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Los mercados de futuro consisten en la realización de contratos de compra o venta de ciertas materias en una fecha futura pactando en el presente el precio, la cantidad y la fecha de vencimiento. Nacieron originalmente en el siglo XIX con la denominación de “forwards” o “mercado a futuro”, con el objetivo de proteger a los productores de materias primas en un mercado caracterizado por épocas de concentración de la oferta (de cosecha) y por precios muy variables a lo largo del año, que restaban atractivo a la inversión. Las consecuencias de estos contratos fueron evidentes. Imaginemos que pacto la compra de un barril de petróleo a 140 dólares con fecha de vencimiento 31 de marzo de 2015. Se supone que al llegar a esta fecha deberé pagar lo acordado, pero pueden pasar varias cosas.
La primera es que el precio sea muy similar al pactado, en cuyo caso no debería haber mayores problemas. La segunda es que el precio real a esa fecha sea inferior al pactado, momento en el que me habré comprometido a pagar el barril a un precio mayor que el vigente. Y la tercera es que el precio sea superior al pactado y por tanto resulte que, una vez comprado, puedo vender el barril obteniendo un beneficio de la operación. Con el ejemplo citado, se ve claramente lo atractiva que puede ser la operación para los especuladores si estos son capaces de hacer crecer el precio del producto por el que han pujado. Por eso, por las expectativas de ganancias fabulosas, en los mercados de futuros hay dos tipos de agentes: aquellos que participan en el mercado para protegerse del riesgo en una actividad sometida a altas variaciones de precios (conocidos como “hedgers”), y aquellos inversores que asumen el riesgo con la perspectiva de obtener beneficios futuros.
La única información sobre la tipología de los participantes en los mercados de futuro es la clasificación realizada por la Commodities Futures Trading Commission de los Estados Unidos (CFTC), que regula el mercado de derivados sobre materias primas en Estados Unidos y cuya misión es proteger a los usuarios del mercado y al público en general contra posibles fraudes, manipulaciones o prácticas abusivas que afecten al normal desenvolvimiento de los mercados de materias primas y derivados financieros.
El informe donde se presenta la clasificación de las posiciones de los distintos participantes se denomina “Commitments of traders” (COT). En el COT, la CFTC clasifica a los participantes en dos categorías denominadas “comerciales” y “no comerciales”. El primer grupo reúne a todos los agentes que están vinculados con la producción y/o necesitan la materia prima física para su abastecimiento.
En el segundo grupo están los participantes que buscan rentabilidad en la variación de la cotización mediante una anticipación de lo que va a pasar con los precios, a los cuales se les denomina “no comerciales o especuladores”. Entre estos existen tres grandes tipos: los que buscan una cobertura para minimizar sus riesgos; los que buscan especular con las fluctuaciones de los precios comprando a corto y vendiendo a largo para obtener rentabilidad y, por último, los intermediarios que desean proveer a sus clientes soluciones personalizadas.
El tiempo se ha encargado de complicar esta pragmática clasificación inicial. En la última década ha habido un progresivo aumento del volumen de contratación y de participantes, a la vez que las estrategias aplicadas son de una mayor complejidad. Por ejemplo, ahora hay empresas comerciales que asumen posiciones especulativas basándose en información del mercado, mientras que algunos intermediarios financieros proporcionan soluciones a medida para algunos clientes que necesitan la materia prima física. La introducción de nuevos participantes como fondos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds, inversores en índices, negociadores y/o operadores especializados e inversores minoristas ha supuesto un dinamismo importante en el mercado. El perfil de las operaciones es extraordinariamente variado ya que mientras algunos participantes tienen una gestión más pasiva con posiciones a largo plazo, otros tienen un comportamiento muy de corto plazo buscando rentabilidades con el movimiento de la cotización. En definitiva, que el mercado de futuros tiene una dinámica críptica y casi browniana que impide clarificar cuánto hay de especulación en los actuales precios del petróleo.
Derivados financieros y deuda de los Estados Unidos. |
En el momento del vencimiento de la opción existían dos posibilidades; una de ellas era que el inversor estuviese en lo cierto y que el valor de las acciones se hubiese incrementado y, por lo tanto, podía ejercer su opción pagando la totalidad del monto de las acciones en el precio establecido y revenderlas a su precio actual de mercado, obteniendo un beneficio. Si, por el contrario, el inversor estaba equivocado y el valor de las acciones había mermado, podía dejar expirar la opción y perder únicamente el costo de la prima. Las “opciones de venta”, en cambio, funcionaban de manera inversa: si esta vez el inversor pensaba que una acción iba a bajar su precio en el futuro, podía adquirir una opción de venta, para lo que pagaba una prima que le daba el derecho, no la obligación, de vender una determinada cantidad de acciones en un momento especifico y a un precio estipulado de antemano. Si una vez vencido el plazo las acciones efectivamente bajaban, el inversor podría ejercer su opción, pudiendo adquirir dichas acciones a precio de mercado y revenderlas al precio prefijado en la opción, obteniendo un beneficio.
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El negocio de derivados del petróleo sigue un patrón similar al de las “opciones”, solo que en vez de tratar con inversores individuales, los clientes son grandes industrias o compañías de transporte y energéticas que en vez de comprar y vender opciones sobre acciones, lo hacen sobre productos como el gas natural, el petróleo o la electricidad. Gracias a este negocio, una empresa industrial o energética puede adquirir una “opción de compra” de una enorme cantidad de petróleo o de gas, a un determinado precio, por un tiempo prefijado, pagando únicamente una prima, que le permitía prever de manera más adecuada sobre sus costes y ganancias futuras, sin correr el riesgo de un aumento en el precio del producto.