Las tres patas de la banca
Arruinada por los solares improductivos y por el ladrillo sobrevalorado, la banca española se sustenta sobre tres maravillosas patas: 1.-
Compra dinero al Banco Central Europeo (BCE) a un interés del 1%. 2.- Compra
bonos del Estado español a un interés equis. 3.- Compra bonos de deuda española
devaluados a inversores asustados.
Para no complicarles la vida con el interés compuesto y otros enredos,
lo simplifico: lo anterior quiere decir que si nuestra banca compra 1.000 euros
al BCE con el compromiso de devolverlos, supongamos, dentro de diez años, el
año 2022 deberá devolver los mil euros y, mientras tanto, está obligada a pagar
cada año diez euros de intereses. En 2022 el dinero le habrá costado 1.100
euros. ¿Qué hacen nuestros banqueros con esos mil euros? ¿Acaso se los prestan
a las empresas para que pongan en marcha la economía productiva? ¿Acaso los
prestan a las familias que un empujoncito podrían animarse al consumo? ¿Acaso
los invierten para desarrollar proyectos de I+D que pudieran llevarnos a una
economía moderna, tecnológica y sostenible? No señor, no; les diré lo que
hacen: compran bonos de deuda española a diez años, los mismos que endosan al
BCE como aval de su compra de euros.
Veamos ahora la equis de los intereses de los bonos. Si el bono español
está como está en el momento en que escribo este artículo, a aproximadamente a
un 7% de interés, y los mil euros que nuestro banquero tomó de prestados al BCE
los invierte en comprar un bono español de deuda por idéntico valor, en 2022
recuperará sus mil euros y, entre tanto, cada año habrá recibido 70 euros de
intereses, lo cual significa que en 2022 el cobro del principal (mil) y de sus
intereses (700) le habrán supuesto unos ingresos de 1.700 euros, con los cuales
amortizará el préstamo monetario de los 1.100 euros del BCE y habrá ganado 600
euros. Ya sé que parece poco, pero sepan ustedes que si nuestro banquero no
pide mil euros sino mil millones, en diez años ganará 600 millones, lo que ni
ustedes ni yo ganamos en una década.
¿Quiénes son los primeros interesados en que la equis se mantenga lo
más elevada que sea posible? Sí, no es usted un malpensado: la principal
interesada es la banca española, que desde hace meses ha comprendido que su
negocio está en conseguir que equis tenga el mayor valor posible. ¿Que cómo lo
consigue? Les pondré un ejemplo.
Los señores Pedrosa, Lorenzo, Alonso, Hamilton o Schumacher viven de lo
que no podemos vivir el común de los mortales: viven del riesgo. Tienen
habilidades sí, como las tienen el resto de sus competidores, pero ellos
fuerzan las carreras hasta ponerlas en el punto máximo de riesgo. Ahí está su
interés: en crear el riesgo para llegar a donde los demás no llegan. Crear
situaciones de riesgo y ganar en el terreno donde los demás se asustan.
Exactamente lo mismo que hacen los que viven de los intereses de la deuda:
aumentar la sensación de riesgo (léase prima de riesgo). A mayor sensación de
riesgo, más ganan.
Naturalmente, el riesgo tiene un límite. ¿Cuál es el límite? Pues el de
la fiabilidad de los bonos de nuestra deuda que los bancos depositan como aval
en el BCE cada vez que obtienen dinero. Si la deuda pública va mal, los bancos
irán mal. Si aumenta el riesgo de un país, el precio de sus bonos cae y las
agencias de calificación bajan su nota. Los inversores dejan de fiarse del país
porque si baja la cotización de la deuda pierden valor los miles de millones de
bonos del país que tienen los bancos. Hace tiempo que los indicadores vienen
señalando la fuga de capitales de nuestro sistema financiero, que no es otra
cosa, que la retirada legal mediante la venta, entre otras cosas, de los bonos
soberanos.
¿Quién compra ahora nuestros bonos? La banca española. Nuestros
bancos son los principales (prácticamente los únicos) compradores en las
subastas del Tesoro. Es verdad que, como en el caso de un particular, si el
banco no vende esos bonos no materializa las pérdidas. Pero la gran diferencia
es que las entidades utilizan toda esa deuda como aval para obtener liquidez del BCE. Si esos bonos son cada vez de peor calidad,
puede llegar uno que el prestamista se harte y les diga: “Oye, no me dejes más
bonos españoles, que eso ya no me vale como garantía. Me tienes que dejar otros activos de fianza”. De repente, los bancos se quedarían sin acceso a la
financiación y habrían quebrado.
Es un riesgo tremendo, pero se puede asumir cuando se juega con las
cartas marcadas y si algo tiene la banca es una baraja completa de naipes
trucados: sin el sistema de creación ficticia de creación del dinero (que
explicaré próximamente con la parábola del escarabajo pelotero) el sistema capitalista
se derrumbaría y, en ese momento, se produciría una catástrofe de dimensiones
planetarias que nadie quiere. Desde el punto de vista estrictamente económico,
hay capital foráneo, que con tanta alegría financió nuestra burbuja, para
absorber las pérdidas del sector financiero español, ni siquiera las
catastróficas, es España la que absorbe la pérdida de su sector bancario en
caso de que ésta se realice. La banca va montada en un bólido que nunca
derrapará y eso lo saben los pilotos que más arriesgan.
Con ese negocio en mente, comprando dinero al 1% y prestándolo al 7%,
no debe sorprendernos que la banca española se haya convertido en un yonqui del
dinero barato: la en mayo la deuda neta de las entidades españolas con el BCE
sumó 287.813 millones de euros, con lo que lo adeudado por España supone el 83%
de todos los préstamos de la Eurozona. La dependencia de la banca española
respecto del BCE se constata en las cifras: si hace un año debían al BCE 53.134
millones, ahora deben más de cinco veces esa cantidad. Los bancos reciben ese
dinero del BCE no por su cara bonita, sino que porque vienen avalados por
nuestra deuda soberana en forma de bonos que depositan en las cajas del BCE. De
modo que se ha establecido un círculo vicioso y a la vez virtuoso; vicioso para
el Estado, cada vez más entrampado; virtuoso para los bancos, que se están
forrando a costa de nuestro endeudamiento.
Metáfora de los dos borrachos
Y ahora, pasemos a la metáfora de los dos borrachos. La señora Merkel,
aplaudida por los peperos españoles dado que se trataba de castigar a Zapatero,
sometió a Portugal, Irlanda y Grecia a un remedio que aparentemente es peor que
la enfermedad. Es lo que está haciendo también con España, de momento con
radioterapia suave pero que, si otro médico (quizás un doctor francés o un
terapeuta americano) no lo remedia, pronto será una quimioterapia potente, que
obliga a una reducción severa del gasto público para contener el déficit, pero
esto provoca recesión, es decir más paro, más gastos sociales y menos ingresos
fiscales, con lo que ni el déficit disminuye ni el crecimiento se produce y,
como comprendería cualquiera que tuviera dos dedos de frente y no se marchara
al fútbol en el peor de los momentos, sin crecer es imposible pagar la deuda
(lo explicaré con la parábola del escarabajo pelotero, no se preocupen). Como
los inversores conocen esta sencilla regla que a nadie se le escapa, los
inversores han declarado a España como país insolvente y se niegan a no sólo a
comprar nuestra deuda, sino que encima, espantados, venden la que tenían aunque
pierdan dinero, lo que le explicaré cuando me ocupe de los bonos.
¿Y quién compra nuestra deuda? Pues nuestra banca, que prospera con nuestro riego y que sabe que se hundirá el mundo, que
se multiplicará el paro, se desahuciará a quien haga falta, se destruirá el
Estado de Bienestar y se juntará Roma con Santiago sin que a ella le pase nada.
La banca siempre gana.
El sistema bancario español camina dando tumbos, borracho perdido. La
exigencia de Europa ha sido que otro borracho, el Tesoro español, sostenga al
primero. Al vincular riesgo bancario y soberano, la pareja de borrachos camina
apoyándose en los respectivos hombros. Apenas se sostienen y más pronto que
tarde acabarán por caer estrepitosamente. Uno de los beodos es incapaz de
sostener sus gastos no porque sean altos, sino porque es incapaz de aumentar
sus ingresos. Por tanto, debe emitir más y más deuda, endeudándose cada vez más
para pagar intereses y principal.
Su colega de borrachera, la banca, compra la deuda de su compañero, de
modo que –hombro con hombro- establecen un círculo mágico: uno emite deuda y el
otro la compra, haciendo de paso un excelente negocio a costa del
contribuyente. El problema está en que ese mecanismo aumenta cada vez más los
intereses de la deuda porque el segundo borracho corre cada vez más riesgo de
no cobrarla nunca. ¿Qué haría falta? Más borrachos, dice la pareja de
dipsómanos: más compradores de deuda para diluir el riesgo haciendo aquello del
mal de muchos, consuelo de tontos.
Si los intereses alcanzaran unos límites razonables, como los que
existían hace tres años (¡Ay, aquellos insostenibles 300 puntos de prima de
riesgo de los tiempos del malvado ZP!), el Estado podría seguir empleando la
táctica del patadón p’alante (tan querida para la añeja furia española de Zarra
y compañía), que sólo es sostenible cuando hay crecimiento. Cuando no lo hay,
no queda para pagar los intereses de la deuda ni, por supuesto, el principal
que vence.
El último intento de arreglar el desaguisado fue el gatillazo del
rescate bancario que fue elogiado hasta el paroxismo por sus voceros por
tratarse de un generoso préstamo en condiciones excepcionalmente buenas
conseguidas gracias a la presión política ejercida por usted antes de que se
marchara al futbol con dos bemoles. Desde entonces (como cualquiera
medianamente pensante sabía: que el préstamo de la Eurozona transfería el
riesgo bancario al balance del sector público), los mercados no han parado de
castigar a la deuda española entre otras cosas porque ese rescate de hasta
100.000 millones, al no implicar una ayuda directa a los bancos, sino a través
del FROB, aumentaría la deuda española hasta el 90% del PIB. Y ahora resulta
que no, que “la línea de financiación” no era benéfica, sino dañina y que lo
que conviene a todos es que la inyección monetaria vaya directamente desde
Europa a los bancos.
Dicho de otra forma, lo que pretende nuestro Gobierno es que aumente el
número de los cofrades beodos. No, Europa no va a inyectar dinero directamente
a los bancos españoles porque nadie da 100.000 millones de euros (que al final
serán 250.000 millones, como ya he escrito en otra entrada) sin que haya
garantías estatales. Es de cajón. El dinero que presta el BCE no le sale
gratis, porque lo hace emitiendo su propia deuda que comprarán de nuevo los
bancos. Si la nueva deuda del BCE está convenientemente avalada, la adquirirán
los inversores extranjeros; de lo contrario, habrá perdido su credibilidad.
Si la pierde y los inversores no compran, el BCE se convertirá en el
tercer y último borracho, algo que no están dispuestos a hacer los calvinistas
abstemios centroeuropeos, que han dejado bien claro que no tienen ninguna
intención de aceptar esa inyección directa de dinero en los bancos desde el fondo
de rescate si el borracho no abandona la bebida (léase el saneamiento de las
cuentas bancarias).
¿Qué cuando saldremos de esta? En primer lugar, cuando deje de
retroalimentarse el círculo perverso. Para ello hay que transmitir información
suficientemente convincente de que los males bancarios se conocen y se pueden
curarse en un horizonte temporal razonable, lo que todavía se ha hecho, pero es
probable que lo sepamos mañana, jueves 21 de junio, cuando entre el verano. Los
recursos deberían provenir de un mecanismo de rescate europeo y, además,
deberían ir directamente a los bancos, sin engrosar la deuda pública española y
sin que fuera al Gobierno español al que se le aplicaran las exigencias que en
términos de "austeridad" llevan consigo esas ayudas. Las
contrapartidas que permiten hablar de "intervención", de sometimiento
de las decisiones de las autoridades españolas a los imperativos de quienes
suministran el rescate, deberían aplicarse a los receptores de las ayudas, a
los propios bancos.
El apoyo de Europa, de una u otra forma, acabará siendo necesario.
Cuanto antes llegue, antes saldremos de esta. A favor de una respuesta
favorable y rápida juega la trascendencia que tendría que una economía como la
española (la cuarta de la Eurozona) fuera abandonada a su suerte. No solo
significaría una convulsión de los cimientos de la unión monetaria de Europa,
sino también una inconsistencia con la letra y el espíritu de los compromisos
europeos: España, recordemos, no tiene hoy, todavía, una deuda pública superior
al promedio de sus socios, Alemania incluida.