Esta cuenta de Twitter recuerda
lo que pasó la última vez que Estados Unidos cerró sus puertas a los refugiados.
El mismo día que se conmemoraba a las víctimas del Holocausto, y Trump vetó la
entrada a los refugiados sirios (pulse
en este enlace para ver con subtítulos en español la ceremonia de la firma
y la cara de satisfacción de Trump), apareció una cuenta que muestra el destino
trágico de los judíos de un barco que el Gobierno estadounidense devolvió en
1939.
El St. Louis zarpa del puerto de Hamburgo. 13 de mayo de 1939. Fuente. |
El 13 de mayo de 1939, el buque St. Louis zarpó de Hamburgo, Alemania, con 900 judíos a bordo.
Huían de las atrocidades del régimen nazi. La mayoría había solicitado visas
para entrar en Estados Unidos tras una parada en Cuba. Sin embargo, a su
llegada a La Habana, el Gobierno estadounidense rechazó a los pasajeros. Después
de pasar un mes atracados en Cuba, durante el cual uno de los pasajeros
-sobreviviente de un campo de concentración- incluso intentó suicidarse, fueron
devueltos a distintos países de Europa, como Inglaterra, Francia, Bélgica y los
Países Bajos. Doscientos cincuenta de
ellos fueron asesinados en diferentes campos de concentración en los
años siguientes.
La cuenta surgió precisamente el viernes 27, Día Internacional de Conmemoración
en Memoria de las Víctimas del Holocausto. También coincidió con la decisión
del presidente Donald Trump de cancelar los programas de refugiados y cerrar
las puertas a los sirios. El perfil de Twiter recuerda con nombre, apellido y,
en ocasiones, fotos, el destino de los 250 pasajeros que terminaron muriendo
durante la guerra tras ser rechazados en tierras estadounidenses. Las que
siguen, son algunos de ellos. Al final, les transcribo la historia del San Luis
traducida directamente de la web del UnitedStates Holocaust Museum.
"Me llamo Erna Dora Dublon. Estados Unidos me rechazó en la
frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".
"Me llamo Herbert Manasse. Estados Unidos me rechazó en la
frontera en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".
"Me llamo Irmgard Köppel. Estados Unidos me rechazó en la frontera
en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".
"Me llamo Martha Karliner. Estados Unidos me rechazó en la
frontera en 1939. Fui asesinada en Auschwitz".
"Me llamo Günther Heilbrun. Estados Unidos me rechazó en la
frontera en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".
"Me llamo Joachim Hirsch. Estados Unidos me rechazó en la frontera
en 1939. Fui asesinado en Auschwitz".
"Mi nombre es Sibyll Grünthal. Estados Unidos me rechazó en la
frontera en 1939. Fui
asesinada en Auschwitz".
***
Viaje del St. Louis
Gustav
Schroeder, capitán del St. Louis. US Holocaust Museum. |
El 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán St. Louis zarpó de Hamburgo hacia La Habana. En el buque iban 937
pasajeros. Casi todos eran judíos que huían del Tercer Reich. La mayoría eran
ciudadanos alemanes, algunos procedían de Europa oriental, y algunos eran
oficialmente "apátridas".
La mayoría de los pasajeros judíos habían solicitado visas
estadounidenses y habían planeado permanecer en Cuba hasta que pudieran entrar
a los Estados Unidos. Pero cuando el St.
Louis zarpó, ya había indicios de que las condiciones políticas en Cuba
podrían impedir que los pasajeros desembarcaran allí. El Departamento de Estado
estadounidense en Washington, el consulado estadounidense en La Habana, algunas
organizaciones judías y varias agencias de refugiados eran conscientes de la
situación. Los pasajeros no fueron informados. La mayoría fueron obligados a
regresar a Europa.
Desde que el Kristallnacht (literalmente la Noche de los Cristales
Rotos) del 9 al 10 de noviembre de 1938, el gobierno alemán había tratado de
acelerar el ritmo de la emigración forzada para los judíos. El Ministerio de
Relaciones Exteriores alemán y el Ministerio de Propaganda esperaban explotar
la falta de voluntad de otras naciones para admitir a un gran número de
refugiados judíos como justificante de los objetivos y políticas antijudíos del
régimen nazi tanto en Alemania como en el resto del mundo.
Dos niños abordo del St. Louis. Fuente. |
Los armadores del St. Louis,
la compañía Hamburg-Amerika, sabían antes de que el barco zarpase que sus
pasajeros podrían tener problemas para desembarcar en Cuba. Los pasajeros que
poseían visados de desembarque y visas de tránsito emitidos por el Director
General de Migración cubano no sabían que, justo una semana antes de que el
barco zarpara, el presidente cubano Federico Laredo Bru había hecho lo que
ahora ha hecho Trump: emitir un decreto invalidando todos los visados de
desembarque emitidos recientemente. La entrada a Cuba requería autorización por
escrito de los Secretarios de Estado y de Trabajo de Cuba y pagar una tasa de 500
dólares que no se aplicaba a los turistas estadounidenses.
El viaje del St. Louis atrajo
mucha atención de los medios. Incluso antes de que el barco zarpara de
Hamburgo, los diarios cubanos de la derecha condenaron su inminente llegada y
exigieron que el gobierno cubano dejara de admitir refugiados judíos. De hecho,
los pasajeros se convirtieron en víctimas de amargas luchas internas dentro del
gobierno cubano. El Director General de la Oficina de Inmigración de Cuba,
Manuel Benítez González, estaba bajo sospecha de haber vendido ilegalmente visados
de desembarque. Los vendía como rosquillas por 150 dólares o más y, según
estimaciones de los Estados Unidos, había amasado una fortuna personal de entre
quinientos mil y un millón de dólares. Aunque era un protegido del jefe del
Estado Mayor del ejército cubano (y futuro presidente) Fulgencio Batista, el enriquecimiento
de Benítez a través de la corrupción había alimentado suficiente resentimiento
en el gobierno cubano como para provocar su renuncia.
Más que el dinero, la corrupción y las luchas de poder interno estaban a
la orden del día en Cuba. Al igual que los Estados Unidos y toda América en
general, Cuba se enfrentaba a la Gran Depresión. Muchos cubanos protestaban contra
el número relativamente grande de refugiados (entre ellos 2.500 judíos), a
quienes el gobierno ya había admitido en el país, a los que consideraban competidores
por los escasos empleos.
La hostilidad hacia los inmigrantes alimentó tanto el antisemitismo
como la xenofobia. Los agentes de la Alemania nazi como los movimientos
derechistas cubanos promocionaron el asunto de los inmigrantes en sus
publicaciones y manifestaciones, alegando que los judíos eran comunistas. Dos
de los periódicos, Diario de la Marina, propiedad de la influyente familia
Rivero, y Avance, propiedad de la familia Zayas, habían apoyado al general
Francisco Franco, quien acababa de derrocar al República española en la
primavera de 1939 con la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Los
informes sobre el inminente viaje alimentaron una gran manifestación antisemita
en La Habana el 8 de mayo, cinco días antes de que el St. Louis zarpara de Hamburgo. El mitin, la manifestación
antisemita más grande de la historia cubana, había sido patrocinado por Grau
San Martín, un ex presidente cubano. El portavoz de Grau, Primitivo Rodríguez,
instó a los cubanos a «luchar contra los judíos hasta que el último sea expulsado».
La manifestación atrajo a 40.000 asistentes. Decenas de miles más la escucharon
por la radio.
Cuando el St. Louis llegó al
puerto de La Habana el 27 de mayo, el gobierno cubano admitió a 28 pasajeros:
22 de ellos eran judíos y tenían visas válidas de los Estados Unidos; de los
restantes seis, cuatro eran ciudadanos españoles y dos cubanos que tenían documentos
de entrada válidos. Otro pasajero, tras intentar suicidarse, fue evacuado a un
hospital de La Habana. Los 908 pasajeros restantes (un pasajero había muerto de
causas naturales en ruta) -incluido un no-refugiado, un hombre de negocios
judío húngaro- habían estado esperando visas de entrada y llevaban sólo visas
de tránsito cubano emitidas por González. 743 estaban esperando recibir visas
estadounidenses. El gobierno cubano se negó a admitirlos o a permitirles
desembarcar.
Después de que Cuba negó la entrada a los pasajeros en el St. Louis, la
prensa europea y americana, incluyendo a los Estados Unidos, contó la historia
a millones de lectores en todo el mundo. Aunque los periódicos estadounidenses
generalmente describían la situación de los pasajeros con gran simpatía, sólo
unos cuantos periodistas y editores sugirieron que los refugiados fueran
admitidos en los Estados Unidos. El 28 de mayo, el día después de que el St. Louis atracara en La Habana,
Lawrence Berenson, abogado que representaba al Comité Judío Americano de Distribución Conjunta (JDC), con sede en
Estados Unidos, llegó a Cuba para negociar en nombre de los pasajeros del St. Louis.
Ex presidente de la Cámara de Comercio cubano-americana, Berenson había
tenido una amplia experiencia empresarial en Cuba. Se reunió con el presidente
Bru, pero no lo persuadió de que admitiera a los pasajeros. El 2 de junio, Bru
ordenó que el buque saliera de las aguas cubanas. Sin embargo, las
negociaciones continuaron mientras el St. Louis navegaba lentamente hacia
Miami. Bru ofreció admitir a los pasajeros si el JDC pagaba una tasa de 453.500
dólares (500 por pasajero). Berenson hizo una contraoferta, pero Bru rechazó la
propuesta e interrumpió las negociaciones.
Cuando estaban tan cerca de Florida que podían ver las luces de Miami,
algunos pasajeros del St. Louis
enviaron un cable al presidente Franklin D. Roosevelt pidiéndole refugio.
Roosevelt nunca respondió. El Departamento de Estado y la Casa Blanca habían
decidido no tomar medidas extraordinarias para permitir que los refugiados
entraran a los Estados Unidos. Un telegrama del Departamento de Estado enviado
a un pasajero decía que los pasajeros deben «esperar su turno en la lista
de espera y calificar y obtener visas de inmigración antes de que sean
admisibles en los Estados Unidos». Los diplomáticos estadounidenses en
La Habana intervinieron una vez más con el gobierno cubano para admitir a los
pasajeros de manera "humanitaria", pero sin éxito.
Los cupos establecidos en la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1924 limitaban
estrictamente el número de inmigrantes que podían ingresar a los Estados Unidos
cada año. En 1939, la cuota anual combinada alemana-austriaca de inmigración
era de 27.370 personas y se llenó rápidamente. De hecho, había una lista de
espera de por lo menos varios años. Los funcionarios estadounidenses sólo
podían haber concedido visas a los pasajeros del St. Louis negándosela a un número equivalente de los miles de
judíos alemanes en lista de espera.
La opinión pública de los Estados Unidos, aunque aparentemente
simpatizaba con la difícil situación de los refugiados y criticaba las
políticas de Hitler, seguía apoyando las restricciones a la inmigración. La
Gran Depresión había dejado a millones de personas en los Estados Unidos
desempleados y temerosos de la competencia por los escasos puestos de trabajo disponibles.
La depresión también alimentó el antisemitismo, la xenofobia, el populismo y el
aislacionismo. Una encuesta de la revista Fortune
Magazine reveló que el 83% de los
estadounidenses se oponía a las relajar restricciones de la inmigración. El
presidente Roosevelt podría haber emitido una orden ejecutiva para admitir a
los refugiados del St. Louis, pero la
hostilidad general hacia los inmigrantes, los logros de los republicanos partidarios
del aislacionismo en las elecciones del Congreso de 1938 y el deseo de
Roosevelt de postularse a un tercer mandato como presidente, le hicieron
desistir de dar ese paso extraordinario en una causa impopular.
Roosevelt no fue el único en su renuencia a desafiar el estado de ánimo
de la nación en el tema de la inmigración. Tres meses antes de que el zarpara
el St. Louis, los líderes del
Congreso en ambas cámaras rechazaron en comisión un proyecto de ley patrocinado
por el senador Robert Wagner (demócrata por Nueva York) y la congresista Edith
Rogers (republicana por Massa chusetts). Este proyecto de ley habría admitido a
20.000 niños judíos de Alemania añadidos a la cuota existente.
Después de la negativa del gobierno estadounidense a permitir que los
pasajeros desembarcaran, el St. Louis volvió a Europa el 6 de junio de 1939.
Sin embargo, los pasajeros no regresaron a Alemania. Las organizaciones judías
(particularmente el JDC) negociaron con cuatro gobiernos europeos para obtener
visas de entrada para los pasajeros: Gran Bretaña admitió 288; Holanda, 181;
Bélgica, y 224 encontraron un refugio temporal en Francia. De los 288 pasajeros
admitidos por Gran Bretaña, todos sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial
salvo uno, que murió durante un ataque aéreo en 1940. De los 620 pasajeros que
regresaron al continente, 87 (14%) lograron emigrar antes de la invasión
alemana de Europa en mayo de 1940. 532 pasajeros del St. Louis fueron detenidos cuando Alemania conquistó Europa
occidental. Algo más de la mitad, 278, sobrevivieron al Holocausto. Murieron
254: 84 de los residían en Bélgica; 84 que habían encontrado refugio en Holanda
y 86 de los que habían sido admitidos en Francia.