La
consigna «No nos representan», uno de los lemas más coreados en
las movilizaciones del 15M, suena esta vez en Estados Unidos. La mayoría de los
jóvenes norteamericanos afirma no sentirse representada ni por demócratas ni
por republicanos. Esto es lo que muestran
algunos sondeos, que ponen de manifiesto que la desconexión con los
partidos tradicionales se da en todos los grupos étnicos y raciales estadounidenses.
Solamente un 28% de jóvenes señala que los dos partidos tradicionales
representan "bien" a la sociedad americana.
De Hillary
Clinton, «la señora Wall
Street», se dice que los
americanos no confían en ella. De Donald Trump que sería una pesadilla para el
país si alguien así se hiciera con la Presidencia. Sin embargo, todo apunta a
que uno de los dos será el próximo inquilino de la Casa Blanca. ¿Hay una
tercera opción? Pues sí, la hay, aunque remotísima, se llama Gary Johnson y es
la alternativa que ofrece el Partido
Libertario, que aspira a hacerse con el 44% de los votantes consultados
que, según
una encuesta de ABC News y The Washington Post, afirman que quieren
la opción de un tercer partido.
Conscientes
de la oportunidad que se les presenta, los libertarios no quieren dejarla
pasar. Por eso Johnson, ex gobernador republicano de Nuevo México en dos
ocasiones (1995-2003), que ya fue el candidato libertario en las elecciones
presidenciales de 2012, lleva meses haciendo campaña a la búsqueda de votantes
descontentos. Johnson es consciente de que republicanos y demócratas van a
designar a dos de los candidatos más polarizados de la historia reciente. Y
como él suele decir que millones de estadounidenses son libertarios, pero que
simplemente no lo saben y este puede ser año ser el año en el que lo descubran,
el resultado aumenta la posibilidad
de optar por un tercero: él.
Curioso tipo Gary Johnson.
A sus 63 años, este millonario ha ejercido el cargo de presidente y CEO de
Cannabis Sativa, empresa que se dedica a la distribución de marihuana con fines
terapéuticos, aunque el negocio que le hizo millonario fue Big J Enterprises,
la constructora más grande de Nuevo México, de la que se deshizo en 1999. Cómodamente
instalado en su mansión de Taos, la Meca hippy de Nuevo México, en 2012 dejó la
buena vida y se lanzó a la carrera presidencial compitiendo con Obama y Mitt
Romney porque estaba indignado con republicanos y demócratas quienes se habían
dedicado a generar un endeudamiento descomunal y a desarrollar políticas
intervencionistas.
En ser
millonario y en competir como outsider
en una campaña electoral (Johnson ganó las elecciones a gobernador encabezando
a los republicanos de la línea Tea Party
en un estado tradicionalmente demócrata), se parece a Donald Trump porque, como
éste, Johnson apela a su experiencia de
hombre de negocios como aval para ejecutar políticas eficientes; pero hasta
ahí llega la semejanza, porque mientras que Trump aboga por un Gobierno con más
poder, más control y que intervenga más en el mercado, el lema de Johnson es el
del Partido Libertario: «Gobierno
mínimo, libertad máxima».
Así que
Johnson, que demuestra una gran ignorancia en temas de política internacional (en
eso también se
parece a Donald Trump), lo que le ha llevado a cometer algunas pifias
sensacionales, tiene esperanzas de conquistar el voto de muchos
republicanos descontentos con la candidatura de Trump. Pero su mensaje libertario
no va dirigido sólo al votante republicano desencantado, sino también
al demócrata: «Está claro
qué tipo de político es Hillary Clinton: sus ideas sobre la economía y sobre el
tipo de control que considera que tiene que ejercer el Gobierno en nuestras
vidas son parecidas a las de Trump […]. Además, no hay que olvidar que Clinton
es la candidata del establishment en
un año en el que los votantes están claramente en contra de ese mismo establishment que la sustenta».
En la
columna Why
I'm running for president, que escribió para CNN, Johnson se
autodefinió un conservador en lo económico y liberal en lo social que cree en
el libre mercado, pero que rechaza el capitalismo amiguista. En ese artículo dejó
muy claros los motivos que le animaron a emprender la carrera presidencial, una
carrera en la que ha ido desgranando unos objetivos simples pero precisos en varios
puntos esenciales. En inmigración se acerca a los planteamientos demócratas y
se distancia de los republicanos. Quiere favorecer la inmigración para aquellas
personas que quieran mejorar sus condiciones de vida en Estados Unidos. En este
tema una estocada para Trump: «Un
muro más alto en la frontera sólo tendrá como consecuencia que se hagan
escaleras más altas».
En asuntos
sociales, apoya que el matrimonio se conciba como una cuestión privada, de
manera que, si alguien quiere casarse con alguien del mismo sexo, allá él. La
decisión de abortar es un derecho individual que compete a la mujer y por esa
razón favorecería la autorización generalizada del aborto en el primer
trimestre del embarazo. Si alguien enferma, que se las apañe: anularía el
Medicare, las reformas sanitarias realizadas por Obama y las prestaciones
médicas públicas.
¿Por qué
hay que decir a los adultos lo que pueden meterse en el cuerpo? Está a favor de
la legalización de las drogas, empezando por el cannabis: «No defiendo la legalización de
otras drogas, pero si mañana las legalizáramos todas, el mundo sería un lugar
mejor: el 90% del problema de las drogas se debe a la prohibición». Ahora que aspira a la Presidencia
ha
dicho que no fuma marihuana con fines recreativos. Tampoco lo hará durante
la campaña, ni en el caso más que improbable de que llegue a la Casa Blanca.
En política
fiscal quiere la reducción de impuestos de más del 40% en todos los niveles:
federal, estatal y local. No hay que rescatar a los bancos, no hay que
subsidiar al campo, no hay que dar estímulos financieros a ninguna empresa. Como
Andrew Jackson hace casi dos siglos, quiere terminar con la Reserva Federal,
responsable –dice él, y no le falta razón- de haber devaluado el dólar imprimiendo
billetes sin ton ni son. Y si hay que ahorrar, ha encontrado otras vías: Las prisiones
privadas cuestan 20 dólares menos por individuo y día que las públicas. Estados
Unidos no puede gastar miles de millones en ayudas para el desarrollo y mucho
menos si no protegen los intereses estadounidenses
En asuntos
de Defensa, Johnson, que se opuso desde el comienzo a la guerra de Irak, va por
libre pero siguiendo el camino de otro libertario sui generis, el Mayor
General Smedley D. Butler, el autor de La
guerra es una estafa. Johnson se aleja de los dos partidos tradicionales y
aboga por acabar con las intervenciones militares y traer a casa a todas las
tropas que sigan en el extranjero. Promete reducir el presupuesto de Defensa en
un 43% para que cubra sólo lo estrictamente necesario para defender el país.
Son, por
tanto, unas ideas que cabalgan entre los dos partidos tradicionales de Estados
Unidos. Excepto que haya un margen muy estrecho entre los candidatos demócrata
y republicano (como es el caso en este momento según las últimas encuestas), históricamente
los terceros candidatos nunca han tenido posibilidades de amenazar a unos u
otros con privarles de la mudanza al 1600 de Pennsylvania Avenue. Clinton o
Trump deben reservar un capitoné.