Como adelanté en dos entradas anteriores (1,
2), la
organización Gladio (espada), una red stay-behind
(de retaguardia o quintacolumnista) sustentada por la OTAN y el Pentágono en
colaboración con la CIA, su homólogo el MI-6 británico y otros servicios
secretos locales en los países firmantes del Tratado del Atlántico Norte,
cometió durante la guerra
fría una serie de atentados de falsa bandera, nombre que en la jerga
militar se otorga a actos terroristas atribuidos a otros, manipuló secretamente
la política de los gobiernos supuestamente “democráticos”, corrompió a políticos
y periodistas, y organizó fraudes electorales y golpes de Estado. La existencia
de estos ejércitos secretos clandestinos creados por la OTAN se justificó en la
delirante amenaza de una inminente invasión soviética.
En 1991, Gerardo
Serravalle publicó un libro, Gladio
(Edizione Associate, Roma), que no hubiera ido mucho más allá de no haber sido
porque Serravalle había dirigido Gladio entre 1971 y 1974. En el libro, el
general arrepentido contaba que en la década de 1970 los miembros del CPC
[Comité de Coordinación y Planificación], que eran los militares responsables
de las estructuras secretas de Gladio en Europa, se reunían todos los años con
representantes de la CIA y miembros del Comando Europeo del ejército
norteamericano con objeto de planificar las acciones que más convinieran a sus
fines. Por si eso fuera poco, desde 1957 funcionaba una segunda estructura
secreta, el Comité Clandestino Aliado (ACC). De acuerdo con la Comisión
parlamentaria belga sobre Gladio, el ACC era el responsable de la coordinación
de las quintas columnas a unos y otro lado del Atlántico. En tiempos de paz, las
actividades de la ACC incluían la elaboración de las directrices para la red,
el desarrollo de su capacidad clandestina y la organización de bases secretas en
Gran Bretaña y Estados Unidos en las que se planificaban las operaciones
stay-behind y en las que se entrenaba al resto de los agentes europeos.
Gracias a Serravalle y a las comisiones
parlamentarias creadas, se supo que Gladio no solo operó en Italia, sino
también en Francia (donde De Gaulle la erradicó), Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Portugal, Alemania, los Países
Bajos, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Austria, Grecia, Turquía y, por
supuesto, en la España franquista y democrática. La OTAN también cometió actos
terroristas en el propio Reino Unido (atentados bajo bandera falsa y asesinatos
de republicanos irlandeses), en países neutrales de Europa continental como
Suiza, pero también en África y Asia fomentando, por ejemplo, la masacre de 1
millón y medio de personas que cometieron en Camboya los jemeres rojos
entrenados y dirigidos, según Glanser,
por el servicio secreto británico SOE, o el entrenamiento en la década de los
90 de los terroristas que luego se convertirían en el Ejército de Liberación de
Kosovo antes y después de los bombardeos de la OTAN sobre la díscola
Yugoslavia.
Como fue en Italia donde Gladio surgió y arraigó
con mayor pujanza, como el país transalpino fue el primero en dar a conocer
públicamente la existencia de esta estructura secreta y uno de los tres países
que, junto a Bélgica y Suiza realizó una investigación parlamentaria (el resto
se limitó a reconocer la existencia del operativo sin dar más detalles),
comenzaré por analizar el caso italiano. A los lectores que deseen profundizar
en el tema, les recomiendo el libro de Daniel Genser Los ejércitos secretos de la OTAN, accesible en el enlace que he
dejado en el párrafo anterior, y el documental Operación Gladio, de Alan Francovich, emitido por la BBC en 1992 y
disponible en youtube.
Después de la II Guerra Mundial, hundido el
fascismo y colgado el Duce, Italia quedó encuadrada dentro del bloque
occidental. Durante la Guerra Fría, el espectro político italiano se dividió
entre dos partidos: la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Comunista
Italiano (PCI). Estados Unidos, con la doctrina Truman recién estrenada, sabía a la perfección que
las probabilidades de que el PCI llegase al poder en las elecciones de 1948
eran altas. Con objeto de evitar esa indeseada posibilidad, la CIA organizó un
operativo cuyo principal objetivo era que la DC se alzase con la victoria en
las elecciones del 48. El complot tuvo varias ramificaciones: una campaña
difamatoria contra el PCI dirigida y realizada por la Iglesia católica
italiana; un apoyo del Plan
Marshall supeditado a que el partido ultra católico siguiera en el poder;
el engrase de la maquinaria electoral de ese partido y la compra de medios de
comunicación mediante la entrega de
dinero negro, y una operación mediante la cual los italo-americanos enviaban
cartas a sus familiares en Italia avisándoles de los peligros de votar al PCI.
Francesco Cossiga |
La estrategia funcionó a la perfección y la DC obtuvo
los mejores resultados de su historia en esas elecciones. Pero lo más relevante
esa campaña fue el éxito de una de las primeras acciones encubiertas de la CIA.
Además, la agencia guardaba un as en la manga: en el caso de que el PCI hubiera
ganado, tenía un plan B que consistía en una invasión del país, tal y como
reconoció décadas después Francesco Cossiga,
presidente de Italia entre 1985 y 1992, cuando se vio obligado a dimitir por
sus relaciones ilegales.
Con la DC subida al machito del poder, no hubo
problema alguno hasta 1963, cuando Italia volvió a las andadas izquierdistas y
entró de nuevo en el radar del Tío Sam. En esta ocasión no se trataban de una
posible llegada del PCI al poder italiano, sino de la entrada ese año del
Partido Socialista Italiano (PSI) en el ejecutivo nacional. El objetivo de la
alianza social-cristiana era dar mayor estabilidad al panorama político y social
italiano mediante una coalición de centro-izquierda. Para la CIA y los sectores
más reaccionarios de la política italiana y estadounidense que los “rojos”,
aunque fueran descafeinados, llegaran al poder era demasiado. Con el cuerpo del
presidente J. F. Kennedy aún caliente tras el magnicidio de Dallas en noviembre
de 1963, a petición del presidente italiano, el demócrata cristiano Antonio Segni, la CIA y
la NAS planearon llevar a cabo un golpe de estado el año siguiente.
General Giovanni de Lorenzo |
Gracias a las investigaciones de los periodistas
Eugenio Scalfari y Lino Jannuzzi, publicadas en mayo de 1967 en la revista L'Espresso, se supo que el golpe, al que
bautizó como Piano Solo, fue planificado por el
comandante en jefe de los carabinieri Giovanni de Lorenzo y en él participaron los
servicios secretos italianos junto con la habitual estructura de agentes de la
CIA y de la OTAN encuadrados en Gladio. Debía comenzar el 25 de mayo y
consistía en desplegar 20.000 carabinieri por todo el país para que
tomaran todas las instituciones y las
principales infraestructuras, amén de las sedes de los partidos políticos de
izquierdas y la detención de sus dirigentes con su posterior deportación a un
campo de concentración en Cerdeña. Finalmente, no se ejecutó en su totalidad porque, como comentaré en otra entrada, la izquierda -al saberse lo que se estaba fraguando- decidió no incorporase al Gobierno encabezado por la DC.
Valero Borghese |
Piano Solo no fue el único golpe de estado planificado
en Italia durante la Guerra Fría. Seis años después del fallido golpe de 1964,
en 1970 desde los servicios secretos y militares italianos junto con los
paramilitares neofascistas de Valero Borghese,
un personaje siniestro que tuvo mucho que ver con terrorismo de Estado en la España
pre democrática, se preparó otro golpe que debía ser ejecutado el 18 de
diciembre de ese año. Los golpistas debían ocupar las sedes del Ministerio de Defensa
y de Interior, al mismo tiempo que hacerse con el poder en la sede de la RAI y
otros medios de comunicación de importancia. Posteriormente, se detendría a todos
los elementos calificados como subversivos y la jefatura del Estado sería
asumida por un gobierno militar con el objetivo de volver a instaurar el orden
y la disciplina en Italia. Sin embargo, y por razones que aún hoy se
desconocen, Borghese ordenó que el golpe se detuviese y que Italia no se
despertase bajo un gobierno militar. En marzo de 1971, cuando Borghese fue
acusado de planificar el golpe de Estado, huyó de Italia y se estableció en España
con la protección de los servicios secretos franquistas. Falleció en Madrid en
agosto de 1974.
A raíz de la crisis del petróleo de 1973, Italia
entró en un período convulso conocido como los “años de plomo”, que se
caracterizó por un contexto de violencia callejera que evolucionó a la lucha
armada por parte de grupos extremistas (de derecha y de izquierda) que
recurrieron a la violencia para conseguir sus objetivos aprovechando la
debilidad de las instituciones políticas y económicas, el caos político y la
negativa coyuntura económica italiana derivada de la crisis. Los años de plomo
estuvieron acompañados de la llamada “estrategia de la tensión”, en los que los
servicios secretos domésticos y foráneos, junto con grupos paramilitares
hicieron su agosto poniendo en práctica la estrategia de la falsa bandera,
cuyos atentados terroristas eran atribuidos al PCI o a grupos de ultraizquierda reales, como las
Brigadas Rojas, o inventados para la ocasión. El objetivo viene implícito en el
propio término: se trataba de crear tensión emocional, a aquella que crea un
clima de miedo en la opinión pública para que la gente se refugiara bajo la
tutela de la élite política dominante, la DC y, si esta se mostraba incapaz,
para facilitar la llegada al poder de un régimen dictatorial, tal como había
sucedido en el caso del régimen de los coroneles griegos de 1967.
El uso indiscriminado del terrorismo contra la
población civil italiana comenzó el 12 de diciembre de 1969 con la explosión de
cuatro bombas en Roma y en Milán que mataron a varias personas. De esos cuatro
atentados, el más famoso fue el de el de la milanesa Piazza Fontana, donde se
encontraba la sede central de la Banca Nazionale dell’ Agricoltura. Después de
que esa mañana explotaran tres bombas en Milán y Roma y de que otra más fuera
encontrada sin detonar, a las 16:37 horas una bomba colocada en el edificio de
la Banca Nazionale dell'Agricoltura acabó con la vida de 17 personas malhirió a
otras 88. Rápidamente, la policía culpó a grupos anarquistas, pero desde los
primeros momentos surgieron muchas dudas en torno a la autoría. Lo que le
sucedió a uno de los sospechosos de la matanza, el trabajador ferroviario
anarquista Giuseppe Pinelli, que falleció en circunstancias extrañas serviría
de inspiración al Premio Nobel de Literatura, el dramaturgo comunista Dario Fo,
para su obra teatral Muerte accidental de
un anarquista. El embrollo es de tal magnitud, que me ocuparé de él en lapróxima entrada.
Vincenzo Vinciguerra |
En 1972, cuando Italia aún se recuperaba de los
acontecimientos de 1969, tres carabinieri
fueron asesinados en un atentado con bomba acontecido en Peteano. Como había
sucedido con los atentados de 1969, el crimen fue atribuido a grupos de extrema
izquierda revolucionaria, en concreto a las Brigadas Rojas. Sin
embargo, como sucedió en Roma y Milán, las dudas surgieron rápidamente. En
primer lugar porque, según testimonio del general Serravalle, tres de los siete
depósitos de explosivos localizados en Trieste y pertenecientes a la red Gladio
se habían esfumado a sólo dos meses
del atentado. Y en segundo lugar porque, durante el juicio que lo condenaría a
cadena perpetua en 1984 (y en la cárcel sigue), el ultraderechista Vincenzo Vinciguerra
confirmó la existencia de una “superorganización” organizada por la OTAN y con
la colaboración de los servicios secretos italianos y fuerzas militares y
paramilitares italianas ligadas a los partidos de extrema derecha Ordine
Nuovo y Avanguardia
Nazionale, que había organizado el atentado como parte de las acciones
llevadas a cabo dentro de la Operación Gladio.
En 1974 se produjeron nuevos incidentes. Por un
lado, en una manifestación antifascista en la ciudad de Brescia, un atentado provocado
por la ultraderecha causó ocho muertes y 102 heridos. Ese mismo año se ejecutó
otro acto terrorista en el tren que hacía la ruta Roma-Múnich, con el resultado
de 12 muertos y 48 heridos. Ese año, el que había sido miembro de la logia masónica
P2 y director del Servizio Informazioni Difesa (SID), el general Vito Miceli, fue arrestado
bajo los cargos de conspiración contra el Estado en relación con el atentado de
Peteano. Durante el juicio, Miceli confesó la existencia del operativo
Gladio y cómo éste estaba coordinado
desde la OTAN y desde los Estados Unidos.
En 1974 estaba ya en marcha el llamado
“compromiso histórico”, pero esa es ya otra historia.