El caso Clinton-Lewinsky no fue el primer escándalo sexual en la presidencia de los Estados Unidos. Hace 200 años, el entonces presidente Thomas Jefferson fue acusado de mantener relaciones ilícitas con Sally Hemings, una hermosa mulata 28 años más joven que él que era su esclava en Monticello, su plantación en Virginia. Por esas casualidades que se antojan premonitorias, el verdadero nombre de Bill Clinton es William Jefferson Clinton. Esa referencia nominal a Jefferson es un homenaje, habitual en Estados Unidos, al considerado, junto con Abraham Lincoln y George Washington, el mejor de sus presidentes.
Desde los tiempos bíblicos, miles de mujeres han sido repudiadas por no concebir hijos varones. Gracias a la genética desde hace más de un siglo sabemos que la determinación del sexo está condicionada por una pareja de cromosomas: que la pareja femenina es XX, mientras que la masculina es XY. Como las mujeres son XX, todos sus óvulos son X. Los espermatozoides, en cambio, pueden ser X o Y. Cuando un espermatozoide X fecunda un óvulo se forma un embrión XX, del cual surgirá una mujer. Los espermatozoides Y, en cambio, forman embriones XY que originan hombres. Así es como los cromosomas Y se heredan exclusivamente por línea paterna: el sexo es cosa de hombres.
La información contenida en el cromosoma Y se va heredando a lo largo de la línea masculina de la descendencia, lo que puede servir para seguir el rastro paterno. Estos estudios cromosómicos necesitan del estudio de ciertos marcadores polimórficos del ADN que conforman lo que se denomina haplotipo del cromosoma, dependiendo de las variantes de esos marcadores. La identificación de estos marcadores mediante técnicas relativamente sencillas posibilita los estudios de herencia vía paterna que permiten remontar el rastro familiar durante períodos temporales muy largos.
En el discurso que el presidente Kennedy pronunció en 1962 cuando dio la bienvenida a la Casa Blanca a cincuenta ganadores del Premio Nobel dijo: «Creo que esta es la reunión más extraordinaria de talento y de conocimiento que se haya reunido jamás en la Casa Blanca… con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba aquí solo». A Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, se debe uno de los textos literarios más hermosos jamás escritos, la introducción y el preámbulo de la Declaración de Independencia, el primer documento histórico en el que se reconocen los derechos humanos más fundamentales.
En Monticello, la única vivienda de Estados Unidos declarada Patrimonio de la Humanidad, hoy integrada en el hermosísimo campus de la Universidad de Virginia (que, como la de Alcalá, posee el título de Patrimonio de la Humanidad por sus edificios históricos que el propio Jefferson diseñó), un modesto obelisco señala la tumba de un hombre que ostentó los cargos más importantes de su país, pero que exigió que su epitafio contuviera las verdaderas cosas por las que –según decía- merecía la pena haber vivido: «Aquí está enterrado Thomas Jefferson, autor de la declaración de Independencia Americana, del Estatuto de Libertad Religiosa de Virginia y fundador de la Universidad de Virginia. Nacido el 2 de abril de 1743 O.S. Fallecido el 4 de julio de 1826.»
El pequeño dolmen, que impresiona por su sencillez, es un reflejo de la propia personalidad de Jefferson, quien fue, sin duda alguna, un gran hombre, con sus virtudes y sus defectos, pero sobre todo alguien que debió vivir angustiado por la enorme contradicción entre sus ideas y su vida real, entre su ambición como político ilustrado defensor de la abolición de la esclavitud y su afición a los placeres terrenales.
Sally Hemings era hija de Betty, una esclava africana y de su propietario John Wayles, suegro de Jefferson. Wayles murió en 1774 y Sally fue heredada por Jefferson junto con otras propiedades. En 1787, ya viudo de Sarah Wayles, Sally se instaló en Monticello donde sus obligaciones incluían mantener ordenados la habitación y el guardarropa de Jefferson. Desde que comenzó a servirlo hasta 1808, lo que incluye dos mandatos presidenciales (1801-1809), Sally dio a luz varios hijos: Thomas, Beverly, Harriet, Madison, Eston y al menos una hija más fallecida muy de niña.
Jefferson asumió por primera vez la presidencia de los Estados Unidos en 1801. En septiembre del año siguiente, el periodista James Callender publicó en un diario de Richmond una nota donde afirmaba que el presidente mantenía una relación de concubinato con una de sus esclavas, a quien había hecho madre de varios hijos. En 1805, en plena presidencia, se inició el juicio político, el impeachment, que podía finalizar en su destitución como presidente. Como ocurrió con Clinton doscientos años más tarde, el escándalo sexual no afectó a su popularidad. Dos años después ganó las elecciones presidenciales por segunda vez consecutiva. Ni el impeachment logró sus propósitos ni la acusación de Callender pudo comprobarse nunca, pero permaneció latente durante casi dos siglos.
A falta de las pruebas de paternidad tan habituales hoy y que hubieran despejado todas las dudas, las evidencias a favor de la paternidad de Jefferson descansaban en tres puntos: a) Jefferson, obligado por sus responsabilidades públicas, pasaba mucho tiempo fuera de la plantación, pero estuvo en ella en las semanas en que presumiblemente Sally quedó embarazada; b) los hijos de Sally se parecían extraordinariamente a Jefferson; c) el testimonio del cuarto hijo, Madison quien, ya anciano, afirmó que su madre había reconocido que Jefferson era el padre de todos sus hijos.
El asunto no se zanjó hasta que el análisis genético de los cromosomas Y de cinco descendientes por línea paterna del primer hijo de Sally y el último, respectivamente, realizado por un grupo de investigación dirigido por el profesor Eugene Foster (cuyos resultados fueron publicados en el número 396 de Nature y posteriormente aclarados en el 283 de Science hace ahora diez años) demostró con toda certeza que el presidente había sido el padre de al menos unos de los hijos de su esclava y con mucha probabilidad que también lo había sido de los restantes.
Jefferson no dejó hijos varones reconocidos, así que el cromosoma Y de parte de su familia se obtuvo de cinco descendientes de su tío paterno Field. Considerando que algunas versiones de los defensores de la inocencia de Jefferson sostenían que el parecido entre este y los hijos de Sally se debía a que fueron en realidad hijos de sus sobrinos carnales Samuel o Peter Carr, en el análisis se incluyeron los cromosomas de tres descendientes de John Carr, el abuelo de Samuel y Peter.
El estudio de los cromosomas Y de estas personas indicó que: a) la combinación de marcadores encontrados en los descendientes del tío Field era sumamente original, porque no apareció en una muestra aleatoria de 2000 hombres utilizada como testigo; b) cuatro de los descendientes de Thomas Woodson, el primer hijo de Sally, poseían cromosomas Y característicos de la población europea y no de la africana, lo que sin duda orientaba hacia un padre blanco; c) el cromosoma del descendiente de Eston, el último hijo de Sally, era igual al de los descendientes del tío Field y completamente diferente que el de los descendientes de John Carr.
La explicación estaba clara: con toda seguridad Eston Hemings era hijo de Jefferson y también muy probable que lo fuera Thomas Woodson. Hay otras explicaciones posibles, pero ningún dato histórico las apoya. Jefferson tenía un hermano, Randolph, y cinco sobrinos. Todos llevaban el mismo cromosoma Y, así que cualquiera de ellos pudo ser el padre. Pero no estaban en Monticello cuando los hijos de Sally fueron concebidos.
Después de que Jefferson muriera en 1826, su hija Martha dejó en libertad a Sally, quien se mudó a la casa de Madison y Eston, en Charlottesville, cerca de Monticello. Aunque no ha quedado ninguna imagen de ella, un par de testimonios considerados fiables la describen como una mulata muy guapa.
De lo que no cabe duda es de que era una mujer discreta: murió en 1835 sin haber dicho una palabra al respecto.