domingo, 6 de febrero de 2011

El problema español



Pablo Iglesias es, entre otras cosas, para mí, el reactivo de la villanía de la educación burguesa española, que yo he vivido, y la que, sin duda, por milagro, no me contagié. Uno de los elementos permanentes de esta pedagogía era, a fines del siglo pasado y comienzos del actual, el presentar la figura de Iglesias como un fiero Anticristo, compendio de todas las perversidades. Nunca se ensañó sobre hombre alguno la calumnias como sobre él. Todo eso se ha olvidado ya; pero conviene recordarlo para vergüenza de los calumniadores y para confortar a los que hoy son sus víctimas. Suscribo punto por punto estas hermosas palabras que escribió un burgués liberal, el doctor Gregorio Marañón, hace ahora 80 años en una tribuna del periódico segoviano Acueducto (Un juicio sobre Pablo Iglesias. 9-4-1930).

Cuando el 2 de febrero de 1879 Pablo Iglesias y el médico Jaime Vera convocan a un puñado de de intelectuales y obreros a una reunión clandestina en la taberna madrileña Casa Labra para fundar el PSOE y la UGT, no quieren crear un partido de masas. El primer programa del nuevo partido político fue aprobado en una asamblea de 40 personas, el 20 de julio de ese mismo año. En las elecciones de 1891, las primeras celebradas por sufragio universal masculino, cuatro candidatos socialistas a concejales del Ayuntamiento de Bilbao y otro al de La Arboleda, Facundo Perezagua, resultan ser los primeros representantes electos socialistas de la historia de España. Ni Perezagua ni otros tres de los representantes bilbaínos pudieron tomar posesión de su puesto por no ser propietarios. En 1895 Perezagua volvería a ser elegido concejal, ahora en Bilbao. Esta vez sí pudo tomar posesión: abrió una taberna y se inscribió como comerciante en el registro.

En octubre de 1903 un grupo de obreros (Antonio Fernández Quer, Antonio Cao del Río, Jerónimo Fernández, Mariano Alarcos, Arcadio Monge, y Andrés y Serapio Saborit) fundaron la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares. En las elecciones municipales de noviembre de aquel año Fernández Quer obtuvo acta de concejal. Es el primer concejal socialista madrileño, dos años antes de que Pablo Iglesias, Rafael García Ormaechea y Francisco Largo Caballero resultaran elegidos ediles capitalinos.

En las generales de 1910, Pablo Iglesias, que compartía candidatura con Benito Pérez Galdós, se convirtió en el primer diputado socialista a Cortes. Obtuvo más de cuarenta mil votos. Sobre ellos escribió Ortega y Gasset en El Imparcial (13-5-1910): «Los cuarenta mil votos que han elevado a Pablo Iglesias hasta la representación nacional significan cuarenta mil actos de virtud. Merced a ellos, las urnas ciudadanas se han purificado: dentro de sus paredes de vidrio han solido albergar los crímenes más graves que puede cometer el hombre moderno, hasta el punto de desacreditar esta espiritual materia arenosa que un tiempo fue usada como emblema de la pureza. Hoy vuelve a su honor el vidrio: los votos de Pablo Iglesias han henchido las urnas de virtudes teologales».


Tras resultar reelegido en solitario durante tres elecciones consecutivas, en las generales de 1918 Iglesias estuvo acompañado por primera vez en las Cortes por otros socialistas: Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Daniel Anguiano, Indalecio Prieto y Andrés Saborit, miembros encarcelados del comité de la huelga general de 1917. Saborit es el primer socialista alcalaíno en ser elegido diputado.

Casa del Pueblo de La Arboleda, fundada en 1888
El éxito electoral fue el resultado del trabajo tenaz realizado por el partido y el sindicato en las Casas del Pueblo, herederas de los decimonónicos Centros de Sociedades Obreras, que se constituyeron no solo en lugares de reunión de militantes, sino en cooperativas, escuelas laicas y de formación para jóvenes obreros, mutualidades de solidaridad -antecedentes de la seguridad social y de los subsidios de desempleo, unos y otros atendidos con las cuotas de los afiliados- Economatos, clínicas y hasta farmacias para atender a los necesitados completaban las atenciones que las Casas del Pueblo prestaban a sus afiliados. En la década de los veinte, más de dos millones de españoles, el 1% de la población, están afiliados a las Casas del Pueblo repartidas por toda España. La consigna que repetía machaconamente Pablo Iglesias: «Austeridad, fe y constancia», había hecho de la UGT el sindicato más potente de Europa y del PSOE lo que Iglesias no quería: un partido de masas.

Sábado, cuatro de febrero de 1911. Reina un Borbón, Alfonso XIII, un aficionado al juego, a las mujeres y a la pornografía que vive rodeado de un lujo impropio en un país en el que ocho de cada diez españoles son analfabetos: los periódicos denuncian que hay pueblos donde nadie, absolutamente nadie, desde el alcalde al enterrador, sabe leer ni escribir. Nieva en Alcalá. Un grupo de alcalaínos se dirige hacia una casa de la calle Escritorios. Acuden a la inauguración de la Casa del Pueblo y, de paso, a escuchar una conferencia que pronunciará un joven de quien se empieza a hablar mucho y bien: Manuel Azaña. La conferencia se titulaba El problema español y significó un punto de inflexión en su biografía: aquellas palabras encerraban el embrión del discurso político que le llevaría hasta la Presidencia de la II República encabezando su partido, Izquierda Republicana. Estaba también el afán regeneracionista que le llevó hasta su triste destino final en el exilio de Montauban.

Apenas diez días después de impartida la conferencia, la Agrupación Socialista hizo una modesta tirada impresa que desapareció de la circulación hasta que José María San Luciano la reencontró inesperadamente en 1975. El hallazgo sirvió para que el propio San Luciano y Vicente Alberto Serrano editaran y publicaran en 1980 su edición facsímil dentro del, en mi modesta opinión, libro más importante publicado en Alcalá desde la Biblia Políglota: Azaña, (Edascal), posteriormente reeditado, con menor alarde fotográfico pero con igual mimo, por la Fundación Colegio del Rey. Las plumas de Francisco Ayala, Jorge Guillén, José Bergamín, Juan Marichal, Gabriel Jackson, Hugh Thomas, José Carlos Mainer o Santos Juliá, entre otros, dan una sobrada idea de la importancia de un libro, primorosamente maquetado por Vicente Alberto, que debiera ser de obligada lectura para todo aquel que quiera conocer la historia complutense.

Viernes, cuatro de febrero de 2011. Reina otro Borbón, Juan Carlos I, de cuyas aficiones tanto se cuenta y tan poco se escribe. Acudimos al inicio de los actos que conmemoran el centenario de la fundación de la Casa del Pueblo. Los actos no pueden comenzar mejor: la Agrupación Socialista de Alcalá ha publicado otra edición facsímil de El problema español. Mientras se preparan los conferenciantes, vuelvo a ojear el librito y me doy cuenta de que no ha perdido actualidad: llamadas a la cultura y a la educación como impulsoras de la justicia social; defensa del laicismo; reivindicación de lo público y del papel regulador del Estado frente al abuso de los poderes fácticos, económicos y financieros. En sus últimas palabras Azaña dice estar impulsado por la indignación, y en su nombre apela a la rebelión de las conciencias ciudadanas.


Indignez vous! (Indignaos) es el título del actual fenómeno literario en Francia, un panfleto político de 32 páginas (37 el de Azaña), que ya ha sido comprado por un millón de franceses, se encuentra en las listas de los libros más buscados y se va a traducir a una veintena de lenguas. Editado de forma casi artesanal por Indigène (artesanal es también la edición que la imprenta La Cuna de Cervantes hizo en 1911 del opúsculo de Azaña) y se vende a tres euros, el mismo precio que acabo de pagar por el librito de Azaña. Como hizo don Manuel, Stéphane Hessel, autor del Indignez vous!, exhorta a las nuevas generaciones a decir ¡basta!, a indignarse y a resistir porque el mundo va mal gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo y los jóvenes se juegan la libertad y otros valores importantes. Justo lo que decía Azaña hace cien años.

¿Casualidades? Casualidad llaman los necios al destino.