Una ola de calor en 2013 dejó 300 incendios forestales en Australia, 87 muertos y 57.000 hospitalizados en Japón, 800 defunciones en Gran Bretaña, 40 grados en Corea o 40 fallecidos en China. Fue la temporada de altas temperaturas más grave de los últimos 140 años. A estas catástrofes se unen la mayor sequía de la historia en California o Nueva Zelanda, la primavera más fría de los últimos tiempos en Reino Unido o precipitaciones de proporciones dramáticas en Colorado, en la zona oriental de Estados Unidos, y en la India, donde perdieron la vida 58.000 personas. Estos son once fenómenos extremos de los que el cambio climático producido, entre otras cosas, por la desmesurada emisión de gases de efecto invernadero (GEI), es culpable. Así lo desvela el informe anual de la Sociedad Meteorológica Americana (AMS), en el que 22 grupos de científicos han analizado 16 fenómenos meteorológicos de grandes proporciones.
El informe concuerda plenamente
con las conclusiones alcanzadas en la cumbre del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas celebrada en
Copenhague hace apenas dos semanas, en
cuyo comunicado final se lee textualmente: «Nuestra evaluación concluye que
la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han
disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de dióxido de
carbono han aumentado hasta niveles sin precedentes». El cambio climático se
constata en todo el mundo, el calentamiento global es inequívoco y la
influencia de los GEI es clara y va en aumento.
Desde el comienzo de su primera
legislatura, el presidente Obama está empeñado en una lucha contra el carbono
plasmada en su Plan de Acción del Clima que puede descargarse íntegramente en este
enlace de la Casa Blanca. Estados Unidos, que con apenas el 4 % de la
población mundial, consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor
emisor mundial de GEI, se había resistido hasta el pasado mes de junio a
enfrentarse directamente al problema (el Congreso no solo no había ratificado
el Protocolo de Kioto de 1997 suscrito por Bill Clinton, sino que se había
retirado del mismo en 2001 bajo el mandato de Bush). El Gobierno federal pasó a
la ofensiva para combatir el cambio climático el primer lunes de junio cuando propuso
recortes de hasta el 30% en las emisiones de carbono producidas en las
centrales eléctricas, la acción más ambiciosa planteada por el presidente
Barack Obama en la materia, cuyas claves pueden leerse en este
enlace que remite a una entrada anterior.
La ofensiva de Obama se
enfrentaba a las trincheras cavadas por el Partido Republicano, el gran refugio
de los negacionistas americanos del cambio climático a cuyos
intereses políticos se une su dependencia de los lobbies energéticos y financieros
que apoyan las ansias consumistas de un país adicto a las petroubres. No es
nada nuevo, ya que también estuvieron sometidos a las empresas tabaqueras, de
las que los petroleros han copiado la estrategia: primero, durante el máximo de
tiempo, negar la realidad del calentamiento global igual que se negó el efecto
mortífero del tabaco; más tarde, presentaron al IPCC como un engaño urdido por
un grupo de conspiradores del que forman parte miles de científicos de todo el
mundo; y luego, cuando negarlo se volvió imposible, intentando confundir a la
opinión pública asegurando que las opiniones científicas sobre el asunto están
divididas más o menos a partes iguales.
La segunda gran trinchera eran las
afirmaciones de que Estados Unidos no puede hacer nada frente al calentamiento
global porque otros países, China en especial, iban a seguir contaminando a su
antojo. Por eso, por asaltar con éxito esa trinchera, la pasada semana fue una
buena semana para el planeta: Estados Unidos y China desvelaron un acuerdo en
el marco del Foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico (APEC) por el cual también habrá una marcha atrás en la
contaminación de esos gases entre los años 2025 y 2030. La importancia
excepcional de este acuerdo deriva del hecho de que es la primera vez que
China, la segunda economía del mundo por el volumen de su PIB, se compromete a
una reducción de sus GEI. Entre Estados Unidos (todavía la primera potencia) y
China responden de cerca de la mitad (el 45% del total) de las emisiones
totales de dióxido de carbono, junto con el metano el principal de los GEI.
Con este acuerdo, que se suma al
anuncio el mes pasado de la Unión Europea de que recortará en un 40% sus
emisiones también para 2030, las dos principales potencias mundiales buscan
sentar un ejemplo y alentar a otros países a compromisos similares encaminados
a impulsar las negociaciones hacia un acuerdo global contra el cambio climático
en la reunión de París en 2015. Hay que confiar en que los republicanos, que
ahora dominan las dos Cámaras, estén a la altura del acuerdo y no caven nuevas
trincheras, aunque las
primeras reacciones de sus máximos dirigentes en el Congreso no son muy
alentadoras.
Parece que Obama, que comienza
ahora la recta final de su mandato, la del «pato cojo», quiere entonar un prolongado
canto del cisne marcado por una intensa tonalidad verde.