No lea todavía esta entrada. Déjela para el día 22. Podrá comprobar que una legión de pirados, agoreros defensores del cumplimiento de la profecía maya según la cual pasaríamos a mejor vida el 21 de diciembre, ha hecho el ridículo. Superado el “efecto 2000”, sectas neomayas de todo tipo habían ganado protagonismo en lo que llevamos de década con la disparatada idea de que un meteorito iba a impactar contra la Tierra llevándose por delante todo bicho viviente. Otros, de mentes más sofisticadas aunque no menos insensatas, apostaban por la inversión de los polos geomagnéticos o por una emisión energética en la corona solar tan poderosa que afectaría a todo el planeta. Otros pirados, a los que podíamos llamar místicos, desvariaban con el advenimiento de un Anticristo incitador de una guerra nuclear.
Para hacer caja, la trola neomaya, que no maya, se convirtió en una fenomenal bola que dio pie a innumerables películas, series televisivas, documentales, artículos y libros, entre los destacó un sensacional camelo, El cataclismo mundial del 2012, un libro de Patrick Geryl, uno de los avispados que se forraron a costa del desequilibrio mental de miles de incautos lectores, y la película 2012. Orates de todo el mundo se unieron al despropósito. En España adquirió alguna notoriedad el Grupo de Supervivencia de España 2012 (GSE 2012), un ramillete de visionarios que trabajaban en la construcción de una comunidad refugio para “sobrevivir a los posible efectos de tormentas solares, terremotos, tsunamis y ataque nucleares" según se contaba en el libro 2012, las profecías del fin del mundo, de Laura Castellanos, aventajada émula de Geryl, aunque limitada al modesto mercado en lengua hispana.
El gurú del GSE 2012, un tal Jonathan Bosque, declaraba a la prensa en 2010 que “di casualmente con la fecha del 2012 por Internet, empecé a investigar y me puse en contacto con Patrick Geryl. Trabajé con un grupo de supervivencia que está preparando su búnker en Sierra Nevada y yo me monté mi propio grupo”, relataba. “Somos ya 165 personas, 50 de las cuales formamos parte del proyecto del búnker, que dispone de 50 plazas. Queríamos construir uno para 400 personas, pero el tiempo apremia y decidimos hacer un primer refugio, que estará listo en seis meses. Alrededor del búnker construiremos una ecoaldea para orientar el proyecto hacia el medioambiente, de esta manera la gente no pensará que somos unos frikis que se preparan para el fin del mundo”, explicaba prejuzgando la malintencionada intención del siempre incrédulo personal.
Menos mal que antropólogos e historiadores, alertados de estos y otros dislates, habían insistido en que hace 5.000 años los mayas, de acuerdo a su concepción cíclica del tiempo, anunciaron que terminaba un ciclo, sí, pero para que comenzara otro nuevo, porque la cosmovisión maya de la vida es un círculo, de modo que el pasado está delante y el futuro ya sucedió. Según el calendario maya, el 21 de diciembre de 2012 la cuenta larga se pondría a cero y comenzaría un nuevo ciclo de trece baktunes (5.125 años), que comenzó el 11 de agosto del año 3.114 a.C. Después del decimotercer baktún (el que termina este año) seguirá el decimocuarto y así sucesivamente, hasta el vigésimo. Entonces se completará un piktún (otra unidad de medida) e iniciará otra serie de veinte baktunes.
Las teorías apocalípticas ligadas a ciclos de destrucción-construcción no paran de sucederse desde tiempos inmemorables, aunque quizá sea en Mesoamérica donde adquiere mayor relieve el mito de la catástrofe planetaria. Según las tradiciones aztecas, el prolongado enfrentamiento entre las deidades asociadas con cada uno de los cuatro cuartos del universo conlleva una serie de cataclismos. La primera era concluyó cuando los jaguares devoraron el mundo, la segunda con un terrible huracán, la tercera con un incendio y la cuarta con un diluvio. En la actualidad nos encontramos en el quinto mundo, que será devastado por terremotos.
En las tradiciones de Oriente Medio la catástrofe universal se considera un castigo que infligen los dioses por la estupidez o la maldad de la humanidad. El relato bíblico del arca de Noé es una versión muy conocida de esta idea: Noé y su mujer, junto con los animales que salvan, son los únicos supervivientes del gran diluvio que provoca Dios en castigo por los pecados del mundo. La historia deriva de un relato asirio-babilónico sobre un desastre cósmico en el que Utnapishtim ocupa el papel de Noé y tras superar el desastre se hace inmortal. El relato babilónico parece vinculado a la posición de Babilonia entre dos poderosos ríos, el Tigris y el Éufrates, ambos sometidos a inundaciones catastróficas que anegaban la región. En la mitología griega, Zeus envía una gran inundación para castigar a la humanidad por las fechorías del titán Prometeo, cuyo hijo Deucalión construyó un arca y sobrevivió junto a su mujer, Pirra, para restablecer la paz entre los hombres.
En la mitología india hay una versión del arca. Manu, el primer hombre, se gana la gratitud de un pez pequeño al que salva de que lo devoren otros peces mayores. Cuando el animal alcanza un tamaño gigantesco, previene a Manu del advenimiento de una catástrofe cósmica y le da instrucciones para construir un barco y llenarlo con “la semilla de todas las cosas”. Por último, el colosal pez –trasunto también de la ballena que se tragó a Jonás- remolca la embarcación, que no sufre ningún daño.
En los relatos sobre el diluvio el mundo que resurge es mejor que el anterior. En la cultura andina, por ejemplo, el dios Sol, tras provocar una inundación que devasta la tierra, envía a su hijo Manco Cápac y a su hija, Mama Ocllo, a enseñar las artes de la civilización a los supervivientes. La versión sobre el mismo tema que cuentan los yao, del sur de China, se centra en un hombre que atrapa al dios Trueno, responsable de una inundación de la tierra. El prisionero escapa con la ayuda de los hijos de aquel hombre, un varón y una hembra, a quienes recompensa con un diente que al crecer se convierte en una enorme calabaza. Cuando el dios Trueno recobra la libertad, se produce de nuevo una inundación que anega por completo la tierra.
Los chewong de las selvas tropicales malayas, que como otros pueblos del sureste asiático suscriben la idea de un universo de múltiples niveles, creen que cada cierto tiempo su propio mundo, que ellos denominan la Tierra Siete, se vuelve del revés, de modo que todo lo que habita sobre él queda destruido o se ahoga, pero gracias a la mediación del dios creador Tohan, la nueva superficie llana de lo que anteriormente constituía la cara inferior de la Tierra Siete se transforma en montañas, valles y llanuras. Se plantan árboles y cobran vida otros seres humanos, nuevos y regenerados.
En el norte de Australia existe un mito aborigen en el que se describe el diluvio, que sobreviene a consecuencia del error de dos jóvenes hermanas que, en una metáfora del prohibido incesto, mantienen relaciones sexuales con dos hombres pertenecientes al mismo clan que ellas. Yulunggul, un ser mitad serpiente y mitad hombre, se traga a las dos muchachas y provoca un diluvio que cubre la tierra. Cuando desciende el nivel de las aguas, vomita a las hermanas y a los dos hijos nacidos de su unión ilícita. El sitio en el que se detiene se convierte en la zona de iniciación masculina, en la que los varones jóvenes aprenden a distinguir entre las mujeres con las que pueden aparearse y las que les están vedadas.
Pero bueno. Para qué les molesto si están vivos: ¡Enhorabuena y felices fiestas!