Las personas con asma que viven cerca de los campos de gas natural no convencional operados mediante fractura hidráulica en Pensilvania son de 1,5 a cuatro veces más propensas a tener ataques de asma que los que viven más lejos, según demuestran los resultados de una nueva investigación del instituto de investigación médica Johns Hopkins Bloomberg de Baltimore, Estados Unidos.
Los resultados, publicados el pasado lunes 18 de julio en la revista JAMA Internal Medicine, se suman a un conjunto cada vez más creciente de evidencias científicas que vinculan a las actividades de fracking con problemas de salud. Precisamente, investigadores de la John Hopkins publicaron otro artículo en el que se relacionaban dichas actividades con los partos prematuros.
Para dar una idea de la contaminación que afecta a los asmáticos de las zonas circundantes, los científicos subrayan que la perforación de un único pozo requiere al menos mil viajes de camiones pesados a través de carreteras rurales o de caminos de tierra abiertos ad hoc. Recuerdan también que en la última década se han perforado en Pensilvania 9.000 pozos, lo que implica nueve millones de viajes de camión.
Para llevar a cabo el estudio, la investigadora Sara G. Rasmussen, primera firmante del artículo, y sus colegas analizaron los registros de salud desde 2005 hasta 2012 de Geisinger Health System, una compañía de asistencia médica que cubre 40 condados en el norte y el centro de Pensilvania. El banco de datos permitió a los investigadores del John Hopkins acceder a más de 35.000 pacientes de asma con edades comprendidas entre los 5 y los 90 años. Se identificaron 20.749 ataques leves (requieren tratamiento son corticosteroides), 1.870 moderados (requieren una visita a urgencias) y 4.782 ataques graves (requieren hospitalización). Luego cruzaron esos datos con la localización de los pozos y los compararon con los pacientes de asma que no tuvieron ataques en el mismo año.
Los que vivían más cerca de un campo de gas natural resultaron ser significativamente más propensos –entre 1.5 y cuatro veces más propensos- a sufrir-ataques de asma. Aunque los casos de ataques asmáticos se presentan a lo largo de todas las fases de desarrollo por fracking, los investigadores han encontrado que el incremento era mayor durante la fase de producción de gas, que puede durar muchos años. Los resultados se mantuvieron incluso cuando se tuvieron en cuenta otros factores que pueden favorecer los episodios de asma, incluyendo la proximidad a las carreteras principales, los antecedentes familiares, el tabaquismo, el nivel socioeconómico, y otros más.
El estudio no profundiza en cuáles son las causas específicas del incremento de casos alrededor de los campos, aunque los investigadores subrayan que la contaminación del aire y el aumento de los niveles de estrés provocados por el ruido, el tráfico y otros impactos asociados a la fractura hidráulica podrían desempeñar un papel determinante. Tal y como se señala en el artículo, investigaciones previas han puesto de relieve que el incremento del estrés está relacionado con un aumento sustancial del riesgo de ataques asmáticos.
Investigaciones anteriores han relacionado la industria de la fractura hidráulica, por ejemplo, a un aumento en los resultados reproductivos adversos tales como los nacimientos prematuros y bajo peso al nacer, y también a una variedad de síntomas, tales como las que afectan a la piel o al tracto respiratorio superior. Aunque la industria asegura que el fracking se ha convertido en una actividad más segura y limpia en los últimos años, los investigadores subrayan que tal cosa no se refleja en su estudio.
«Estamos preocupados por el creciente número de estudios que han observado efectos en la salud asociados con esta industria», dice el autor principal del estudio, Brian S. Schwartz, profesor en el Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental de la Escuela Bloomberg. "Creemos que es el momento de analizar más cuidadosamente estas actividades desde el punto de vista de los impactos ambientales y de salud pública».