A base de convertir el
suelo en un colador con la connivencia de Wall Street, decenas de empresas en
Estados Unidos se han hecho ricas con el fracking. Hasta que el desplome del
precio del petróleo ha sacado a la superficie el talón de Aquiles de estas compañías:
los bonos basura que las financiaron y que ahora están generando una sangría de
pérdidas.
«El cheque hizo su
trabajo», clamaba el orgulloso Harold Hamm a los cuatro vientos durante una
reciente entrevista en Squawk Box, uno de los programas estrella de la CNBC, el
canal financiero de cabecera de muchos inversores estadounidenses. Hamm, CEO de
la empresa Continental Resources y considerado uno de los pioneros del fracking
en Estados Unidos, se refería así al jugoso cheque de casi 975 millones de dólares
con el que ponía fin a su matrimonio de 26 años con la abogada Sue Ann Arnall.
El cheque no hizo más que
estrangular aún más a Continental Resources, la compañía que él mismo fundó en
1967 tras sus humildes orígenes y que entre ambos (dice la exesposa) o él
solito (sostiene Hamm), habían convertido durante más de dos décadas en un
imperio que más bien está demostrando ser un castillo de naipes expuesto a los
vaivenes del precio del petróleo si tenemos en cuenta que la masiva
participación de Hamm en Continental Resources ha perdido más del 60% de su
valor en los últimos seis meses. Y es que la volatilidad en los precios delcrudo, que han llegado a recortar hasta un 50% de su valor desde el pasado mes
de junio, ha puesto contra las cuerdas a los magnates del sector energético
como este potentado de Lexington, Oklahoma.
Sin embargo, hasta el
pasado mes de junio, cuando el barril de Brent tocaba techo en los 115 dólares,
«Cowboyistán», como el propio Hamm ha llamado a las operaciones que incluyen
desde el campo de Bakken, Dakota del Norte, hasta los campos Permian y Eagle
Ford en Texas, se perfilaban como el motor que ha impulsado el ímpetu del crudo
de lutitas obtenido por fracking en la mayor economía del mundo. O al menos así
lo expresaba el magnate en un discurso en la última conferencia organizada por
la Sociedad de Ingenieros de Petróleo, en Oklahoma City a comienzos de marzo,
en el que explicó la que él considera la fórmula del éxito, la de las tres
erres: «Rigs, Rednecks and Royalties» (plataformas de extracción, paletos y
derechos de propiedad de terrenos). Debería haber incluido también el alza del
petróleo hasta hace unos meses.
Ahora bien, el boom del
gas y el crudo de lutitas en Estados Unidos ha sido posible gracias a la
concesión de crédito a las exploradoras y productoras de petróleo. Esta
financiación no solo ha sido producto de las inversiones de accionistas y
bancos tradicionales, sino también gracias a la emisión de cientos de miles de
millones en bonos basura que han atraído a los tiburones de Wall Street en
busca de una codiciosa rentabilidad. La deuda basura en el sector energético
alcanza ya los 210.000 millones de dólares, lo que supone el 16% del mercado de
bonos de alto riesgo, que en estos momentos mueve alrededor de 1,3 billones de
dólares. Este incremento es considerable si observamos que hace una década la
deuda del sector energético solo representaba un 4%. En solo diez años, esta
cifra se ha triplicado.
Si rascamos en las
cuentas de Continental Resources, vemos cómo el ratio de deuda neta con
respecto al capital de la compañía pasó del 118,6% en el primer trimestre de
2014 hasta terminar el año en el 177,6%. Y desde el arranque del 2015, las
distintas petroleras estadounidenses han anunciado sus intenciones de reducir
sus operaciones de fracking, con ConocoPhillips, la mayor compañía de
exploración y producción del país, recortando su inversión de capital en un 20%
y retrasando multitud de proyectos en este negocio.
Esto supone la mayor
reducción en la perforación de la historia del país y lastra el recuento total
de pozos operativos hasta niveles no vistos desde hace más de cuatro años. Goldman Sachs estima que en los nuevos pozos de crudo y gas donde
no se ha firmado una inversión definitiva, no serán viables con un barril por
debajo de los 70 dólares.
Pozo de fracking en Polonia. Foto: Bloomberg |
En realidad, buena parte
del renacer energético de Estados Unidos está basado en un desorbitado aumento
de lo que los expertos consideran como deuda basura, debido a su alto riesgo de
impago. De hecho, este tipo de bonos ha sido tan vital para la industria como
los propios avances tecnológicos que han permitido la fracturación hidráulica.
Desde el banco británico Barclays Bank indican que mientras el mercado de deuda
de alto rendimiento ha duplicado su tamaño desde finales del año 2004, la deuda
basura emitida por compañías de exploración y producción de crudo se ha
multiplicado por nueve.
Desde febrero de 2014
hasta ahora, casi una decena de exploradoras y productoras se han visto
obligadas a cerrar sus puertas acogiéndose a la reestructuración de pagos o
quebrando por completo. Entre ellas destaca WBH Energy, con sede en Austin,
cuya situación financiera se volvió irreversible a comienzos de año después de
que uno de sus acreedores se negase a prestarle más dinero. El agujero en sus
cuentas oscila entre los 10 y los 50 millones de dólares, de acuerdo con los
datos facilitados por la empresa.
Previamente, Endeavour
International Corp, una exploradora con operaciones en Estados Unidos, tuvo que
pedir protección legal contra sus acreedores al no poder costear el pago sobre
los intereses de su deuda después de reducir su producción hasta 9.500 barriles
de crudo diario el pasado mes de agosto. Otras víctimas
mortales incluyen Marion Energy, Buccaneer Energy Limited o Lexico Resources
International Holdings.