Finalizado el primer semestre, durante el pasado mes de julio
empezaron a conocerse los balances de las grandes compañías petrolíferas: sus
resultados son desoladores. El petróleo despidió julio dejándose una quinta
parte de su valor en solo un mes, bajando a un nivel muy próximo al que se vio
hace un año cuando se produjo el gran desplome y al registrado en plena crisis
económica en 2009.
En Estados Unidos, ExxonMobil
redujo las ganancias del segundo trimestre a la mitad. Pasó de ganar 5.700 millones de
dólares (m$) entre abril y junio de 2014, justo antes del desplome en el precio
del crudo, a solo 571 m$ en el mismo trimestre de 2015. Por su parte, Chevron,
otra de las grandes operadoras norteamericanas, redujo un 90% el beneficio
trimestral. Tras presentar sus cuentas de resultados, ambas compañías y su paisana ConocoPhillips sufrieron caídas en su valor bursátil
durante la sesión del último viernes de julio próximas al 5%.
Mientras que a comienzos del pasado verano, el barril de crudo West
Texas Intermediate (WTI) que se negocia en Nueva York rondaba los 107 $, cuando
escribo hora está por debajo de los cincuenta. La caída de la demanda en China,
la negativa de los países productores a reducir la producción, la eventual
llegada al mercado internacional de Irán y la fuerte apreciación del dólar
explican este nuevo vuelco. El último mínimo del WTI desde la caída de los
precios data del mes de marzo de este año, cuando apenas superó los 43,4 $.
Desde ahí remontó y logró superar los 60 $dos meses después, donde pareció
estabilizarse, una expectativa que no se cumplió.
Para otra de las "Siete Hermanas" supervivivientes, el gigante anglo-holandés Royal Ducht Shell las cosas no han ido mejor. Desde su sede central en la
Haya, la compañía anunció el pasado 30 de julio que, por culpa de los bajos precios
del petróleo, este año recortará 6.500 empleos de una plantilla de 94.000 a
escala mundial. Las inversiones alcanzarán los 30.000 m$, 7.000 menos que el
año pasado. Tanto la facturación, como los beneficios y la producción de gas y
petróleo se han visto afectados durante los seis primeros meses de 2015. La facturación
se cifra en 13.200 m$ (un 42% menos). En el segundo trimestre, los beneficios
pasaron de 5.300 m$ a 4.000 millones. Y la producción alcanzó 2,73 millones de
barriles diarios (un 11% menos de los esperado).
La situación es aún peor para la estatal mexicana Pemex, cuyo informe
semestral reconoce que duplicó sus pérdidas en
el primer semestre, durante el cual las ventas fueron de 36.108 m$, un 28% menos
al mismo periodo del año anterior, y perdió 11.431 m$, un 109% más que en el
mismo periodo del año pasado cuando la estatal registró pérdidas de 5.447 m$. El
cierre del 2014 tampoco fue mejor, porque
la petrolera sufrió pérdidas por valor de 17.925 m$. Así las cosas, la compañía
propiedad del Estado mexicano acumula 11 trimestres de números negativos atribuidos a la caída a la caída del precio del
barril de crudo, la depreciación
del peso mexicano frente al dólar estadounidense, así como al exceso de oferta
en el mundo.
Pero si el abaratamiento de la energía es un problema para las
grandes corporaciones de la industria, pone aún en más dificultad a las
pequeñas compañías que emergieron en Estados Unidos con el boom del
fracking. El Banco Mundial, en su
proyección más reciente, estima que el precio del barril volverá a acercase a
los 60 dólares a lo largo de este año. Pero seguirá bajo incluso si el exceso
de suministro empieza a contraerse. La persistencia de los bajos precios meterá
más presión a los proyectos energéticos con los costes operativos más altos, como
el fracking, cuya explotación es la crónica de una muerte
anunciada (1,
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