Isla Ascensión. Fuente. |
Durante más de trescientos años desde que se descubrió en 1501, la
isla Ascensión fue una tierra yerma, árida y estéril situada en medio del
océano Atlántico. A principios del XIX, las cosas comenzaron a cambiar cuando
la marinería de su Graciosa Majestad fundó allí una guarnición. Poco después,
lo que comenzó siendo un huerto destinado al sustento de las tropas y de los
primeros colonos, acabó en un experimento que buscaba crear un exuberante
mosaico de vegetación en el pico más alto de la isla, Green Mountain, que se
eleva 859 m sobre el mar. Hoy día, ese ecosistema artificial emerge como una
joroba verde sobre las resecas tierras bajas secas que recuerdan el pasado isleño
antes de aquel experimento. El hombre que planeó la experiencia que convirtió
una de las islas más desoladas del mundo en un lujurioso Edén fue Sir Joseph D. Hooker, el mejor amigo de Darwin, y el mejor botánico de la época victoriana.
Situada justo al sur del Ecuador (7° 57’S, 14° 22’W), los 35,5
kilómetros de largo por ocho de ancho que constituyen una de las islas más
remotas y aisladas del mundo, emergen del fondo oceánico a unos 2.200 km al este de Brasil y a 3.200 km
al oeste de Angola. Situada a una distancia de 1.200 kilómetros, Santa Elena,
la isla donde los británicos confinaron al derrotado Napoleón, que pasó allí
sus últimos años, es la tierra más cercana.
Ascensión es una isla muy joven. Se originó desde el fondo del
océano hace apenas un millón de años como resultado de una intensa actividad
volcánica. Se estima que el volcanismo todavía estaba modelando la isla hasta
hace poco más de un milenio. Su origen volcánico, su juventud, su aislamiento,
que impide o dificulta la llegada de colonizadores biológicos, y sus suelos
prácticamente inexistentes significaron que durante la mayor parte de su
existencia Ascensión fuera un lugar desolado. Era esencialmente una isla
desierta. Los marinos anclaban en sus aguas para recolectar tortugas y pájaros
para comer mientras navegaban hacia las Indias Orientales. Hasta 1815 no se establecieron
asentamientos permanentes en la isla.
Cuando Gran Bretaña buscaba un lugar remoto y seguro en el que
encarcelar de por vida al derrotado Napoleón Bonaparte (que finalmente acabaría
en Santa Elena), la Marina Real reclamó la isla en nombre del Rey Jorge III. Debido
a que Napoleón tenía cumplida fama de ser un consumado escapista como había
demostrado al fugarse de Elba en abril de ese año, los británicos decidieron
construir una guarnición para asegurarse de que el corso no fuera rescatado. Cuando
comenzaron los preparativos, se hicieron evidentes las limitaciones de la isla.
No había prácticamente suelos en los que cultivar y el agua dulce faltaba casi
por completo.
Pteris adscensionis, uno de los helechos endémicos de isla Ascensión. Fuente. |
La flora nativa de Ascensión era mínima. Cuando se instalaron los
británicos, se estima que había alrededor de 25 a 30 especies de plantas vasculares.
De ellas diez (dos herbáceas, dos arbustos y seis helechos) eran endémicos. Si
la guarnición debía instalarse, había que hacer algo. Comenzaron a cultivar un huerto
cerca de la cumbre de Green Mountain, el único lugar de la isla donde unas
hierbas lograban poner algo de verde. Los infantes de marina británicos prepararon
los terrenos para el huerto a aproximadamente 700 metros. Allí había unos
suelos incipientes que permitían cultivar un puñado de diferentes frutas y
verduras. En 1836, cuando el cuerpo de Napoleón llevaba quince años criando
malvas en Santa Elena, Ascensión fue visitada por el busque explorador Beagle en el que viajaba un joven
naturalista, Charles Darwin. Darwin anotó la existencia de la huerta y, aunque
admiró el trabajo que se había hecho para hacerla “habitable” también lamentó
que la isla estuviera "desprovista de árboles".
Otros compartían el sentimiento de Darwin. La opinión predominante
de esa época era que en cualquier tierra donde ondeara la bandera británica
debía ser transformada para que pudiese ser habitada. Poco después de la visita
de Darwin, el botánico Joseph Hooker visitó Ascensión. Hooker, seguidor
incondicional de la obra de Darwin, compartía su pesar por la escasez de
vegetación en la isla. Como le había ocurrido al propio Darwin, Hooker se
sorprendió del cambio que había experimentado Santa Elena donde el gobernador,
Alexander Beatson, había comenzado la reforestación.
El helecho perejil de Ascensión, Anogramma ascensionis. Fuente |
Hooker convenció a la Marina británica de que cubriendo la Green
Mountain de bosque, los árboles captarían la lluvia y mejorarían el suelo. Con
el apoyo de Kew Gardens, eso es exactamente lo que sucedió. El consejo de
Hooker para la marina se basaba en una estrategia clara: forestar Green
Mountain para aumentar las precipitaciones, fijar las rocosas y escarpadas
laderas con vegetación para retener el suelo, plantar arbustos adaptados a la
sequía en las tierras bajas e introducir
una amplia variedad de cultivos.
Durante aproximadamente una década, Kew envió 330 especies
diferentes de plantas que se plantaron en Mountain Green. Las plantas fueron
elegidas específicamente para soportar las duras condiciones de vida en ese
desierto volcánico en medio del Atlántico Sur. Se estima que, entre 1860 y
1870, se plantaron 5.000 árboles, la mayoría de ellos procedentes de Argentina
y Sudáfrica. Más tarde, fueron llegando más y más plantas y semillas procedentes
de los jardines botánicos de Londres y Ciudad del Cabo. El experimento de transformación
del suelo más increíble del mundo estaba en marcha en esa pequeña roca
volcánica.
A finales de 1870 estaba claro que el experimento funcionaba a la
perfección. Árboles como los pinos Norfolk (Araucaria
heterophylla), y varias especies de Eucalyptus
y de Ficus, así como diferentes
especies de bananos y bambúes se habían establecido en las laderas de Mountain
Green. Donde una vez hubo apenas unas briznas de hierba, estaba comenzando a
prosperar un exuberante bosque de nubes. La vegetación no fue lo único que
comenzó a cambiar en la Ascensión: junto a ella cambió el clima.
Arriba: dibujo publicado en 1835 por el Capitán Henry Brandreth titulado "From Mountain Road", mostrando conos de ceniza emergiendo de las llanuras estériles debajo de Green Mountain. Abajo: Una foto de 2012 tomada desde el mismo lugar que muestra la vegetación en la misma montaña y en las llanuras de abajo. Fuente. |
Las estimaciones sobre las precipitaciones antes y después de los
trabajos de forestación son escasas en el mejor de los casos. Con lo único que
se cuenta es con informes oficiales y con anotaciones en los diarios de los
primeros marineros y visitantes. Unos y otros van dibujando un escenario que va
experimentando un cambio asombroso. Antes de comenzar la forestación, se decía
que apenas pasaban nubes y la lluvia caía raras veces. Los que vivían en la
isla durante la década que siguió a la siembra fueron testigos asombrados de
que en cuanto la vegetación comenzó a asentarse, el clima de la isla comenzó a
cambiar. Uno de los cambios más notables fue la lluvia. Los colonos de la isla notaron
que las tormentas de lluvia eran cada vez más frecuentes. Además, como anotó un
capitán, «rara vez pasa más de un día sin lluvia ni niebla en la montaña». El
desarrollo de los bosques en Ascensión estaba causando un cambio en el ciclo de
agua de la isla.
Piense en que las plantas son esencialmente unas pajitas de sorber
vivas. El agua absorbida por las raíces viaja a través de los tejidos para
evaporarse en las hojas. El aumento de la vida vegetal en la isla estaba aportando
humedad al aire. El microclima húmedo del sotobosque enfrió las tierras
circundantes. El agua que antes se evaporaba comenzó a formar nieblas. Comenzaron
a formarse charcas cuando los suelos creados retuvieron más humedad.
Pero todo no era de color rosa. La flora nativa estaba pasando las
de Caín. Incluso antes de comenzar el experimento, los seres humanos y otros
intrusos dejaron su huella destructiva en la biota autóctona. Con los seres humanos
inevitablemente viajan animales como cabras, burros, cerdos y ratas. Estos
voraces mamíferos se pusieron manos a la obra para acabar con la vegetación
local. Las incipientes comunidades vegetales y animales que se habían
desarrollado en la isla antes de la llegada de los colonos sufrieron las
consecuencias de esos animales. Mientras los herbívoros consumían todo lo que
fuera verde, las ratas hacían de las suyas en los nidos de los confiados
pájaros. Las cosas empeoraron cuando comenzó la siembra.
La cumbre de Green Mountain vista desde la entrada a Green Mountain National Park. Fuente. |
De las diez plantas endémicas de la Isla Ascensión, tres se
extinguieron expulsadas por la competencia de las plantas invasoras traídas a
la isla. Se pensaba que el helecho perejil de Ascensión (Anogramma ascensionis) estaba extinto hasta que se descubrieron cuatro
plantas en 2010. La flora nativa de la isla de la Ascensión fue, en su mayor
parte, desplazada por la introducción de las especies invasoras. Este hecho no pasó
desapercibido a Hooker. Pronto comenzó a lamentarse por su ignorancia acerca de
los impactos que el experimento tendría en la vegetación nativa: "Las
consecuencias para la vegetación nativa del pico serán, me temo, fatales, y
sobre todo para la rica alfombra de helechos que observé en la parte superior
de la montaña cuando la visité". Aún así, algunas plantas lograron adaptarse
a la vida entre sus nuevos vecinos. Muchos de los helechos que crecían sobre el
suelo cuando Hooker los vio, ahora crece como epífitos sobre los árboles
introducidos en Green Mountain.
Hoy en día el caso de la isla Ascensión es un dilema para los
conservacionistas. Por un lado, el esfuerzo por proteger y conservar la flora y
fauna nativa de la isla es de máxima prioridad. Por otro lado, la existencia
del que ha sido posiblemente el mayor esfuerzo de transformación del suelo en
el mundo requiere comprensión e investigación ecológica. Se debe buscar un
equilibrio si se quieren cumplir ambos objetivos. Se están realizando muchos
esfuerzos para controlar la vegetación invasora que se desmanda. Por ejemplo, la
introducción relativamente reciente de la espina mexicana (Prosopis juliflora) amenaza el hábitat reproductor de la tortuga
verde. Los esfuerzos para eliminar estas especies agresivas están en marcha.
Aunque es demasiado tarde para revertir lo que se ha hecho en Ascensión, el
experimento ofrece algo que puede ser más importante a largo plazo:
perspectiva.
En todo caso, Ascensión se erige como un perfecto ejemplo del
papel que las plantas juegan en la regulación del clima. La introducción de las
330 especies de plantas y el posterior desarrollo de un bosque fue suficiente
para cambiar completamente el clima regional. Donde una vez hubo un desierto
volcánico ahora hay un bosque de niebla. Con el bosque llegaron las nubes y la
lluvia. Si reforestar una isla puede cambiar tanto el clima, imaginen el daño
que está haciendo la pérdida de vegetación natural en todo el mundo.
Cada año se pierden unas 7,3 millones de hectáreas de bosque en
todo el planeta. A medida que las poblaciones humanas continúan aumentando, ese
número irá incrementándose. Es de una absoluta ignorancia asumir que la
destrucción de los hábitats no está influyendo en el clima global. Influye, y
mucho. Las plantas son la base de los hábitats y cuando desaparecen, también lo
hace casi todo lo que depende de ellas, incluyendo la lluvia.
Si la historia de Ascensión sirve para algo, espero que sirva para
recordarnos el importante papel que juegan las plantas en el funcionamiento de
los ecosistemas de nuestro planeta. ©Manuel Peinado Lorca