En un poco amable intento de matar al mensajero, un lector airado se dirige a mí vía correo electrónico reprochándome que en un artículo anterior publicado en este mismo blog el pasado 29 de agosto (Y esto, ¿quién lo paga?) resaltara la responsabilidad de las actividades privadas (lo que incluye nuestra propia responsabilidad como ciudadanos) en el conjunto de la deuda pública española. El artículo lo redacté teniendo en cuenta un documento hecho público el mes de julio cuyos datos más sobresalientes aparecen resumidos en la figura.
El documento utiliza los datos oficiales del Banco de España (a 31 de marzo de 2011), que señalan que nuestra deuda bruta con el exterior era de 1,74 billones de euros, lo que supone una deuda bruta per cápita de 37.700 euros y una deuda bruta por trabajador de 98.900 euros. Si se descuenta la deuda que los bancos, empresas, ciudadanos y gobiernos extranjeros mantienen con España, la deuda neta desciende a 1,02 billones de euros, lo que indica una deuda neta por habitante de 22.200 euros y 58.200 euros por trabajador.
Los préstamos bancarios representan sólo el 12% de la deuda total del sistema (201.000 M€), cifra muy similar a las inversiones extranjeras en Bolsa y Fondos, que suponen otros 206.000 M€ (12%). Aunque esta última no pueda considerarse deuda, en caso de desconfianza ante una situación crítica esas inversiones pueden retirarse rápidamente, con la consiguiente y dramática descapitalización de nuestro sistema económico.
La partida más abultada la constituyen los bonos, letras y obligaciones que están en manos de extranjeros y que suponen 787.000 M€ (el 45% del total de la deuda española). Aquí se incluyen títulos privados (511.000 M€) y deuda pública (276.000 M€). Esta deuda privada es la que constituye el mayor lastre y se acumuló principalmente a raíz de la burbuja inmobiliaria, que experimentó un espectacular aumento desde 1999, cuando eran 18.000 M€, a la desorbitada cifra que alcanzó durante los gobiernos de Aznar cuando superó los 500.000 M€. En esos ocho años de “milagro económico español”, como le gustaba repetir al entonces Presidente, la deuda aumentó treinta veces.
Los depósitos del exterior en bancos y cajas españoles son también muy abultados y, aunque no pueden considerarse estrictamente como deuda, más fáciles de liquidar que las acciones bursátiles y pueden ser retirados ante un empeoramiento de la situación del sector financiero. Esta cifra llega a los 510.000 M€ (29%). El último dato de endeudmiento corresponde al del Banco de España, que desde inicio de la crisis deterioró en forma importante su posición frente al eurosistema y que al 31 de marzo alcanzaba 35.000 M€ (2% ).
¿Qué significa esta deuda y cómo se llegó a ella? Con el nuevo milenio, el ingreso de España en la moneda única se generó una dinámica de crecimiento basada en los bajos tipos de interés y en el uso desorbitado que hizo de este mecanismo el sector de la construcción, que se financió en su práctica totalidad mediante endeudamiento externo. Los créditos para vivienda crecieron desde 282.000 M€ en 1996 a 865.000 en 2006, es decir, casi se cuatriplicaron en una década.
Durante más de una década el crecimiento español estuvo basado casi exclusivamente en la construcción. Promotoras y constructoras se endeudaron al máximo para edificar. Las familias, animadas por tasadores benevolentes, se entramparon para comprar casas y los bancos se endeudaron para dar préstamos a las empresas e hipotecas a las familias. Llegó la crisis financiera y nos sorprendió endeudados hasta las cejas.
Lo cierto es que España no fue el único país europeo en sucumbir a una burbuja inmobiliaria. Francia, Italia y el Reino Unido se sumaron también al sueño del ladrillo, al consumismo y al crecimiento ilimitado basado en el crédito que alimentaron a la burbuja iniciada en Estados Unidos. En el período de jauja de la burbuja todo el mundo ganaba y los beneficios eran de tal magnitud que nadie se atrevió a poner remedio al desasrte que se avecinaba: el desplome de un castillo de naipes asentado en la ingeniería financiera y no en la economía productiva. Hasta el sector público, por la vía de los impuestos a propiedades que siempre aumentaban de valor, recaudaba año tras año cifras récord. A partir de 2008 el pinchazo de la burbuja en Estados Unidos inició el desplome.
La "desmesurada" e "inquietante" deuda pública española (63% del PIB) es bastante inferior a la alemana (83%), a la francesa (82%), a la italiana (104%) o a la griega (143%), y a la media de la deuda europea. El porcentaje de nuestra deuda con respecto al PIB no es ninguna circunstancia excepcional porque tanto con los gobiernos de Aznar como con los de González hubo momentos en los que nuestro endeudamiento fue aún mayor.
Aunque se repite continuamente que la deuda pública española es brutal, está meridianamente claro que ese no es el gran problema financiero español porque nuestro porcentaje sobre el PIB es comparable al de otros países. Nuestro gran problema viene por la deuda privada (hogares, empresas y entidades de crédito), que ronda el 260% del PIB, y porque esa deuda se está haciendo gradualmente pública: si un ciudadano o una empresa impaga la deuda, esta pasa a ser deuda de una entidad de crédito, que posteriormente se transforma en pública por las ayudas del Fondo de Rescate Bancario y de otras intervenciones.
Esto es lo que hay, aunque a algunos no les guste.