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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Obama: El pato cojo y el cisne verde


Una ola de calor en 2013 dejó 300 incendios forestales en Australia, 87 muertos y 57.000 hospitalizados en Japón, 800 defunciones en Gran Bretaña, 40 grados en Corea o 40 fallecidos en China. Fue la temporada de altas temperaturas más grave de los últimos 140 años. A estas catástrofes se unen la mayor sequía de la historia en California o Nueva Zelanda, la primavera más fría de los últimos tiempos en Reino Unido o precipitaciones de proporciones dramáticas en Colorado, en la zona oriental de Estados Unidos, y en la India, donde perdieron la vida 58.000 personas. Estos son once fenómenos extremos de los que el cambio climático producido, entre otras cosas, por la desmesurada emisión de gases de efecto invernadero (GEI), es culpable. Así lo desvela el informe anual de la Sociedad Meteorológica Americana (AMS), en el que 22 grupos de científicos han analizado 16 fenómenos meteorológicos de grandes proporciones.

El informe concuerda plenamente con las conclusiones alcanzadas en la cumbre del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas celebrada en Copenhague hace apenas dos semanas, en cuyo comunicado final se lee textualmente: «Nuestra evaluación concluye que la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado hasta niveles sin precedentes». El cambio climático se constata en todo el mundo, el calentamiento global es inequívoco y la influencia de los GEI es clara y va en aumento.

Desde el comienzo de su primera legislatura, el presidente Obama está empeñado en una lucha contra el carbono plasmada en su Plan de Acción del Clima que puede descargarse íntegramente en este enlace de la Casa Blanca. Estados Unidos, que con apenas el 4 % de la población mundial, consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor emisor mundial de GEI, se había resistido hasta el pasado mes de junio a enfrentarse directamente al problema (el Congreso no solo no había ratificado el Protocolo de Kioto de 1997 suscrito por Bill Clinton, sino que se había retirado del mismo en 2001 bajo el mandato de Bush). El Gobierno federal pasó a la ofensiva para combatir el cambio climático el primer lunes de junio cuando propuso recortes de hasta el 30% en las emisiones de carbono producidas en las centrales eléctricas, la acción más ambiciosa planteada por el presidente Barack Obama en la materia, cuyas claves pueden leerse en este enlace que remite a una entrada anterior.

La ofensiva de Obama se enfrentaba a las trincheras cavadas por el Partido Republicano, el gran refugio de los negacionistas americanos del cambio climático a cuyos intereses políticos se une su dependencia de los lobbies energéticos y financieros que apoyan las ansias consumistas de un país adicto a las petroubres. No es nada nuevo, ya que también estuvieron sometidos a las empresas tabaqueras, de las que los petroleros han copiado la estrategia: primero, durante el máximo de tiempo, negar la realidad del calentamiento global igual que se negó el efecto mortífero del tabaco; más tarde, presentaron al IPCC como un engaño urdido por un grupo de conspiradores del que forman parte miles de científicos de todo el mundo; y luego, cuando negarlo se volvió imposible, intentando confundir a la opinión pública asegurando que las opiniones científicas sobre el asunto están divididas más o menos a partes iguales.

La segunda gran trinchera eran las afirmaciones de que Estados Unidos no puede hacer nada frente al calentamiento global porque otros países, China en especial, iban a seguir contaminando a su antojo. Por eso, por asaltar con éxito esa trinchera, la pasada semana fue una buena semana para el planeta: Estados Unidos y China desvelaron un acuerdo en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) por el cual también habrá una marcha atrás en la contaminación de esos gases entre los años 2025 y 2030. La importancia excepcional de este acuerdo deriva del hecho de que es la primera vez que China, la segunda economía del mundo por el volumen de su PIB, se compromete a una reducción de sus GEI. Entre Estados Unidos (todavía la primera potencia) y China responden de cerca de la mitad (el 45% del total) de las emisiones totales de dióxido de carbono, junto con el metano el principal de los GEI.

Con este acuerdo, que se suma al anuncio el mes pasado de la Unión Europea de que recortará en un 40% sus emisiones también para 2030, las dos principales potencias mundiales buscan sentar un ejemplo y alentar a otros países a compromisos similares encaminados a impulsar las negociaciones hacia un acuerdo global contra el cambio climático en la reunión de París en 2015. Hay que confiar en que los republicanos, que ahora dominan las dos Cámaras, estén a la altura del acuerdo y no caven nuevas trincheras, aunque las primeras reacciones de sus máximos dirigentes en el Congreso no son muy alentadoras.


Parece que Obama, que comienza ahora la recta final de su mandato, la del «pato cojo», quiere entonar un prolongado canto del cisne marcado por una intensa tonalidad verde.