Figura 1. Elaboración propia a partir de datos de la Agencia Internacional de la Energía |
Quienes no se escandalizan del desahucio de familias que no pueden pagar su hipotecas o a los que les parece lógico que se corte la luz o el agua a quienes no pagan sus recibos, se rasgan ahora las vestiduras porque Rusia le corta el suministro de gas a Ucrania, que acumula una deuda de 3.300 millones de euros con la compañía de bandera rusa Gazprom. Este episodio es uno más de las llamadas “batallas del gas” surgidas desde la descomposición de la Unión Soviética. Pero sobre todo, son un anticipo de lo que puede ocurrir en el futuro: un conflicto internacional generalizado cuya causa está en el desigual reparto de los recursos energéticos y en el enorme desequilibrio existente entre los países consumidores.
Aunque en otra ocasión me ocuparé del problema del gas natural, lo hago ahora con el petróleo, cuyos derivados proveen el 95% de la energía usada para el transporte y el 33% de los combustibles utilizados para generar energía primaria (Figura 1).
El marco general del problema es el siguiente: En una coyuntura de profunda crisis económica, con consumos energéticos amortiguados, el consumo mundial de petróleo durante 2013 ascendió a unos 32.000 millones de barriles, es decir un promedio de 87,6 millones de barriles diarios (Mbd), lo que equivale a más de 161.000 litros por segundo. Un flujo difícil de imaginar y que, sin embargo, debería incrementarse en las próximas décadas en más de 7.500 millones de barriles al año (Mba) para satisfacer las previsiones de demanda creciente de los países emergentes. Eso significa que para satisfacer el crecimiento de la demanda y compensar un declive anual en la producción mundial de alrededor del 7%, la petroubre en la que hemos convertido el planeta tendrá que desarrollar de aquí a 2030 una nueva capacidad productiva cercana a los 64 Mbd. Un volumen que equivale a más de seis veces la producción actual de Arabia Saudí.
Ese es un incremento imposible de lograr teniendo en cuenta las tendencias actuales. En 2005, las tasas de extracción de petróleo crudo del mundo dejaron de crecer. Ese año, según los datos del oficialista World Crude Oil Production, 1995–2012, la tasa media de la producción mundial fue de 73,8 Mbd; en 2012, esa tasa sólo había aumentado hasta 75 Mbd, un incremento relativamente insignificante de menos de 1,5 Mbd en siete años, es decir, un 0,3% de tasa anual promedio de crecimiento: la décima parte de lo que habían pronosticado las agencias oficiales. Con las tasas de suministro de petróleo estancadas y con un decaimiento generalizado en lo que se refiere al descubrimiento de nuevos campos petrolíferos (Figura 2), los precios subieron desde los 35 dólares por barril (dólares ajustados a la inflación) de promedio en 2003 hasta un promedio anual de 110 dólares en 2012.
A la disminución de la producción global de petróleo se unen las desigualdades en el consumo de carburantes entre diferentes países y la lógica e imparable tendencia de los países en desarrollo a equipararse con los países desarrollados; y desarrollo, dentro de nuestros parámetros económicos, significa aumento del consumo de carburantes. La última generación ha experimentado una profunda transformación para miles de millones de ciudadanos del mundo cuyos países hacen la transición desde la agricultura a las economías industriales modernas. Esto ha significado una enorme diferencia no sólo en su nivel de vida, sino también para el mercado mundial del petróleo. El subconjunto de las economías recientemente industrializadas utilizaba sólo el 17% del petróleo del mundo en 1998, pero su crecimiento económico, esto es, su progresiva adaptación al modelo de vida de las sociedades industrializadas modernas, ha supuesto el 69% del aumento del consumo mundial de petróleo en los últimos tres lustros.
Figura 3. Consumo energético per cápita por países y regiones en 2011. La comparación del consumo energético de Estados Unidos con respecto a otros países aparece como múltiplos. Fuente: Perfora, chico, perfora (Figura 5). |
La Figura 3 muestra los desequilibrios existentes en 2011 entre los países desarrollados y no desarrollados en función del consumo energético per cápita. Por ejemplo, ese año un ciudadano estadounidense consumía 4,2 veces más energía que un ciudadano medio mundial y 17 veces más que uno indio. Casi el 80% del mundo vivía en un estado de pobreza energética comparado con Estados Unidos. El gran dilema energético del siglo XXI es que el mundo en desarrollo aspira a consumir energía al mismo ritmo que ha impulsado el crecimiento del Primer Mundo. Esa aspiración, que nadie puede negarles, aumentará la demanda de consumo energético haga lo que haga el Primer Mundo para reducir el consumo y, en una era de escasez de suministros energéticos, traerá consigo tensiones geopolíticas y una intensa competencia por los recursos.
Figura 4. Producción y consumos mundiales de petróleo por región petrolífera, 1965-2011. En ese período la producción creció un 163% y el consumo un 189% en este período. Fuente: Perfora, chico, perfora (Figura 4). |
El consumo mundial de petróleo en 1965 era de 11.000 millones de barriles, lo que quiere decir que su consumo casi se ha triplicado desde entonces (Figura 4). En consumo acumulado desde que el primer pozo fuera perforado a finales de la década de 1850, el 90% de todo el petróleo se ha quemado a partir de 1960 y la mitad desde 1988. El consumo se ha acelerado muy rápidamente en el mundo en desarrollo, particularmente en Asia-Pacífico, Oriente Medio y África. Aunque estas dos últimas regiones son grandes exportadoras de petróleo, el rápido crecimiento de su propia demanda pondrá pronto límites a su capacidad de incrementar las exportaciones.
Si se considera al petróleo desde el punto de vista del consumo per cápita a escala mundial, las desigualdades aparecen más acusadas que cuando se contempla el consumo en su conjunto (Figura 3). Con la excepción de Arabia Saudita, el consumo de petróleo por cabeza es mucho mayor en los países desarrollados que en los países en desarrollo. Los estadounidenses consumen 22 barriles por persona y año, que es cinco veces más que lo que consume la media mundial y nueve veces más que China. China, empero, encabeza ahora las compras mundiales de coches y se ha convertido en el tercer mayor importador de petróleo. Hace muy poco, en 1992, China era exportadora neta de petróleo. Desde entonces, su consumo se ha multiplicado por cuatro y en 2011 tuvo que importar el 60% del petróleo que consumió. Ese año, China importó seis Mbd, un 7,2 de la producción mundial total y entró y en competencia con Estados Unidos, Japón o la UE. El consumo chino de petróleo ha igualado sus tasas de crecimiento anual: 5-10%.
Figura 5. Exportaciones netas de petróleo de los 45 mayores exportadores entre 2002 y 2012. Las exportaciones netas han decaído un 5% desde 2005. Según Heinberg (2013)* |
Desde 2005, la producción mundial de petróleo crudo se ha mantenido prácticamente plana, mientras que, como puede verse en la Figura 5, la cantidad de petróleo exportada ha disminuido en un 5%. La competencia por las exportaciones disponibles, convenientemente espoleada por los especuladores de los mercados de futuros, ha incrementado los precios del petróleo. Debido a que naciones industrializadas como China son capaces de pagar un precio más alto, superan en los mercados la oferta de los países industrializados más antiguos, como Estados Unidos y los países europeos: China importa cada vez más, mientras que las importaciones estadounidenses disminuyen.
Si esta tendencia hacia la disminución de las exportaciones de petróleo continúa, y no hay ninguna razón convincente para que eso no ocurra, la cantidad de petróleo disponible en el mercado mundial de exportaciones se reducirá rápidamente en la próxima década. El geólogo del petróleo Jeffrey Brown calcula que si las tendencias actuales persisten, Estados Unidos y la UE podrían quedar excluidos del mercado de exportación mundial de petróleo en 2025.
Figura 6. Exportaciones e importaciones totales y netas por regiones en 2011. Fuente: Perfora, chico, perfora (Figura 7). |
La dependencia de los países industrializados del petróleo proveniente de regiones desestabilizadas aparece en la Figura 6. Las importaciones petrolíferas de las economías industrializadas de Europa, Estados Unidos, Japón y Australia/Nueva Zelanda, junto con las economías en desarrollo como China, India y las emergentes asiáticas, son altamente dependientes de Oriente Medio, la antigua Unión Soviética y África Occidental, tres regiones altamente inestables. Los conflictos geopolíticos y las recesiones económicas globales que podrían producirse con las expectativas del incremento del consumo y del descenso de los recursos resultan obvios y no serían ninguna novedad en la historia de la civilización, como nos ha recordado Robert D. Kaplan (2013)*. Según Hamilton (2011)*, diez de las once recesiones experimentadas desde la Segunda Guerra Mundial están relacionadas con la acusada volatilitad de los precios del petróleo, los cuales responden actualmente no tanto a las leyes de oferta y demanda del mercado tradicional, sino a la especulación financiera de los mercados de futuros.
Además de la energía, hay muchos otros factores que inciden en la estabilidad geopolítica. El acceso al agua, a los alimentos, a los minerales y a una variedad de otros recursos, así como los efectos del cambio climático, supondrán afrontar enormes desafíos. El escenario de un consumo de energía creciente e incesante en un mundo con tasas de suministros limitadas, no sólo es muy difícil o imposible de alcanzar a largo plazo, sino que agravará muchos otros factores de riesgo geopolítico. Quienes deseen aprender más al respecto de cómo el petróleo y otros recursos condicionan la geopolítica es más que aconsejable la lectura de La venganza de la geografía (Kaplan, 2013).
* Referencias:
Hamilton, J. (2009): Understanding Crude Oil Prices. Energy Journal, 30: 179-206.
Heinberg, R. (2013). Fracking. El bálsamo milagroso. Ed. Icaria.
Kaplan, R. (2013). La venganza de la Geografía. RBA.