El informe se ha dado a conocer este miércoles en Washington, ante la llegada de líderes de todo el mundo para preparar la Conferencia 'Nuestro Océano', que se celebrará en la capital estadounidense la próxima semana. Este año, el presidente norteamericano Barack Obama propuso establecer una norma para afrontar este asunto de modo que fuera necesaria una trazabilidad de trece pescados en situación de riesgo, desde el barco pesquero o la piscifactoría hasta las fronteras de Estados Unidos.
La ONG considera que este es un buen paso pero estima que el Gobierno debe extender esta regla a todas las especies de pescado que se vendan en el país y a lo largo de toda la cadena de suministro, desde el barco hasta el plato. "Si no se rastrea todo el pescado a lo largo de toda la cadena de suministro, los consumidores seguirán siendo engañados, se socavará la diligencia y el trabajo de los pescadores honestos y la productividad a largo plazo de nuestros océanos seguirá estando en riesgo".
"Está claro que el fraude en el pescado no respeta las fronteras", ha advertido el director de campañas de Oceana Beth Lowell. A su juicio, el camino del pescado, que viaja desde el barco de pesca hasta consumidor final, es largo, complejo y poco transparente, lo que favorece las oportunidades para cometer fraude y mal etiquetar. Además, ha denunciado que los consumidores estadounidenses merecen saber más sobre su pescado, incluido a qué clase pertenece, cómo y dónde fue capturado o criado y que debería ser capaz de fiarse de la información proporcionada. "La lucha contra el fraude del pescado debería incluir a todo tipo de pescado y extenderlo a toda la cadena de valor", ha insistido.
El informe también destaca los recientes avances en la Unión Europea para frenar la pesca ilegal y mejorar la transparencia en la contabilidad del pescado en toda la cadena de suministro. La ONG ha seguido distintas investigaciones de fraude de pescado durante doce años, y ha puesto la atención en este problema. De hecho, destaca que desde que Oceana denunció el fraude en la UE, éste ha decrecido del 23 por ciento en 2011 al 8 por ciento en 2015. De acuerdo con el análisis de Oceana, los datos preliminares de la UE sugieren que la documentación de las capturas, la trazabilidad y un buen etiquetado para los consumidores es factible y sería efectivo para reducir el fraude del pescado.
En Estados Unidos, los estudios publicados desde 2014 han encontrado una media de fraude en el pescado del 28% y más de la mitad (el 58%) de las muestras fueron sustituidas por otras especies pesqueras que eran potencialmente peligrosas para la salud de los consumidores, lo que significa que los consumidores, de manera inconsciente, podrían estar comiendo un pescado que les enfermaba. Además, el 65% de los estudios incluyen claras evidencias de la motivación económica existente detrás del fraude en el etiquetado. Por ejemplo, el pez gato asiático y la merluza eran algunos de los tipos de pescado más falsificados habitualmente en todo el mundo.
En concreto, bajo la denominación de pez gato asiático se vendieron unos dieciocho tipos diferentes de pescados con mayor valor comercial. Otros datos obtenidos por Oceana apuntan que el 82% de las 200 muestras de mero, perca o el pez espada estaban mal etiquetadas y más de la mitad habían sido sustituidas por especies que están consideradas como amenazadas de peligro de extinción por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN). Asimismo, en Brasil, el 55% de las muestras de tiburón eran en realidad pez sierra, una especie también en peligro crítico y cuyo comercio está prohibido en ese país. Mientras, el 98% de 69 platos de atún de aleta azul examinados en restaurantes de Bruselas eran en realidad otras especies de pescado.
En 2015, un restaurante de Santa Mónica (California, Estados Unidos) y dos cocineros de sushi fueron condenados por vender carne de ballena, incluida carne de una especie que también está en peligro. El restaurante, que sigue cerrado desde entonces, había etiquetado esta carne como atún, para esconder la identidad real, ya que fue despachado al restaurante con la intención de vender sushi de ballena.