Algunos sucesos me animan a escribir esta entrada. El pasado miércoles 29 cenamos tres matrimonios. De los seis comensales –todos ellos profesionales de parecido status al mío- están jubilados y gozan de la pensión contributiva máxima (unos 2.050 euros mensuales limpios). De los siete hijos que sumamos entre todos, cuatro dependen de sus padres, dos están empleados con sueldos precarios que no le permiten ni soñar con independizarse, y solamente uno gana un salario superior al que disfrutaron sus padres.
Al día siguiente, jueves 30, me para por la calle Jesús P., un trabajador municipal al que conozco demás tiempos de alcalde. Jesús, peón de obras públicas, votaba hace años así PCE y luego lo ha hecho siempre a IU. Ha votado a la coalición Unidos-Podemos, aunque su voto, me dice, era para IU. Lo que le sorprende hasta la indignación es que el PP haya sacado en las pasadas elecciones más votos que el 20 de diciembre. Hasta compañeros suyos, peones como él –dice-, se han unido a la cuarta parte de los españoles que ha apoyado con su voto al partido con más escándalos de corrupción de la historia de la democracia española, demostrando con ello que a uno de cada cuatro españoles no le importa (¿o acaso lo ignora?) que el partido al que votan está podrido por dentro y por fuera y que su estructura orgánica difiere muy poco de la de los Soprano, como han venido a demostrar los métodos mafiosos el ministro del Interior en su conversación con el responsable antifraude Cataluña en la que le conminaba a inventarse pruebas contra adversarios políticos.
Como ha recordado estos días Julio Llamazares, solamente cabe hacer una afirmación: el problema de España no es político, es moral. En la época de Berlusconi, mucha gente se escandalizaba de que los italianos le votaran una y otra vez siendo como eran evidentes su corrupción personal y política. El escándalo venía del descubrimiento de que la mitad de los italianos eran como él. Ahora sucede en España y, en lugar de escandalizarse como con Berlusconi, muchos lo consideran normal.
La última de Rajoy y su partida ha sido la ocultación consciente antes de las elecciones del nuevo saqueo que iban a realizar en el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, coloquialmente conocido como “hucha de pensiones”. El viernes 1 de julio, primer viernes tras las elecciones, horas después de que comenzara la primera gran operación salida de vacaciones, el Gobierno anunció de tapadillo que había sacado 8.700 millones de dicho fondo. Lo hizo con alevosía estival y nocturnidad, porque ni en la referencia oficial del Consejo de Ministros celebrado esa misma mañana ni en la rueda de prensa posterior se hizo mención a la saca practicada en la caja ordinaria de la Seguridad Social, alimentada durante años con el ahorro de los pensionistas. Con esa nueva puñalada, el Ejecutivo de Rajoy ya ha gastado 54.000 millones de la hucha, en la que había 66.000 millones ahorrados cuando él tomó posesión. De hecho, el actual Gobierno ya ha sacado más dinero de esa hucha del que sus predecesores inyectaron (Ver el gráfico anexo).
Hagamos un poco de historia. Las pensiones en 1982, cuando el PSOE formó Gobierno, eran muy bajas. Para remediarlo, Felipe González decidió financiar la sanidad y los servicios sociales con impuestos, dejando las cuotas de autónomos, asalariados y empresas solamente para pensiones. En 1995, con el PP de Aznar a punto de ganar las elecciones, se firmó el pacto de Toledo, que garantizaba que bonificaciones y pensiones no contributivas se pagarían con impuestos.
Culminado el proceso, al inicio del nuevo Milenio se puso en marcha el Fondo de Reserva, que llegó a 15.000 millones con Aznar. Rodríguez Zapatero impulsó la entrada de trabajadores agrarios y empleadas de hogar en el Régimen General, mejoró en más de 200 euros cada pensión mínima, puso orden en la gestión de las mutuas trasladando parte de sus beneficios a la Seguridad Social, incorporó al sistema a becarios, a quienes cuidan a dependientes e incluso a los nuevos empleados públicos, que dejaron de estar en el sistema de Clases Pasivas.
El fortalecimiento de la Seguridad Social permitió que, a pesar de cuatro años de crisis, el sistema llegara a finales de 2011 con un Fondo de Reserva creciendo todos los años. Llegó Rajoy al Gobierno y, gracias –entre otras- a sus medidas de reforma laboral, comenzó el déficit de financiación del Fondo, que alcanzó su máximo con los 16.707 millones de euros en 2015. Mientras metía la mano en la caja, la ministra Fátima Báñez proclamaba que los socialistas habían dejado a la Seguridad Social en la ruina.
Curiosa forma de arruinar algo, porque nadie en el PP ha explicado cómo se ha pagado todo el déficit generado por las políticas gubernamentales desde 2012. La respuesta es obvia: con lo que dejó el PSOE. Cuando Rajoy llegó a la Moncloa, a finales de 2011, entre la famosa “herencia recibida” de Zapatero se encontró con que la hucha de las pensiones tenía 66.815 millones de euros. En los últimos cuatro años el PP ha sacado más de 50.000 millones, dejando la hucha en mantillas. Puñado a puñado, pellizco a pellizco, paletada de miles de millones tras paletada de miles de millones, Rajoy y su partida han dejado 25.176. Para dos años, dicen algunos expertos. O menos, porque la caja ordinaria de la Seguridad Social, de cuyo superávit se nutre la hucha, está sufriendo una sangría constante. Sale más dinero del que entra, y los nuevos empleos -esos de los que presumen tanto Rajoy, la ministra y el conjunto del PP- son precarios y cotizan poco; la relación entre cotizantes y perceptores no mejora, y la pensión media de los muchísimos españoles que ahora se están jubilando (hay casi 100.000 nuevos jubilados al año con un sueldo medio de 1.400 euros) es alta.
Meter la mano en la hucha significa que desde 2012 cada pensionista ha cobrado 6.000 euros de las reservas que dejó el malvado Zapatero, que a este ritmo no durarán dos años. Pero todo este desastre tiene solución. Para no tener que incrementar arbitrariamente las cuotas contributivas, el PSOE ha planteado que parte de la financiación de las pensiones se haga con aportaciones del Estado. Según las últimas cifras de Eurostat, las aportaciones públicas a las pensiones en la parte occidental de la Unión Europea son una media del 13,2% del PIB, mientras que en España son del 10,7%. No hace falta llegar al 28,8% de Dinamarca, pero tal vez podríamos acercarnos al 13,3% de Portugal.
Pero el PP dice que la solución es crear empleo. Desde luego, sin empleo no existiría la Seguridad Social. Pero los nuevos empleos, entre bonificaciones y sueldos ridículos, no cotizan 6.000 euros anuales de media, como sucedía con los antiguos, sino exactamente la mitad. Así las cosas, harían falta cinco nuevos empleos para pagar cada nueva jubilación. Y el PP tampoco deja que los sueldos suban.
¿Explicaciones del Gobierno? Ninguna. ¿Transparencia? Nula. ¿Reconocimiento del problema que tenemos con las pensiones y apertura del debate? Nada de nada, no sea que haya que volver de nuevo a las urnas y se nos asusten los votantes de mayor edad, esos que nos han dado el rutilante triunfo del 26-J.
Pasado mañana lunes salen los datos de paro registrado de junio. Serán aparentemente buenos. Estamos en temporada alta de nuestra economía - turismo, construcción y servicios (para hacernos una idea, la patronal de los comercios anuncia que en la temporada de rebajas se crearán unos 130.000 puestos de un mes de duración). Buenos en las grandes cifras y malos en el fondo, en los detalles, en los de la otra España, esa que se está yendo por el desagüe entre desigualdad, precariedad, abandono a los parados de larga duración. Saldrán Rajoy, el PP y la ministra del ramo a sacar pecho, a presumir. El otro dato, el de que estaban abriendo una vez más la hucha de las pensiones para sacar la friolera de 8.700 millones de euros no lo dirán.
En los años 2012, 2013, 2014 y 2015 Rajoy incumplió el déficit. En 2016, hasta mayo, el déficit de la administración central y la Seguridad Social que gestiona el PP ha aumentado y en 2017 habrá que reducirlo unos 15.000 millones. El agujero de las pensiones supera los 15.000 millones y en 2017 se acabará la hucha. Mariano Rajoy ha ocultado todos estos problemas en la campaña y muchos españoles han votado al PP confiando en su capacidad de gestión. España necesita un Gobierno estable, pero Rajoy está pidiendo que sus potenciales socios firmen un folio en blanco por motivos patrióticos.
Patriotismo, el último refugio de los canallas, escribió Samuel Johnson. El partido que acepte el abrazo del oso pontevedrés, estará finiquitado.