Cuando el gigante Goliat vio por vez primera a David, «le despreció por
muy joven de blondo y bello rostro» (Samuel
17: 42). Erró y Goliat pagó el más alto de los precios para aprender la más
elemental de las lecciones: las apariencias engañan. Claro que para mejorar la
apariencia externa ayuda poco haber entrado en la Historia formando parte de un
asado. Eso es precisamente lo que le ocurrió a un paradójico animal, el
equidna.
La Bounty, un carguero
convertido en velero armado para el transporte entre Tahití y el Caribe, ha
pasado a la historia por el motín que se declaró a bordo el 28 de abril de 1789
siendo capitán William Blight, que había servido al mando de legendario James
Cook [1].
El motín, llevado a la literatura por la trilogía de novelas de Charles
Nordhoff y James Norman Hall, y al cine primero por Frank Lloyd (1935) y luego
por Lewis Milestone (1962), con el título Rebelión
a bordo, fue todo su acontecimiento en su época no ya por el amotinamiento
en sí, sino por el asombroso viaje de cuatro mil millas que, después de ser
abandonados en alta mar, realizaron Blight y sus leales en un bote y con sólo
un sextante y un reloj, hasta llegar a tierras civilizadas, una singladura que
Blight consiguió sin perder un solo hombre.
La literatura y el cine han moldeado a su antojo el personaje de Bligh.
El capitán pudo haber sido un dictador exigente y es seguro que no habría
ganado ningún premio por su conocimiento de la psicología humana, pero la Historia,
Nordhoff, Lloyd y Milestone tampoco lo trataron bien. Bligh era duro, obstinado,
meticuloso y ordenado en demasía, pero era también un hombre audaz que no se
arredraba ante ningún desafío y un oficial meticuloso en el cumplimiento de su
deber como marino y explorador.
Tachyglossus aculeatus. Foto |
La costumbre de Bligh de registrarlo todo minuciosamente sirvió para
que un curioso animal ingresara (con pocos honores) en los anales de la
Historia Natural. Obsesionado por el fracaso de su misión en la Bounty para llevar árboles del pan como
comida para los esclavos de las Antillas, Bligh volvió a Tahití a bordo del Providence y descargó con éxito un “bosque
flotante” de 1.200 árboles en Port Royal, Jamaica, en 1793. De camino, recaló
en Australia y realizó una interesante comida.
Uno de los oficiales de Blight, George Tobin, cazó un animal al que
describió
«como una especie de perezoso del tamaño aproximado de un lechón asado con una trompa de cinco a siete centímetros de longitud [...] En el dorso tenía cortas púas como las del puercoespín [...] El animal fue asado y resultó de un sabor delicado».
Los oficiales del Providence
habían comido un equidna, uno de los animales más extravagantes de Australia,
que ya es decir: un comedor de hormigas ponedor de huevos estrechamente
emparentado con el ornitorrinco. El meticuloso Bligh hizo un dibujo del animal
antes del banquete y lo llevó de vuelta a Inglaterra. En 1802 apareció como una
figura que acompañaba la primera descripción técnica de la anatomía del
equidna, hecha por Everard Home en las Philosophical
Transactions of the Royal Society.
Dijo Napoleón Bonaparte «Cuando quiero que un asunto no se
resuelva lo encomiendo a un comité» [2]. Por
su aspecto externo y sus características anatómicas y reproductivas, se tiende a
considerar a los monotremas como un grupo poco agraciado y muy primitivo de
mamíferos, algo así como un mamífero mal terminado quizás porque el Creador
hizo lo que se hace cuando no se desea que las cosas salgan medianamente bien:
nombrando un comité. Como sucede con el camello o con los peces pulmonados, es
posible que Dios encargará el diseño de los monotremas a una comisión.
Los mamíferos monotremas representan únicamente tres géneros: Ornithorhynchus
anatinus, el ornitorrinco, que vive en Australia oriental y Tasmania; Tachyglossus
aculeatus, el equidna común, que vive en toda Australia y Nueva Guinea,
y tres especies de Zaglossus, los zaglosos
o equidnas de pico largo, que sólo viven en las montañas de Nueva Guinea.
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Los equidnas viven en tierra firme y se alimentan de hormigas y
termitas. El ornitorrinco vive la mayor parte del tiempo en el agua, y se
alimenta de pequeños invertebrados que encuentra en el fango. Tiene un «pico»
que, verdaderamente, parece de pato, mientras que el de los equidnas tiene una
forma más tubular. Los estudios moleculares indican que el antepasado de
equidnas y ornitorrincos vivió hace menos tiempo que Obdurodon, un ornitorrinco fósil con el mismo aspecto y los mismos
hábitos que el ornitorrinco actual, pero con un pico provisto de dientes. Como
dice Richard Dawkins, eso «significa que los equidnas son ornitorrincos modificados
que en los últimos 20 millones de años salieron del agua, perdieron las
membranas interdigitales, estrecharon el pico de pato hasta convertirlo en el
tubo sonda de los mirmecófagos y, como los erizos y los puercoespines,
desarrollaron púas protectoras». ¡Ahí es nada!
Los monotremas deben su nombre al rasgo que tienen en común con aves y
reptiles. Monotrema en griego significa «un solo agujero». Como ocurre en
reptiles y aves, el ano, el tracto urinario y el tracto reproductor desembocan
en una sola apertura común: la cloaca. Aún más reptiliano es el hecho de que lo
que sale de la cloaca no sean crías, sino huevos. Y no son huevos microscópicos
como los óvulos de todos los demás mamíferos, sino huevos como Dios manda
(quizá Dios presidía la comisión y pasaba por allí de vez en cuando para
ocuparse de las cosas importantes), unos huevos de dos centímetros provistos de
una cáscara dura y áspera de color blanco que contiene el nutrimento para
alimentar a la cría hasta que ésta se encuentra condiciones de salir del
cascarón, operación que realiza no mediante las artimañas que empleaba Houdini
el escapista, sino con el expeditivo estilo de reptiles o aves, esto es, rompiéndolo
con la ayuda de una protuberancia el extremo del pico.
Los monotremas presentan otros rasgos típicamente reptilianos como el
hueso interclavicular propio de los reptiles, pero no de los mamíferos. Por
otra parte, el esqueleto de los monotremas presenta unas cuantas
características comunes en los mamíferos. Mientras que en los reptiles la mandíbula
inferior está formada por cuatro huesos, en los monotremas, como en los
mamíferos, consiste en un único hueso dentario, porque en el transcurso de la
evolución de los mamíferos tres de los huesecillos mandibulares se desplazaron hasta
el oído medio: son los llamados martillo, yunque y estribo.
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Los monotremas coinciden también con los mamíferos en segregar leche
para amamantar a las crías, el sello distintivo de los mamíferos. No obstante, algún
miembro de la comisión gestora dejó una curiosa aportación: las hembras carecen
de pezones y la leche sale de unos poros distribuidos por una amplia zona de la
epidermis ventral, de donde la cría, agarrada a los pelos de la madre, la
succiona. Las extremidades de los monotremas están un poco más separadas que las
de los mamíferos normales, rasgo que se refleja en característico contoneo de
los equidnas, que, sin llegar a ser exactamente reptiliano, tampoco es del todo
mamífero.
Home descubrió la extraña mezcla de características de reptiles y mamíferos
que desde entonces ha inspirado interés y sorpresa entre los biólogos cuando se
enfrentan a la paradoja de los mamíferos ovíparos de Australia. Home describió
el equidna como si no estuviera completo en términos de un mamífero, una forma
menor estigmatizada con rasgos de los grupos inferiores. De ese modo, la carga
de primitivismo quedó para siempre y jamás asociada a los equidnas. Pero los
equidnas guardaban un as en la manga (debería decir en la bragueta) mucho más
importante como defensa absoluta de su papel reproductor: su pene 4 X 1. Los
equidnas tienen penes con cuatro salidas al exterior, aunque no todas son
funcionales a la vez, sino que van rotando, y el animal usa una mitad, con dos
cabezas cada vez. En este sentido funcionan como los hemipenes de los reptiles,
pero están unidos por la base.
En sus parientes, los ornitorrincos, el pene también es extraño y
termina en forma de horquilla, aunque solo el lado izquierdo es funcional,
porque en la hembra solo funciona el ovario izquierdo. Cada uno se las apaña
como puede. ©Manuel
Peinado Lorca.
Bibliografía utilizada
Dawkins, R. 2009. El cuento del antepasado. Un viaje a los albores de la evolución. 2ª
edición. Antoni Bosch Editor. Gould, S. J. 2009. El regalo de Bligh. Pag. 323-336, en Brontosaurus y las nalgas del ministro. Drakontos
Bolsillo. Groves, C .P. 2005. Order Monotremata. Pag. 1, en Wilson, D.E.; Reeder, D.M. Mammal
Species of the World: A Taxonomic and Geographic Reference (3rd ed.). Johns
Hopkins University Press.