularmente hacia abajo, proporcionando a la
planta una comida rica en nitrógeno a base de insectos medio digeridos. De esta
manera, la planta compensa que sus jarras trampa de las alturas hayan perdido
la capacidad de capturar insectos.
La frecuencia de la ecolocación de los murciélagos lanudos de Hardwicke
es la más alta de cualquier especie de murciélago conocida por la ciencia. Los
investigadores creen que es una respuesta a ese plato parabólico producido por las
jarras de N. hemsleyana. Los estudios
demuestran que tiene una fuerte eco-reflexión para la alta frecuencia que
utilizan sus peludos huéspedes, lo que ayuda a que los quirópteros encuentren las
jarras entre la densa vegetación de la selva tropical borneana.
Foto. |
Nadie se había molestado en cuantificar los beneficios obtenidos al
convertir las jarras de captura de insectos en refugios de murciélagos. Nadie,
hasta septiembre de 2016, cuando un equipo de investigadores de la Universidad
de Greifswald, Alemania, publicó
los resultados de una serie de astutos experimentos realizados para calcular
exactamente cuánto depende la nutrición de N.
hemsleyana de los excrementos de murciélago. Lo que encontraron es más que notable.
Las plantas que dependían solamente de los insectos no solo tenían menos hojas,
sino que también presentaban un crecimiento más lento, reducían la capacidad
fotosintética y vivían menos.
Para evaluar el valor de este mutualismo, realizaron una serie de
experimentos de campo y de invernadero. Midieron la supervivencia, el
crecimiento, la fotosíntesis y el contenido de nutrientes de ejemplares de N. hemsleyana alimentadas con heces de
murciélagos comparándolas con otras alimentadas con artrópodos. Descubrieron
que en las plantas alimentadas con heces habían aumentado la supervivencia, el
crecimiento y la fotosíntesis en comparación con las alimentadas únicamente con
artrópodos. Como media, las plantas privadas de nutrientes nitrogenados cubrieron
el 95% de su demanda de nitrógeno a partir de las heces. Eso significa que N. hemsleyana está liberada de la
captura de insectos, con lo que ahorra así valiosas reservas de energía que
pueden ser asignadas a estructuras tales como hojas, tallos y flores. El
nitrógeno depositado por los murciélagos llega sobre todo en forma de urea, que
se degrada en amonio que es absorbido fácilmente por las plantas.
Esta facilidad para adquirir nutrientes sin dar ni golpe es la causa de que la evolución haya traído como resultado final que la planta haya dejado prácticamente de depender del nitrógeno procedente de los tejidos de los insectos. Justo al revés de lo que propone la ONU para los humanos. Claro, que comer chapulines es siempre mejor que zampar cacas de murciélago.