En el debate entre candidatos presidenciales estadounidenses celebrado la semana pasada, el candidato republicano Mitt Romney citó a España como el ejemplo de un
fracaso del Estado que hay que evitar, habida cuenta el “desorbitado” gasto en
lo público que, según el millonario Romney, distingue a nuestro país: “España gasta el 42% de sus impuestos en el gobierno. Nosotros, también”, dijo tan
pancho.Como era de esperar, en España los correligionarios ideológicos de
Romney, cómodamente instalados en Génova y La Moncloa, convenientemente armados
de motosierras mutiladoras del Estado de Bienestar, se han apresurado a
aplaudir la intervención tomando el rábano por las hojas para justificar el
necesario adelgazamiento de nuestro “descomunal” gasto público. Como siempre,
nadie se ha molestado en comprobar el dato esgrimido que, comparativamente, no
se sostiene como argumento. Si España está inmersa en una enorme crisis
económica no lo está por la cantidad de dinero del PIB que el Estado emplea en
sí mismo. En algunas entradas anteriores de este blog (como ésta) he insistido
en que el gran problema de la deuda española surge del sector privado y no del
público. Si España tuviera un desusado gasto público, explíquenos, señor
Romney, cómo Dinamarca, Alemania, Francia, Austria, Reino Unido y muchos otros
países de la UE emplean mucho más porcentaje de su PIB en gasto público, lo que
también se refleja en la media de la UE-27, de la UE-17, de la UE-16 y de la
Eurozona, que son superiores al gasto público español, que usted considera la
causa de todos los males. La siguiente tabla, resumida directamente de los
datos de Eurostat, es la prueba oficial de lo que acabo de escribir. Las cifras son porcentajes sobre el PIB en los cuatro últimos ejercicios cerrados.
2008
|
2009
|
2010
|
2011
|
|
UE (27 países)
|
47.1
|
51.1
|
50.6
|
49.1
|
Eurozona (17 países)
|
47.1
|
51.2
|
51.0
|
49.4
|
Bélgica
|
49.8
|
53.7
|
52.8
|
53.4
|
Bulgaria
|
38.3
|
40.7
|
37.4
|
35.2
|
Chekia
|
41.1
|
44.9
|
44.1
|
43.4
|
dinamarca
|
51.5
|
58.0
|
57.8
|
57.9
|
Alemania
|
44.0
|
48.1
|
47.9
|
45.6
|
Estonia
|
39.5
|
45.2
|
40.6
|
38.2
|
Irlanda
|
42.8
|
48.6
|
66.2
|
48.1
|
Grecia
|
50.6
|
53.8
|
50.2
|
50.1
|
España
|
41.5
|
46.3
|
45.6
|
43.6
|
Francia
|
53.3
|
56.8
|
56.6
|
55.9
|
Italia
|
48.6
|
51.9
|
50.5
|
49.9
|
Chipre
|
42.1
|
46.2
|
46.4
|
47.5
|
Letonia
|
39.1
|
44.4
|
43.9
|
39.1
|
Lituania
|
37.2
|
43.8
|
40.9
|
37.5
|
Luxemburgo
|
37.1
|
43.0
|
42.4
|
42.0
|
Hungría
|
49.2
|
51.4
|
49.5
|
48.7
|
Malta
|
44.1
|
43.5
|
43.3
|
43.0
|
Holanda
|
46.2
|
51.5
|
51.2
|
50.1
|
Austria
|
49.3
|
52.9
|
52.6
|
50.5
|
Polonia
|
43.2
|
44.5
|
45.4
|
43.6
|
Portugal
|
44.8
|
49.8
|
51.3
|
48.9
|
Rumanía
|
39.3
|
41.1
|
40.2
|
37.7
|
Eslovenia
|
44.2
|
49.3
|
50.3
|
50.9
|
Eslovakia
|
34.9
|
41.5
|
40.0
|
38.2
|
Finlandia
|
49.2
|
56.1
|
55.5
|
54.2
|
Suecia
|
51.7
|
54.9
|
52.5
|
51.3
|
Reino Unido
|
47.9
|
51.5
|
50.4
|
49.0
|
Islandia
|
57.6
|
51.0
|
51.6
|
46.1
|
Noruega
|
39.8
|
46.7
|
45.5
|
44.6
|
Bien mirado, el candidato republicano, un mormón confeso que se
cree cosas tales como que Dios vive en el planeta Kolob, es una víctima más de
la intoxicación con la que se está bombardeando a la opinión pública desde los
foros neoliberales, cuya incansable letanía es repetir que el mayor problema de la economía española es el
endeudamiento del Estado. Nuestro Gobierno, que actúa como la voz de su amo
alemán, considera tal endeudamiento como la causa de que el país esté en
recesión. De ahí su constante referencia a que “España no puede gastarse más de
lo que tiene”, frase que, más o menos modificada, repite con la cansina
constancia del Hare Krishna.
Los datos, sin embargo, son tozudos y
no avalan tal supuesto. Vayamos a ellos. Pongámonos en 2007, el año en el que
comenzó a desencadenarse la crisis gracias, entre otras cosas, a los turbios
manejos financieros de Lehman Brothers, uno de cuyos principales europeos era
Luis de Guindos, la zorra que hoy cuida el gallinero de nuestra economía. Si el
déficit y la deuda pública hubieran sido la causa de la crisis que padecemos, ese
año España habría presentado un enorme déficit público y una elevada deuda pública.
No era así: durante el período 2000-2007 la deuda pública española evolucionó a la baja, dede el 59,3% del PIB al 36,2%, descenso que se debió al elevado crecimiento económico durante aquel período. Cuando comenzó la crisis, España tenía superávit porque
ingresaba un 2,23% del PIB más de lo que gastaba y la deuda pública era
equivalente a un 36,2% del PIB, una de las más bajas de la UE-15 y muy por
debajo de lo establecido por el Tratado de Maastricht (60% del PIB). En
realidad, la deuda pública neta (es decir, la que excluye la deuda propiedad del Estado) era sólo un 26,7% del PIB.
A mediados de 2011, cuando Rodríguez
Zapatero sucumbió a las presiones de la troika (Comisión Europea, FMI y Banco
Central Europeo) que hoy nos gobierna de facto y entregó su cabeza (y la del
PSOE) en forma de una vergonzosa reforma constitucional, la
"desmesurada" e "inquietante" deuda pública española
equivalía al 63% del PIB, porcentaje bastante inferior al alemán (83%), al francés
(82%), al italiano (104%) o al griego (143%), y a la media de la deuda europea.
El porcentaje de nuestra deuda con respecto al PIB no era ninguna circunstancia
excepcional porque tanto con los gobiernos de Aznar como con los de González
hubo momentos en los que nuestro endeudamiento fue aún mayor.
De ahí que el argumento utilizado por los economistas neoliberales, entre cuyos talibanes se cuentan quienes al alimón rigen hoy nuestra economía, de que la crisis fue motivada por el derrochador gasto público, no se sostenga, lo cual, lamentablemente, no es obstáculo para que los medios afines al Gobierno, que son una abrumadora mayoría, comulguen interesadamente con ruedas de molino y continúen promoviendo esta explicación mendaz de la crisis.
Repitan conmigo: no es cierto que la crisis se deba a que el Estado se gastaba
más de lo que tenía. El gasto público no era el problema porque ni el déficit
ni la deuda pública se alejaban de lo normal en los países de nuestro entorno.
De ahí que las políticas de recortes de gasto público (incluyendo el gasto
público social) no pueden justificarse bajo el argumento de que nos gastábamos
más de lo que teníamos. El tan cacareado crecimiento del déficit no se debió al
aumento del gasto público, sino a la bajada de los ingresos al Estado resultado
de la recesión y del incremento del desempleo, a cuya evolución negativa
contribuyeron los recortes del gasto público. Fue el elevado crecimiento de
desempleo y el consecuente descenso del nivel de ocupación y de la masa
salarial lo que disparó el déficit público del Estado, que alcanzó en 2009, dos
años después del inicio de la crisis, el 11,2% del PIB, y ello como
consecuencia de que los ingresos al Estado, incluyendo el IRPF, proceden en su
gran mayoría de las rentas del trabajo y no de las de capital.
Antes de seguir apretando el cuello
de los que menos tienen, el Gobierno debería corregir las reducciones de
impuestos de los últimos quince años y, muy en especial, de las rentas de
capital y en las rentas superiores, reducciones que, como ha señalado el FMI
han sido responsables de más de la mitad del déficit estructural existente en España.
El Estado podría hacer obtenido 2.100 millones de euros (ME) manteniendo el
impuesto sobre el patrimonio, 2.552 ME anulando la bajada del impuesto de
sucesiones, 2.500 ME revirtiendo la bajada de impuesto que se aprobó para las
personas que ingresan más de 150.000 euros al año y 5.300 ME eliminando la
reducción de los impuestos de las empresas que facturan más de 150 ME al año (que
representan sólo el 0,12% del tejido empresarial español), 44.000 ME anulando
el fraude fiscal de las grandes fortunas y de las grandes empresas, 3.000 ME gravando
los beneficios bancarios (como ha aconsejado el FMI), y así un largo etcétera.
Con estos fondos podría haberse dinamizado la economía con inversiones públicas
productivas y con ello estimular el crecimiento del empleo, disminuyendo así el
déficit.
Los manifestantes que salen estos
días a las calles españolas tienen razón. Imponer más austeridad no va a servir
de nada; aquí, quienes están actuando de forma verdaderamente irracional son
los políticos españoles y europeos y los funcionarios supuestamente serios del
FMI y del BCE que exigen todavía más sufrimiento. El que estas medidas no sean
las que se adopten y en su lugar se impongan los recortes a destajo se debe al
diagnóstico erróneo de que el gasto público causa la enfermedad, y así nos va:
camino de la UVI del rescate.