Finalizadas las
elecciones y habida cuenta de la entropía que han causado los resultados, ha
caído sobre nosotros un aluvión de pronósticos sobre el futuro político
que nos aguarda. Por lo que he podido leer, escuchar y ver, no he encontrado un
análisis elemental que conduce a algo que me parecía muy claro antes de conocer
los resultados del domingo 20: Mariano Rajoy iba a ganar pero no va a gobernar.
Veamos los datos de partida y planteemos los escenarios posibles.
El Congreso lo componen
350 diputados. La mayoría absoluta son
176.
Los resultados en escaños
del 20-D han sido:
PP: 123
PSOE: 90
Podemos 69
Ciudadanos: 40
Otros 28 (ERC, 9; Antigua
CIU, 8; PNV, 6; Unidad Popular-IU, 2; Bildu, 2; Coalición Canaria 1).
En primera ronda Rajoy
necesita mayoría absoluta. No la va a conseguir porque a lo más que puede
aspirar es a sus 123 votos más otros 40 de Ciudadanos, es decir a 163 votos
favorables para su investidura. En segunda ronda necesita mayoría simple, lo
que podrá conseguir contando con esos 163... si los demás se abstuvieran, lo que no va a
suceder, porque tanto PSOE como Podemos han reiterado que se opondrán a la
investidura del actual Presidente en funciones.
En esas condiciones, el Rey
llamaría al cabeza de la segunda lista más votada, Pedro Sánchez. Todo el mundo
opina que, salvo que Podemos cambiase radicalmente de postura, el líder del
PSOE no logrará ni la mayoría absoluta ni la simple, porque se da por
descontado el voto en contra de PP y Ciudadanos y, como mucho, con la
abstención del grupo parlamentario de Pablo Iglesias. Hasta el momento, no he
oído que nadie plantee un posible apoyo de Ciudadanos a la investidura de
Sánchez, hipótesis que me parece más que posible. Veamos.
De fracasar la
investidura de Sánchez, se abre el escenario de unas elecciones anticipadas. ¿A
quién favorece ese escenario? Al PP desde luego, porque apelando a la
estabilidad política, incrementaría sin duda el número de escaños. A Ciudadanos
no, porque cualquier incremento del PP iría en detrimento de su cuenta de
resultados. Al PSOE no le conviene, porque corre el serio riesgo de empeorar
sus resultados cuando los actuales podrían bastarle. El gran beneficiado,
además del PP, sería Podemos cuyos resultados no dejan de mejorar con cada
proceso electoral. De ahí que inmediatamente después de conocido el escrutinio,
Pablo Iglesias se apresurara a trazar unas “líneas rojas” que hacen inviable la
negociación con el PSOE, su único posible aliado.
La solución más favorable
a Ciudadanos es la misma que ha adoptado en Andalucía; en aras de la
estabilidad y por “razones de Estado”, apoyarían la investidura de Pedro Sánchez,
evitando así unas elecciones que nadie, salvo Podemos, desea.
No es menos cierto que el
Rey tiene una bala de plata. Puede encargar al PP, que no a Rajoy, que proponga
un candidato capaz de lograr un mínimo consenso para su investidura y que pasase
a gobernar en minoría durante un período razonable, quizás de dos años, antes
de convocar nuevas elecciones. No es una opción desdeñable en absoluto, porque
el nuevo Gobierno sería un gabinete de gestión encargado de aplicar las medidas
económicas que nos llegarán impuestas desde Europa.
En cualquier caso, Rajoy
está condenado y comenzará el calvario de los procesos judiciales que ahora
afectan al PP y que le afectarán directamente a él una vez que abandone el
poder.