En la última semana
ha comenzado a fraguarse el asalto final de un combate cuyo resultado estaba
cantado: el rescate de España que no se parecerá al de Grecia sino al de
Irlanda. De los dos modelos de intervención europea (Grecia por su deuda
pública e Irlanda por su deuda bancaria), España se asemeja más a la segunda, aunque
durante los primeros meses del Gobierno Rajoy hay una relación cada vez mayor
entre nuestro riesgo bancario y nuestro riesgo soberano. Pero el final se
parecerá mucho: aunque el rescate se hará para salvar a la banca y no al
Estado, las consecuencias serán muy similares porque Europa podría condicionar
aspectos como la política fiscal o los servicios públicos y exigir duros planes
de reestructuración interna.
España está sumida en
una profunda crisis económica de naturaleza sistémica: el sector privado,
especialmente el sector financiero, es insolvente y no podrá pagar las deudas
asumidas. Como la banca no puede atender sus obligaciones, la deuda pública se
ha convertido en el mecanismo más efectivo de socialización de pérdidas y
privatización de ganancias, es decir, de transferencia de dinero público a
manos privadas. Son los mercados financieros los que prestan el dinero
necesario para que el Estado pueda seguir operando, pero a su vez exigen
condiciones de ajuste que hacen cada vez más difícil devolver esos mismos
préstamos. Es decir, los planes de ajuste recortan servicios públicos pero a la
vez deterioran el crecimiento económico que posibilita que haya ingresos
suficientes.
El asunto se agrava
porque las actuales autoridades políticas y económicas hacen un diagnóstico
erróneo sobre las razones que han provocado la crisis económica, porque a diferencia
de lo mantienen Rajoy y su camarilla, España no presenta un problema de
competitividad o de ineficiencia del sector público. El problema real es otro:
España presenta un problema de insolvencia del sector privado altamente
endeudado alrededor de unos activos inflados cuyo precio se ha hundido y que
además continuará cayendo. El sector financiero, que de manera irresponsable
permitió esa deuda con una insensata política de préstamos, es insolvente. Como
consecuencia de esa insolvencia y del error de diagnóstico, las recetas
ofrecidas no hacen sino ahondar aún más el empobrecimiento de nuestro país, sumido en una economía en recesión, con un consumo y una
inversión muy débiles por la falta de crédito, que reducen la recaudación de
impuestos, un nivel de paro cada vez más insostenible, que detrae cada vez más
el consumo, aumenta el déficit público e incrementa la deuda del Estado,
mientras las reformas económicas están sin terminar,
especialmente la reforma financiera, cuyo alcance todavía presenta suficientes
dudas hasta que sea completamente diagnosticado.
Echemos cuentas.
Empecemos por la de los derechos recortados, los impuestos subidos y el dinero
público regalado en millones de euros (M€). Recortes: Sanidad y Educación,
10.000; congelación de las pensiones, 1.800; salarios de funcionarios, 4.000; recorte
en los presupuestos 2012, 27.300. Subidas de impuestos: IVA al 18%, 6.500; IRPF,
4.100 millones; impuestos al tabaco, 150; tasas judiciales, 214 millones; cambio
impositivo para grandes empresas, 5.350; amnistía de defraudadores fiscales,
2.500. En total, se han recortado 43.100 millones de dinero público
principalmente de las partidas que garantizan el Estado del Bienestar y se han
subido impuestos por valor de 16.314 millones de euros. En cualquier caso, pura
calderilla comparada con la colosal trampa del sistema bancario.
Continuemos por el
candente tema de BFA-Bankia a la luz del último informe del Banco de España de
abril de 2012. Antes de hacerlo, debo aclarar lo que en la jerga financiera se
conoce con el acrónimo LTRO (Long-Term Refinancing Operation, operación de
refinanciamiento a largo plazo), un mecanismo que instituyó el Banco Central
Europeo (BCE) en 2011 con objeto de evitar que una caída del estilo Lehman
Brothers colapsara a la banca privada europea, que estaba teniendo serias dificultades
para obtener dinero en los mercados. Gracias al LTRO, el BCE prestaba a los
bancos europeos que lo solicitaran dinero a devolver en tres años a una tasa de
interés del 1%. A finales de febrero del 2012, el BCE había prestado a la banca
europea cerca de un billón de euros.
El problema es que
en los últimos meses nos hemos entrampado hasta las cejas con la deuda avalada
para BFA-Bankia y el resto del programa de la LTRO. A finales de 2011 la
financiación oficial neta del BCE para la economía española en el balance del
Banco de España era de 175.000 M€. Cuatro meses después, a 30 de abril de 2012,
la deuda era de 304.000 M€, es decir que desde que gobierna Rajoy el balance casi
se ha duplicado.
Echemos ahora las
cuentas sobre los activos inflados que soportaban la ficción del sistema. La
banca española en su conjunto tiene 800.000 M€ de activos comprendidos en la
categoría de bonos basura según la calificación de las agencias de riesgos.
Seamos benévolos y consideremos que solamente 400.000 de ellos son activos
tóxicos directos e indirectos derivados de la burbuja financiera e
inmobiliaria. Las dos reformas financieras llevadas a cabo por el Gobierno
Rajoy han puesto sobre la mesa un aprovisionamiento de 80.000 M€ para toda la
banca española. El agujero de Bankia que ha salido a la luz es de 23.000 M€. Ya
tenemos 103.000 M€. El suelo se compraba a base de préstamos que la banca
española promovía y alentaba a 5.000 o 6.000 euros el metro cuadrado y se
calcula que hay unos 40 billones (sí, billones, con B de Bankia) de metros
cuadrados en toda España sin construir que no valen nada.
Conclusión: faltan
por "aflorar" cerca de 300.000 M€ principalmente del suelo que la
banca española tiene en sus activos y que no valen ni un 10% de lo que figura
en sus balances. Y esto lo saben Bruselas y el FMI que han ofrecido a España
500.000 M€ para que sanee la banca española, porque son conscientes de que el
problema de nuestra banca es un atracón de ladrillo y suelo demasiado grande
para ser digerido en solitario por España. Sumen los 300.000 M€ que encabezan
este párrafo, añádanles los 103.000 de marras y el rescate de 19.000 para
Bankia de la última semana, y nos acercaremos al medio billón de euros que
Europa nos ofrece desde hace meses.
Y ya llego al asunto de BFA-Bankia, que tiene unos activos totales (valor de libros contables que, no lo olviden incluyen suelo, ladrillos y otros activos tóxicos) de 325.000 M€. Con ellos, BFA-Bankia debe garantizar 173.000 M€ de los depósitos de los ahorradores (cuya devolución se supone que está garantizada) más la ayuda concedida hasta ahora: avales del Estado, 28.500 M€; créditos LTRO, 40.000 M€; 4.465 M€ del Fondo de Reestructuración Organizada Bancaria (FROB); y 19.000 M€ en deuda pública de la última semana de mayo. Es decir, que el Estado y el FROB garantizan unos 265.000 M€ del balance de la entidad. Por tanto, la rueda de molino con la que quieren hacernos comulgar es que los activos de Bankia valen más de 265.000 M€. Y eso, francamente, no se lo tragan ni los cocodrilos.
España está en pleno ojo del huracán: debe convencer a los mercados y a sus socios de sus planes para Bankia y para los activos tóxicos del sistema bancario. Nuestros socios, que se han hartado de escuchar explicaciones sobre el sistema financiero más sólido del mundo, están hartos de improvisaciones y sorpresas, incluyendo los braceos incoherentes del ministro de Guindos, convertido en una especie de Chiquito de la Calzada, pero sin gracia. Con un horizonte económico que se complica y en medio de la depresión social que suponen los casi seis millones de parados, la Comisión ha señalado ya que una parte de esa presión podría aliviarse con la concesión de un año más para cumplir con el déficit y con la reiterada oferta de conceder 500.000 M€ para que sanee nuestra renqueante banca.
No es de extrañar que la declaración solemne de Rajoy en Bruselas, al acudir a la cumbre con sus homólogos europeos -«España no tiene interés ni intención, a fecha de hoy, de acudir a un rescate europeo para los bancos españoles»- goce de la incredulidad general y subraye por enésima vez más la sistemática improvisación del Gobierno, siempre por detrás de la realidad en este asunto.
En solo tres meses todos los mitos de competencia económica del PP se han derrumbado. Rajoy se resiste a aceptar la intervención europea porque esa es la prueba del nueve de sus falacias. Pero la suerte está echada. Mientras tanto, no se preocupen por la vida: siempre termina mal.