martes, 22 de diciembre de 2015

Adiós, Mariano, adiós


Finalizadas las elecciones y habida cuenta de la entropía que han causado los resultados, ha caído sobre nosotros un aluvión de pronósticos sobre el futuro político que nos aguarda. Por lo que he podido leer, escuchar y ver, no he encontrado un análisis elemental que conduce a algo que me parecía muy claro antes de conocer los resultados del domingo 20: Mariano Rajoy iba a ganar pero no va a gobernar. Veamos los datos de partida y planteemos los escenarios posibles.

El Congreso lo componen 350 diputados. La mayoría absoluta son 176.


Los resultados en escaños del 20-D han sido:
PP: 123
PSOE: 90
Podemos 69
Ciudadanos: 40
Otros 28 (ERC, 9; Antigua CIU, 8; PNV, 6; Unidad Popular-IU, 2; Bildu, 2; Coalición Canaria 1).

En primera ronda Rajoy necesita mayoría absoluta. No la va a conseguir porque a lo más que puede aspirar es a sus 123 votos más otros 40 de Ciudadanos, es decir a 163 votos favorables para su investidura. En segunda ronda necesita mayoría simple, lo que podrá conseguir contando con esos 163...  si los demás se abstuvieran, lo que no va a suceder, porque tanto PSOE como Podemos han reiterado que se opondrán a la investidura del actual Presidente en funciones.

En esas condiciones, el Rey llamaría al cabeza de la segunda lista más votada, Pedro Sánchez. Todo el mundo opina que, salvo que Podemos cambiase radicalmente de postura, el líder del PSOE no logrará ni la mayoría absoluta ni la simple, porque se da por descontado el voto en contra de PP y Ciudadanos y, como mucho, con la abstención del grupo parlamentario de Pablo Iglesias. Hasta el momento, no he oído que nadie plantee un posible apoyo de Ciudadanos a la investidura de Sánchez, hipótesis que me parece más que posible. Veamos.

De fracasar la investidura de Sánchez, se abre el escenario de unas elecciones anticipadas. ¿A quién favorece ese escenario? Al PP desde luego, porque apelando a la estabilidad política, incrementaría sin duda el número de escaños. A Ciudadanos no, porque cualquier incremento del PP iría en detrimento de su cuenta de resultados. Al PSOE no le conviene, porque corre el serio riesgo de empeorar sus resultados cuando los actuales podrían bastarle. El gran beneficiado, además del PP, sería Podemos cuyos resultados no dejan de mejorar con cada proceso electoral. De ahí que inmediatamente después de conocido el escrutinio, Pablo Iglesias se apresurara a trazar unas “líneas rojas” que hacen inviable la negociación con el PSOE, su único posible aliado.

La solución más favorable a Ciudadanos es la misma que ha adoptado en Andalucía; en aras de la estabilidad y por “razones de Estado”, apoyarían la investidura de Pedro Sánchez, evitando así unas elecciones que nadie, salvo Podemos, desea.

No es menos cierto que el Rey tiene una bala de plata. Puede encargar al PP, que no a Rajoy, que proponga un candidato capaz de lograr un mínimo consenso para su investidura y que pasase a gobernar en minoría durante un período razonable, quizás de dos años, antes de convocar nuevas elecciones. No es una opción desdeñable en absoluto, porque el nuevo Gobierno sería un gabinete de gestión encargado de aplicar las medidas económicas que nos llegarán impuestas desde Europa.


En cualquier caso, Rajoy está condenado y comenzará el calvario de los procesos judiciales que ahora afectan al PP y que le afectarán directamente a él una vez que abandone el poder.

sábado, 8 de agosto de 2015

Un ejército con diarrea

El Food & Water Watch de California presentó entre 2011 y 2013 los primeros informes sobre los efectos socioeconómicos y laborales a corto y largo plazo que podría provocar el fracking en las comunidades rurales de Pensilvania (1, 2, 3). Lo que demuestran esos análisis es que la fractura hidráulica puede provocar ciclos acelerados de “expansión y recesión” en las economías locales en detrimento de otras economías más sostenibles basadas en la agricultura, la ganadería y el turismo. Además, lo que ocurre en los pueblos afectados se parece mucho a lo que sucedía en los momentos álgidos de la fiebre del oro satirizada por Chaplin en La quimera del oro o a los efectos que desata una compañía bananera sobre los pequeños núcleos rurales que describe Gabriel García Márquez en La hojarasca.


El síndrome que rodea el desarrollo explosivo de las ciudades es tan antiguo como la minería. Un buen ejemplo del frenesí desatado por la especulación petrolera es la fulgurante carrera de la ciudad de Pithole, surgida de la nada en Pithole Creek, a unos veinticinco kilómetros de Titusville, Pensilvania. En enero de 1865 se abrió allí un primer pozo en un hermoso terreno forestal; para junio ya había cuatro pozos que producían dos mil barriles al día, una tercera parte de la producción total de las llamadas “Regiones Petrolíferas”. La gente se afanaba por llegar hasta allí atravesando los caminos saturados de pringosos carromatos cargados de barriles. «Todo el lugar, dijo un testigo, huele como un cuerpo de ejército cuando todos tienen diarrea». La especulación con las tierras parecía no tener límite. Una granja que prácticamente no tenía valor unos meses antes se vendió por 1,3 millones de dólares en julio de 1865 y se revendió por 2 millones de dólares en septiembre.

Holdem Street, Pithole, en 1866.
En ese mismo mes, la producción de la cuenca de Pithole Creek alcanzó los seis mil barriles diarios, dos terceras partes de la producción de las que Daniel Yergin llamó las "Regiones Petrolíferas". Y en ese mismo mes de septiembre, lo que en tiempos había sido un punto insignificante y salvaje en el mapa de Pensilvania, se convirtió en una ciudad de quince mil habitantes. The New York Herald informó que el principal negocio en Pithole eran el licor y los alquileres; The Nation añadió: «Se puede afirmar con toda seguridad que en esa ciudad se bebe más licor de garrafón que en cualquier otra de su tamaño situada en cualquier parte del mundo».

Pithole ya estaba en el camino de la respetabilidad, con dos bancos, dos oficinas de telégrafos, un periódico, una central depuradora, un cuerpo de bomberos, montones de pensiones y oficinas, más de cincuenta hoteles -tres de ellos, por lo menos, eran todo lo elegantes que pudieran exigir las normas de las grandes ciudades- y una estafeta de correos que despachaba más de cinco mil cartas cada día. Los garitos y prostíbulos no se registraban en las pudorosas estadísticas de la época. 

Hito que señala hoy día el lugar en donde estuvo Pithole.
Pero luego, un par de meses después, la producción de petróleo descendió de golpe, tan de prisa como había comenzado. Para la gente de Pithole eso fue una calamidad, algo así como una plaga bíblica que apareció como un fatídico regalo de Navidad. En enero de 1866, tan sólo un año después del primer descubrimiento, miles de personas desesperanzadas abandonaron la ciudad en busca de nuevas oportunidades. 

La ciudad, que había surgido de la nada y de la noche a la mañana, quedó totalmente desierta. El fuego arrasó los edificios y los armazones de madera que quedaron en pie se desmontaron para construir casas en otros lugares o los quemaron como leña los granjeros de los alrededores. Pithole volvió a hundirse en el silencio y en la naturaleza. Una parcela de tierra en Pithole, que en 1865 se había vendido por dos millones de dólares, fue subastada en 1878 por 4,37 dólares. Pithole es ahora un pueblo fantasma que visitan los turistas que no tienen nada mejor que hacer.

Hoy, como la propiedad de la tierra ya está en manos públicas o privadas, el petróleo ya no atrae a personajes como los viejos buscadores que se acercaron a Pithole, pero los operadores, los medios y los políticos crean alrededor de la explotación de los hidrocarburos unas falsas expectativas de creación de empleo que acaban por frustrar a los ya de por sí desesperados trabajadores en paro y a los agricultores que han perdido sus tierras por la crisis de las hipotecas subprimeEl periódico El País se ha hecho eco estos días de sendos casos de ciudades surgidas del boom del petróleo que constituyen un buen ejemplo de modernos "Pitholes" (1, 2), que bien pudiera servir de ejemplo a quienes buscan en el fracking la redención de todos sus males.

viernes, 7 de agosto de 2015

El petróleo no da para más

Finalizado el primer semestre, durante el pasado mes de julio empezaron a conocerse los balances de las grandes compañías petrolíferas: sus resultados son desoladores. El petróleo despidió julio dejándose una quinta parte de su valor en solo un mes, bajando a un nivel muy próximo al que se vio hace un año cuando se produjo el gran desplome y al registrado en plena crisis económica en 2009. 
En Estados Unidos, ExxonMobil redujo las ganancias del segundo trimestre a la mitad. Pasó de ganar 5.700 millones de dólares (m$) entre abril y junio de 2014, justo antes del desplome en el precio del crudo, a solo 571 m$ en el mismo trimestre de 2015. Por su parte, Chevron, otra de las grandes operadoras norteamericanas, redujo un 90% el beneficio trimestral. Tras presentar sus cuentas de resultados, ambas compañías y su paisana ConocoPhillips sufrieron caídas en su valor bursátil durante la sesión del último viernes de julio próximas al 5%.
Mientras que a comienzos del pasado verano, el barril de crudo West Texas Intermediate (WTI) que se negocia en Nueva York rondaba los 107 $, cuando escribo hora está por debajo de los cincuenta. La caída de la demanda en China, la negativa de los países productores a reducir la producción, la eventual llegada al mercado internacional de Irán y la fuerte apreciación del dólar explican este nuevo vuelco. El último mínimo del WTI desde la caída de los precios data del mes de marzo de este año, cuando apenas superó los 43,4 $. Desde ahí remontó y logró superar los 60 $dos meses después, donde pareció estabilizarse, una expectativa que no se cumplió.

Para otra de las "Siete Hermanas" supervivivientes, el gigante anglo-holandés Royal Ducht Shell las cosas no han ido mejor. Desde su sede central en la Haya, la compañía anunció el pasado 30 de julio que, por culpa de los bajos precios del petróleo, este año recortará 6.500 empleos de una plantilla de 94.000 a escala mundial. Las inversiones alcanzarán los 30.000 m$, 7.000 menos que el año pasado. Tanto la facturación, como los beneficios y la producción de gas y petróleo se han visto afectados durante los seis primeros meses de 2015. La facturación se cifra en 13.200 m$ (un 42% menos). En el segundo trimestre, los beneficios pasaron de 5.300 m$ a 4.000 millones. Y la producción alcanzó 2,73 millones de barriles diarios (un 11% menos de los esperado).
La situación es aún peor para la estatal mexicana Pemex, cuyo informe semestral reconoce que duplicó sus pérdidas en el primer semestre, durante el cual las ventas fueron de 36.108 m$, un 28% menos al mismo periodo del año anterior, y perdió 11.431 m$, un 109% más que en el mismo periodo del año pasado cuando la estatal registró pérdidas de 5.447 m$. El cierre del 2014 tampoco fue mejor, porque la petrolera sufrió pérdidas por valor de 17.925 m$. Así las cosas, la compañía propiedad del Estado mexicano acumula 11 trimestres de números negativos atribuidos a la caída a la caída del precio del barril de crudo, la depreciación del peso mexicano frente al dólar estadounidense, así como al exceso de oferta en el mundo.
Pero si el abaratamiento de la energía es un problema para las grandes corporaciones de la industria, pone aún en más dificultad a las pequeñas compañías que emergieron en Estados Unidos con el boom del fracking. El Banco Mundial, en su proyección más reciente, estima que el precio del barril volverá a acercase a los 60 dólares a lo largo de este año. Pero seguirá bajo incluso si el exceso de suministro empieza a contraerse. La persistencia de los bajos precios meterá más presión a los proyectos energéticos con los costes operativos más altos, como el fracking, cuya explotación es la crónica de una muerte anunciada (1, 2, 3, 4, 5, 6)

miércoles, 5 de agosto de 2015

La paradoja de Soria: Cuanto menos luz gastes, más pagas

El ministro José Manuel Soria es tan espabilado que es capaz de hacer el trabajo de dos hombres: Stan Laurel y Oliver Hardy. Cualquiera que se moleste en mirar (entenderlo es otra cosa) su “recibo de la luz” podrá observar que en los últimos dos años el precio de la energía utilizada para producir electricidad ha bajado, mientras que el recibo ha subido. Es decir, producir un kilovatio de electricidad es ahora más barato, pero usted –he ahí la paradoja de Soria- usted, señor consumidor, lo paga más caro.

El ministro Soria (qDg), en comandita con el sector eléctrico inventó una especie de bálsamo que cura todas las penas del que se autoconsidera un sector castigado. La pócima mágica -incluida en la Ley 24/2013, de 26 de diciembre, del Sector Eléctrico- se llama regulación a la carta, una extraña medida merced a la cual, como sucede en el caso de los casinos y del sistema financiero, la banca (léase el sector eléctrico) siempre gana. Ni que decir tiene que la lógica más elemental de una política racional de precios procuraría que pagasen más los que más gastan, porque así lo dicta el sentido común y porque de esa manera podría disminuir el consumo y con ello todos los problemas ambientales asociados a la producción de energía. Pero en España, gracias a Soria y compañeros mártires, sucede al revés. ¿Cómo ha logrado esta cofradía cuadrar el círculo de sus intereses? Pasen y vean.


El regulador, que no es otro que el Gobierno, decidió en 2013 que era absolutamente necesario aumentar lo que paga el cliente en concepto de potencia contratada, que es la parte fija del recibo, para garantizar al alza los ingresos de las eléctricas. Hay que descubrirse: lo han conseguido con creces: Desde agosto de 2013 el consumidor doméstico ha sufrido una subida del 92% de la parte fija del recibo (potencia contratada) al tiempo que el consumidor industrial  ha “gozado” de una subida 145%. 

La decisión del Gobierno, amén de castigar duramente al sector industrial que empieza a salir de la crisis, ataca directamente los bolsillos de los clientes con menos capacidad económica y fulmina cualquier política de ahorro; haga lo que usted haga con el consumo en su hogar, el peso principal del recibo liquidara su estimable intento de ahorrar.

Tiremos ahora de la manta y veamos el trile del señor ministro. Cuando se calcula el ingreso que se garantizan las eléctricas por esa novedosa política tarifaria (lucrativa para las eléctricas y punitiva para el consumidor), la cosa está clara. Resulta que el sistema eléctrico factura a los clientes el equivalente a 175 gigavatios (Gw) de potencia contratada, sin que importen dos cosas: 1) como  como es de dominio público gracias los datos del propio ministerio  que ¿dirige? el señor Soria, nuestro sistema tenga una potencia instalada de 108 Gw; y (2) que la punta máxima que utilizan los clientes sea de 39 Gw. Hagan ahora una compleja operación algebraica que el ministro parece incapaz de hacer: 175-39 = 136. ¡Ahí lo tienen! Pagamos a las eléctricas 136 Gw que no utilizamos, simplemente porque los tenemos contratados. Esos 136 Gw regalados con el consentimiento del Gobierno y el aplauso de los operadores equivalen a 10.000 millones anuales. 

Ya sé lo que están ustedes pensando, pillines ¿Que este esquema perjudica a los clientes más débiles, aumenta la desigualdad y penaliza el ahorro?; y que no sería más lógico sustituir el sistema de tarifas contratadas por otro de tarificación por potencia consumida. Pues, hombre, claro que sí; pero se acabaría el chollo de la sobrefacturación de 10.000 millones que el Gobierno del PP concede graciosamente a sus amigos de las eléctricas.