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domingo, 28 de abril de 2013

A hombros de gigantes: de Hasenöhrl a Einstein


Hemos sabido estos días que la famosa ecuación E=mc², en la que E representa la energía, m la masa y el cuadrado de la velocidad de la luz, no se le ocurrió a Einstein en solitario. Decía Bernardo de Chartres que «somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por alguna distinción física nuestra, sino porque somos levantados por su gran altura». La frase fue retomada por Luis Vives y llegó a los científicos del siglo XVII, quienes, como Isaac Newton, que la reprodujo casi literalmente en una carta enviada a Robert Hooke, no tuvieron empacho en reconocer que sus logros se levantaban sobre la obra de sus predecesores. 

Según el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, el progreso científico se produce cuando un paradigma cambia, lo que a su vez depende de las circunstancias culturales e históricas en que se encuentran los grupos de científicos. Dicho de otra forma, tal y como sucede con la evolución de las especies, la ciencia avanza a pasos, no a saltos. A pesar del empeño en construir una épica en la que las ideas, las teorías o los descubrimientos científicos son como un relámpago que ilumina súbitamente las tinieblas de la ignorancia, la cosa no funciona así. Una buena hipótesis, una teoría consolidada o un gran hallazgo de la ciencia no son chispas que prenden súbitamente una hoguera; son, con absoluta seguridad, un ascua desprendida de una lumbre que ya habían alimentado otros. Ni siquiera el gran Einstein escapa a la norma. 

Hagamos un poco de historia. En 1875, a un inteligente joven alemán llamado Max Planck -quizás el científico que haya tenido una vida personal más desgraciada- que dudaba acerca de si debía dedicarse a las matemáticas o a la física, le aconsejaron que no eligiera la física porque en ella ya estaba todo descubierto. No hizo caso: años después revolucionó la física con su teoría cuántica que le valió el premio Nobel en 1918. El trabajo de Planck fue uno más de los que marcaron el camino del cambio conceptual que experimentó esa disciplina en los albores del siglo XX cuando la macrofísica, que estaba basada en contar y medir objetos -y cuando hablo de objetos me refiero a una simple esfera o a la Tierra-, empezaba a ser parte de la historia, mientras que la nanofísica de las partículas comenzaba a despuntar y exigía una nueva concepción de la ciencia que fuera capaz de escudriñar en una escala en la que los objetos, que ya no eran aprensibles, se reducían a ecuaciones incomprensibles para los físicos que se aferraban al pasado, y en la que los acontecimientos se sucedían a velocidad de vértigo. 

En realidad, cuando Planck hizo oídos sordos a sus mentores, el mundo estaba a punto de entrar en un siglo en el que nadie entendería todo y muchos no entenderían nada. Del metro de platino iridiado, del principio de Arquímedes y del péndulo de Foucault, que los maestros enseñaban sin mayor dificultad en las escuelas de primaria, se pasó a un universo inaprensible dominado por quantos, espines, protones, neutrones, quarzs, neutrinos, bosones y fermiones, que nadie podía ver pese a que cabían en una cuartilla y que parecían surgidos de la calenturienta mente de un escritor de ciencia ficción. Mientras que en España se fraguaba la crisis del 98, se estaban abriendo las puertas de la moderna física de partículas, la física cuántica, con descubrimientos tales como los rayos X (Roentgen, 1895), la radiactividad (Becquerel, 1896), los electrones (Thomson, 1897), el radio (Curie, 1898), los cuantos (Planck, 1900) y la ley de desintegración radiactiva (Rutherford y Soddy, 1902). Y entonces llegó Albert Einstein, aparentemente surgido de la nada, porque nada era, al menos para los físicos, lo que quedaba fuera de sus propios círculos.

Corría el año 1905 cuando la revista alemana Annalen del Physik publicó una serie de cinco artículos de un desconocido llamado Albert Einstein, que no tenía ningún vínculo con el mundo académico ni con el circuito de los grandes laboratorios de investigación y, si en algo se acercaba a la innovación, era desde su modesto puesto de administrativo de tercera clase en la Oficina de Patentes de Berna, un trabajo poco envidiable de burócrata que, en palabras de José Manuel Sánchez Ron (El poder de la ciencia), le ocupaba «seis días a la semana, ocho horas cada día». Eso no impidió que de esos cinco artículos tres figuren entre los más importantes de la historia de la física. 

El más famoso de todos ellos es uno en el que esbozaba la teoría de la relatividad, aunque el que le valió el premio Nobel no fuera ese sino el primero de la serie (Sobre un punto de vista heurístico relativo a la producción y transformación de la luz), en el que analizaba el efecto fotoeléctrico por medio de la recién aparecida teoría cuántica de Planck, lo que le permitía explicar la naturaleza de la luz. Sin embargo, el tercero (Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento) cambiaría el mundo cuando el propio Einstein, al que le habían pasado inadvertidas las implicaciones de ese artículo, las refrendó en otro (¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido energético?), que apenas servía para llenar tres páginas del número 18 de Annalen del Physik, en el que, entre un jeroglífico de ecuaciones diferenciales cuyo descifre parecía reclamar una nueva e imposible piedra de Rosetta, dejaba asentada la teoría de la relatividad especial en un sólo párrafo: «La masa de un cuerpo es una medida de su contenido energético; si la energía cambia un valor L, entonces la masa varía en el mismo sentido un valor L/9.1020». 

Había que ser algo más que un común mortal para entender aquello, pero el asombrado mundo de la física avanzada tomó buena nota de las implicaciones de aquel párrafo, porque la ya famosa equivalencia entre la masa y la energía resultaba fundamental para comprender las emisiones que tienen lugar en los procesos radioactivos y serviría de apoyo para investigaciones posteriores que conducirían, por ejemplo, a la moderna tecnología nuclear. Después de Planck e Einstein, la física no volvería a ser nunca igual.

En un artículo publicado el pasado mes de marzo en The European Physical Journal (38: 261-278), los investigadores norteamericanos Stephen Boughn, del Haverford College de Pensilvania, y Tony Rothman, de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, han reivindicado el papel del físico austriaco Friedrich Hasenöhrl en el establecimiento de la equivalencia entre la energía de una cantidad de materia y su masa. De acuerdo con lo que decía Kuhn, ambos investigadores sostienen que la noción de que masa y energía están relacionadas ni se originó sólo con Hasenöhrl ni apareció repentinamente en 1905, cuando Einstein publicó su famoso artículo sobre la cuestión. Ambos caminaban a hombros de otros dos gigantes, el matemático francés Henry Poincaré y el físico alemán Max Abraham, que ya habían mostrado la existencia de una masa inercial asociada a la energía electromagnética. 

De otros gigantes sobre cuyos hombros ha ido avanzando la humanidad, desde Herodoto a Schmith, se ocupa un libro, Los descubridores, del historiador de la ciencia y director de la Biblioteca del Congreso de Washington, Daniel J. Boorstin, en el que uno aprende que no hay generación espontánea y que la soledad en la ciencia es un esfuerzo inútil que acaba por conducir a la melancolía.

miércoles, 24 de abril de 2013

El hombre de la pajarita y las preferentes de Guindos


A Antonio Hurtado, economista y diputado del PSOE por Córdoba, le gusta usar pajarita. El tercer jueves de abril, cuando el hombre de la pajarita subió a la tribuna de oradores, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, mantenía el dominio de la situación y parecía tranquilo. No esperaba que el hombre de la pajarita, portavoz adjunto en la Comisión de Economía, fuese tan peligroso. Pero lo era. Hurtado desveló que cuando el ahora ministro De Guindos era presidente-ejecutivo de Lehman Brothers, es decir, cuando mandaba en el banco que desató la actual crisis tras envenenar al mundo con hipotecas basura, vendió una gran cantidad de participaciones preferentes a muchos ahorradores estafados, algunos de los cuales seguían el debate desde el palco de invitados. El ministro frunció el entrecejo y elevó el tono en la réplica, pero no pudo desmentir a Hurtado. La estafa de las preferentes afecta a más de 100.000 personas en toda España.

Dijo el economista Hurtado: “He estado revisando unas veinte sentencias judiciales favorables a estas personas (los ahorradores engañados). Nunca con la intención de encontrarme con lo que me he encontrado y que creo que debe conocer la Cámara, porque para mí ha sido una sorpresa, desde la más absoluta sinceridad. De las veinte que he visto, me he encontrado que un tercio de ellas corresponde a la comercialización de preferentes de Lehman Brothers. Participaciones comercializadas a través de otras entidades, emitidas por Lehman Brothers, y comercializadas durante los años 2006 a 2008, siendo usted presidente ejecutivo de esa entidad (quebrada) en España y Portugal. ¿Qué le quiero decir con esto? Que usted no está legitimado para hablar de herencia, porque usted ha sido parte del sistema financiero, parte de los causantes”.

No terminó ahí la acusación, porque Hurtado recordó que De Guindos amplió en 2003, cuando ejercía de secretario de Economía del último gobierno de Aznar, las desgravaciones fiscales para que se emitiesen muchísimas más preferentes, en contra de las advertencias del Banco de España. “¿Ha leído usted el último informe del Defensor del Pueblo? El Informe dice que en 2002, siendo usted secretario de Estado de Economía, el Banco de España advirtió que las participaciones preferentes tenían un peso muy elevado en los recursos bancarios y señaló que la comercialización estaba siendo inadecuada. Ese informe le llegó a usted, pero en 2003 adoptó una medida, no para evitar lo que le estaba informando el Banco de España, sino, justamente, lo contrario: ampliar las desgravaciones fiscales para que se emitiesen muchísimas más preferentes”.

Al ministro se le atragantó el sapo. En la réplica, Hurtado se interesó por las buenas prácticas de De Guindos y le preguntó si siendo presidente ejecutivo de Lehman Brothers había avisado a las entidades que comercializaban sus preferentes de que la entidad iba a quebrar, y si él había perdido dinero en ese producto bancario. Unas preguntas molestas que tampoco merecieron la respuesta del ministro, cuyo objetivo fue presentar el decreto gubernamental para que una comisión de arbitraje examine, caso por caso, los depósitos de los ahorradores en participaciones preferentes y determine si les devuelven el dinero o solo una parte.

Los afectados que asistían al debate no pudieron contenerse y estallaron en gritos de protesta–“¡Queremos nuestro dinero!”–, lo que obligó al presidente Jesús Posada a ordenar a los ujieres y policías que los desalojaran. Pese a la aparente tranquilidad del ministro, muchos periodistas saben que los “escraches” de los estafados por el sistema financiero rescatado por Bruselas le molestan muchísimo. El martes pasado, un grupo de “preferentistas” le esperó a las 9 de la mañana ante el Hotel Ritz para manifestar su protesta. Después, los escoltas del ministro se emplearon a fondo en revisar los bolsos de las periodistas y en exigir el carné de identidad a los informadores en una sala del interior del hotel desde la que seguían su intervención y la de su colega de Agricultura, Miguel Arias Cañete, en un “desayuno informativo”, no fuera a ser que hubiera escrachadores entre ellos.

domingo, 7 de abril de 2013

A chorro tieso (dedicado al ministro Wert)


Los sucesos ocurrieron en Ohanes de las Alpuxarras, partido de Uxixar, Almería, el año de Gracia de 1734, trigésimo cuarto del reinado de Felipe V de Borbón, rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán y soberano de los Países Bajos. Tal y como lo he leído, ortografía incluida, transcribo un añejo expediente municipal. Recoge un trágico suceso que podría ocurrir perfectamente en nuestros días si se continúa con las políticas de atentar contra lo público que fomentan políticos a los que la educación se la trae al pairo. 

15 de marzo, don Zenón, maestro de primeras letras, escribe al señor alcalde: “Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pues está partida por medio, por lo cual el tejado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciéndome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin, señor Alcalde, espero de su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desgracia con los niños y con su maestro, éste su muy seguro servidor. Dios guarde a Vd muchos años”. 

Ocho meses después, el 28 de noviembre, el señor alcalde, don Bartolomé Zancajo y Zancajo, se digna contestar al oficio del maestro: "Recibo con gran extrañeza el oficio que ha tenido a bien dirigirme y me apresuro a contestarle. Es cosa rara que los agentes de mi autoridad no me hayan dado cuenta de nada referente a la viga, y es más, pongo en duda que se encuentre en esas condiciones, pues según me informa el Tio Sarmiento no hará sesenta años que se puso, y no creo una vez dadas esas explicaciones, que no tengo por qué, paso a decirle que eso no son más que excusas y pretextos para no dar golpe. En cuanto a lo de los papeles que se le mojan y el reúma que se le avecina, pueda muy bien guardárselos, aquéllos en el cajón o en casa, y éste yendo a la escuela con una manta. No obstante lo que antecede, enviaré uno de estos días alguno de mis subordinados que mire lo que hay de eso. Y ojo, que su engaño le estaría estar otros seis años sin cobrar los 500 reales de su sueldo. Dios guarde a Vd muchos años.

Al día siguiente, responde don Zenón: "Tengo el honor de acusar recibo a su atento oficio de ayer donde tiene a bien poner en duda el estado de la viga. Desde mi oficio anterior, Sr. Alcalde, hace unos ocho meses, pasaron las lluvias del invierno; y yo siempre mirando la viga, con la inquietud consiguiente: ¿caerá?, ¿no caerá? Y así un día y otro, como el en vez de una viga fuera una margarita. Si Vd. no cree lo que le estoy diciendo, puede mandar dos personas peritas, o venir Vd. mismo dando un paseito, si no le cuesta mucha molestia, que yo no le engaño, mas para darle una idea del estado de mi clase me permito acompañarle un dibujo, tomado del natural, que le dará una estampa real de ella. Y de lo del sueldo, no creo que se atreva a tocar los quinientos reales, porque ya sabe Vd. lo que dice el refrán "Al cajón ni..."En fin, Sr. Alcalde, Dios le guarde muchos años de los efectos de la viga.

El alcalde Zancajo se toma casi un año para responder. El 15 de octubre de 1735 manda oficio a don Zenón: “Acuso recibo de su oficío del 29 de noviembre del pasado año y me parece excesiva tanta machaconería, en el asunto de la viga. Sepa el Sr. Maestro, que si no le conviene la escuela puede píllar el camino e irse a otro sitio, que aquí para lo que enseña, falta no hace. ¿Qué le importa a estas gentes, ni a nadie, dónde está Marte, ni las vueltas que da la luna, ni que cuatro por seis son veintisiete ni que Miguel de Cervantes descubrió las Américas? Para coger un mancaje basta y sobra con tener fuerzas para ello. No obstante, como soy amante de la curtura y no que digan que he echao al Maestro y que no lo trato, como se debe, nombraré una comisión que informe sobre el asunto de la viga, y si resulta que Vd. me ha engañao, sa caido. Dios guarde a V. muchos años.

El alcalde recaba informe técnico a los peritos y asesoría jurídica al escribano municipal. Transcribo ambos firmados el 15 de mayo de 1736. Informe de los doctos peritos: "Antonio Fuentes Barranco y Juan González, maestros Albañiles graduados de la villa de Ohanes de la Alpuxarra, INFORMAN: Que personados en el sitio denominado u llamado, sea con perdón, la Escuela de este lugar, a las doce de mañana del día 15 de mayo de 1736, acompañados por el Escribano de este Ayuntamiento, y mandados por el Sr Alcalde, opinamos, pensamos, que la viga que ocupa el centro de la clase, aula o sala, que por estos tres nombres se le denomina o circunscribe, que la dicha viga no se haya movido, sólo que ha bajao cosa de diez o doce deos, sólo caer, pero nunca juntarse con el suelo aplastando a los que coja dentro. Pero como quiera que la madera es un cuerpo astilloso, tiene que crujir antes de pegar el golpazo dando tiempo a que se salven por lo menos siete u ocho, todo lo cual, y puesta la mano en el corazón y en conciencia, decimos, que el peligro que ofrece la aludida viga es un peligro leve, o sea de poca trascendencia. Todo lo cual firmamos y no sellamos, por no tener sello en Ohanes a la fecha arriba indicada”.

El asesor jurídico, Don Celedonío González-García, lo tiene claro: "DIGO, declaro y doy fe, de cuanto en esta información del Maestro de primeras letras de esta localidad, sobre una viga que dice el primero al Sr Alcalde, o sea al segundo, está partida en el techo de su clase. Mi informe imparcial, desapasionado y verídico, como corresponde a mi profesión, es el siguiente: Si la viga cae y amenaza peligro, puede ocurrir: a) que mate al maestro, en cuyo caso esta corporación se ahorraría los quinientos reales que se le pagan; b) que matase a los niños y no al maestro, en cuyo caso sobraría el maestro; c) que matase a los niños y al maestro, ocurriendo en este caso como suele decirse, que se mataban dos pájaros de un tiro; d) que no matase a nadie, en cuyo caso supuesto no hay porque alarmarse. Examinados en derecho las causas y efectos que anteceden, emito este informe, honrado y leal, cumpliendo con ello un deber de conciencia”.

El expediente se cierra en 1740: "Yo, don Joseph Sancho Mengíbar, Cronista ofícial de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, declaro por mi honor ser ciertos los hechos que a continuación describo, para que de ellos quede constancia en el Histórico Archivo de esta villa, lamentando que la índole de los mismos ponga un hito trágico en los bucólicos anales de este pueblo. El día catorce de octubre, del año de Nuestro Señor Jesucristo de míl setecientos cuarenta, siendo Alcalde de esta villa don Bartolomé Zancajo y Zancajo, y siendo las doce de su mañana, se hundió el techo del salón de la Escuela de esta localidad, pereciendo en el siniestro, el señor Maestro de primeras letras, don Zenón [ilegible]  Marín y los catorce niños que en aquellos momentos daban su clase. Después de laboriosos trabajos, fueron extraídos de entre los escombros, los restos de las víctimas y trasladados al Depósito del Cementerio Municipal, acompañados del pueblo en masa, que era partícipe por entero del dolor que significaba tal catástrofe, ya que todos, más o menos directamente, les alcanzaba, dado el número tan elevado de inmolados en aras de la cultura.

Abierto el oportuno expediente, se ha podido comprobar que por parte de la Autoridad competente se tomaban periódicamente todas las medidas encaminadas a velar por el buen funcionamiento del sagrado recinto; y como prueba concluyente, se presentó un Expediente, incoado al efecto, en que dos peritos albañiles y el Ilustre Escribano de esta villa, informaban sobre el buen estado del local, en fecha muy próxima al suceso, ya que los informes datan del día 15 de mayo de 1736; quedando plenamente demostrado que únicamente un accidente fortuito fue el responsable del hundimiento a que hemos hecho referencia. Y para que quede constancia, lo redacto y lo firmo en Ohanes de las Alpuxarras a quince de diciembre de mil setecientos cuarenta".

España. País que pereció por incapacidad de su clase política y por apatía de su población. Descanse en paz.

A nuestro establishment no le gusta el escrache


FIRMA INVITADA
Mi buen amigo Agustín Baeza, economista y consultor, ha tenido la amabilidad de autorizarme a publicar esta entrada que apareció el pasado tres de abril en "nuevatribuna.es".

Los españoles siempre hemos sido un poco exagerados, tanto para lo bueno como para lo malo. Reconozcámoslo. Dicen que pasamos en apenas un lustro de no tener cajeros automáticos en las calles a tener más cajeros per cápita que cualquier país europeo. A pesar de la crisis y la reducción drástica del consumo somos uno de los países del mundo con mayor penetración de los Smart Phones. Y recién acabada la Semana Santa uno comprueba que el personal patrio es capaz de gastarse lo que no tiene en túnicas, capirotes y demás abalorios propios de estas celebraciones. Hasta el New York Times “critica el lujo de la Semana Santa” y sus reporteros se llevan las manos a la cabeza por semejante contradicción sólo comprensible por estas latitudes.

También somos expertos en conjugar nuevas palabras a la velocidad de un rayo. Es el caso del escrache. Hace dos meses no creo que hubiera más de veinte personas en España que conociera su significado (y todas ellas, claro está, habrían vivido al menos una temporada en Argentina). Sin embargo, hoy el escrache forma parte de tertulias televisivas, conversaciones informales, análisis de politólogos y sesudos artículos de opinión. Este artículo es una demostración de ello. De repente nos hemos convertido en expertos mundiales en escrache, y nos lanzamos a debatir sobre ello sin complejos. ¿Es esto una nueva demostración de nuestra demostrada capacidad para la exageración de la que hablaba anteriormente? Me temo que no, dejando atrás la ironía creo que estamos ante la enésima prueba del enorme poder del establishment para imponer los debates que más le convienen.

Vayamos por partes. Todo surge a raíz de una denuncia del Sr. González Pons en la que argumenta que la PAH “ha violentado su domicilio”. A partir de ahí portavoces, voceros, medios de comunicación y todas las “personas de bien” se lanzan a degüello contra la PAH y su portavoz Ada Colau. Les han llamado de todo, desde filoetarras hasta fascistas. Aunque en mi humilde opinión si te topas por la calle con un grupo de la PAH camino de una acción de denuncia más parecen un grupo lúdico que van a jugar al parchís con sus carteles de colorines que un comando con fines violentos. Pero en fin, dicen que la vista es un sentido que a veces engaña.

A continuación el Ministerio del Interior da orden de que se identifique y en caso de resistencia detenga a quienes protagonicen un escrache. Una orden criticada por asociaciones de policías y de jueces que tienen más claro que el Gobierno la diferencia entre una protesta ciudadana pacífica (aunque duela y escueza a quien la sufre) y un delito.  ¿Por qué el gobierno, los principales medios de comunicación y amplios sectores de la sociedad y la política demonizan el escrache?

En primer lugar porque así consiguen desviar la atención sobre el asunto de fondo que es la lucha desde hace cuatro años de una plataforma ciudadana plural para hacer frente al drama social de los desahucios. Una lucha desigual porque se enfrentan no ya al gobierno de turno, sino al poder financiero y económico que no está dispuesto a que se modifique un ápice la legislación hipotecaria a pesar de que recientemente el Tribunal de Luxemburgo la ha declarado ilegal y abusiva.

En segundo lugar porque en ausencia de una oposición real, se han dado cuenta de que la verdadera oposición al gobierno está en la calle. Desnortado el PSOE, sin la fortaleza necesaria para hacerles daño en los partidos minoritarios y desaparecidos los agentes sociales tradicionales de la esfera pública, la oposición al gobierno está en las calles y la protagonizan miles de personas con acciones reales, coordinadas por plataformas como la PAH. Y por ello es necesario sacar toda la artillería contra ella. No basta solo con tumbar la ILP en el Parlamento, que lo harán. Deben acabar con toda resistencia utilizando de manera coercitiva todos los poderes del Estado.

En esta labor de destrucción de la reputación de la PAH les favorece y mucho que, a diferencia de otros movimientos como el 15-M, haya una persona visible contra la que descargar toda la furia del poder que se ve amenazado e interpelado. Aunque, Ada Colau una y otra vez reitera su condición de mera portavoz de la PAH y en ningún caso se presenta como líder, está sirviendo como pararrayos de las embestidas mediáticas y políticas de muchos a los que les viene muy mal que a estas alturas los ciudadanos se organicen, se autoconvoquen y consigan reunir un millón y medio de firmas para presentar una ILP. Y además que lo hagan ellos por su cuenta.  Pero ¿cómo osan hacer eso? ¿Es que acaso no votan ya a sus partidos? ¡Pues déjennos a nosotros resolver estas cosas como siempre se ha hecho!

Pese al escándalo que produce en el establishment y en las “personas de bien”, el escrache argentino no es un fichaje de la PAH para sus nuevas acciones reivindicativas. La denuncia directa, cara a cara, del ciudadano que se siente infrarrepresentado, engañado o estafado por parte de sus representantes es una constante en nuestro país. Que se lo digan si no a las decenas de miles de concejales o a los miles de Alcaldes que son interpelados en el bar, a la puerta de su casa o en el hipermercado cuando hacen la compra el fin de semana. Por tanto, no es verdad que estén preocupados por lo que ellos denominan “acoso a los políticos”, están preocupados, y mucho, por el liderazgo y el enorme apoyo social de la PAH.

A pesar de que nos la quieran vender como una turba enfurecida armada con pegatinas verdes que está dispuesta a ejercitar la violencia contra los políticos en sus espacios privados, lo que está pasando es lisa y llanamente que la gente se ha hartado. Se ha hartado de que los poderosos siempre se salgan con la suya. De que los poderes financieros sean los que realmente impongan leyes y legislaciones. De que sus representantes les engañen. De que les prometan una cosa y hagan lo contrario.

Y sobre todo, han decidido arremangarse y ponerse manos a la obra. Deberíamos verlo como algo positivo. Una ola de indignación canalizada en energía positiva. La rabia convertida en pegatinas verdes. La desilusión transformada en activismo social, impulsado desde la base, horizontal, donde no existen jerarquías. Con participación activa y protagonismo de las personas afectadas. Y con las redes sociales y las nuevas tecnologías como grandes aliadas que amplifican en el tiempo y en el espacio sus reivindicaciones. Una nueva sociedad que emerge frente a un viejo sistema institucional que no da respuestas.

Frente al ejercicio de ciudadanía crítica y reivindicativa, pero pacífica y propositiva, tenemos un establishment bien pensante surgido del régimen de la Transición sumido en una institucionalidad esclerótica y paralizante. Incluso sorprende ver a líderes y periodistas que defienden el fondo pero critican la forma, incapaces de librarse de los efluvios narcotizantes de un régimen en decadencia. Un poder que sabe que el éxito de la PAH y de otras plataformas ciudadanas puede significar su defunción definitiva. Por ello no dudarán en utilizar todas las armas a su alcance para frenar a la nueva ciudadanía que no quiere ser convidada de piedra en esta “democracia zombie”, tal y como la ha llamado el politólogo Simon Tormey.